05 septiembre 2023

Los textos forenses alcanzarán la sencillez, la precisión y la claridad deseables cuando los redacten las máquinas

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

 

Es muy fácil prescribir que los textos forenses deben ser sencillos, precisos y claros. Quizá sea ésta la recomendación más repetida por quienes se dedican al estudio y divulgación de la retórica forense. Incluso no es difícil proponer maneras de conseguirlo.

Pero basta ojear alguna a de las sentencias contenidas en las colecciones de jurisprudencia –los escritos de las partes son inaccesibles salvo a las contrarias–, para comprobar que no es tan fácil seguir el consejo.

Muchos escritos forenses resultan complicados de leer, incluso para los profesionales. La causa, su complejidad compositiva y su redacción complicada y confusa.

Sus autores, seguro, han oído o leído cien veces que deben practicar las virtudes cardinales de la retórica: la sencillez, la precisión y la claridad. ¿Por qué, entonces, redactan textos, a veces, verdaderamente endiablados?

Nadie escribe complicado a propósito. Escribimos así porque no sabemos o no podemos hacerlo de otra manera. Sobre todo, por lo segundo: porque no podemos.

Un juez de lo penal –como paradigma de los jueces de instancia– pone unas 250 sentencias al año en las que no ha habido conformidad del acusado. Eso quiere decir que redacta, de media, prácticamente una cada día hábil.

Si se descuenta el tiempo que dedica a la vista oral y al estudio del caso, ¿cuánto le queda para componer esa sentencia diaria? En el tiempo restante, es imposible de toda imposibilidad que la haga sencilla, precisa y clara, salvo que se trate de un redactor prodigioso.

Algo parecido cabe decir del abogado que debe componer un recurso –es un decir– en un tiempo imposible por acumulación de trabajo o por premura de plazos. Escribe lo que puede y como puede. Probablemente, complicado, impreciso y oscuro.

Sólo se me ocurre una solución –definitiva, eso sí–, para el problema de la complejidad de los textos forenses: que los redacten máquinas.

Se habla del papel que los ordenadores pueden desempeñar en la creación literaria. Con alguna intermitencia, aparecen noticias de cómo los guionistas de Hollywood se rebelan contra el creciente papel que la inteligencia artificial está adquiriendo en la confección de guiones. Incluso, se ofrecen aplicaciones capaces de generar poemas.

¿Qué impide que los ordenadores redacten escritos forenses? Nada. De hecho, ya existen. Quien quiera saber de ellos, puede explorar en al vecino y muy interesante Blog de Innovación Legal y Nuevas tecnologías.

Esas aplicaciones todavía no están a la altura. Cometen errores, incluso graves. Natural. Como cualquier ciencia o técnica en sus inicios. El problema no se encuentra en que cometan errores, sino en si esos errores son más o menos relevantes que los cometidos en las composiciones “artesanales”.

La investigación hará que cada vez se equivoquen menos. Llegará un día, no lejano, en que aplicaciones informáticas diseñadas al efecto redactarán demandas, recursos, sentencias con menos faltas –y éstas, menos graves– que las contenidas en la mayoría de las compuestas por redactores de carne y hueso.

Por eso afirmo que los textos generados automáticamente se ajustarán, como los mejores confeccionados manualmente, a la sencillez, la precisión y la claridad exigidas por una lectura fácil y cómoda.

No entiendo por qué, según alguna encuesta, los estudiantes de Derecho se interesan poco por los programas generativos. Si algo lamento profundamente en mi actividad profesional es no disponer de futuro para implicarme incluso en el desarrollo de esos programas. Pocos temas hay ahora en el ámbito forense, tan apasionantes como ese.

Pero, entonces, los ordenadores acabarán con los abogados. Por supuesto que no. Eso no ocurrirá nunca. La sociedad se seguirá rigiendo por leyes, incluidas las que regulen el uso de esas máquinas presuntamente exterminadoras. Y los seres humanos necesitarán asesores técnicos –abogados–, que les ayuden, aunque sólo sea para vigilar que el uso de esos artefactos se ajusta a la legalidad.

Rafael Guerra
retorabogado@gmail.com 

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