10 septiembre 2019

Modelo de informe final adecuado a los tiempos que corren

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

En mi entrada anterior, más o menos prometí que propondría un modelo de informe final  adaptado a la modernidad imperante.  Aquí va la oferta.

Es sabido que la administración de justicia se encuentra en proceso de acomodación a los nuevos tiempos tecnológicos. Asistimos relativamente embelesados a su informatización extrema. Pero el cambio de estilo afecta sólo a la carcasa. Nadie parece cuestionar prácticas sustanciales, pero, en mi opinión, bien obsoletas.

Entre esas prácticas caducas, incluiría el informe tal y como los letrados lo pronunciamos al final de cada juicio. El modelo tiene siglos de existencia, y la verdad es que pocos le reconocen alguna utilidad más allá de las hipotéticas. Por lo general, los abogados, al prepararlo, desconfiamos de que sirva para mucho, y los jueces, al oírlo, por lo general, desean que acabe ya antes de empezar.

Hace tiempo afirmé con alguna pasión que “el informe oral, tal y como hoy se evacua, guarda relación directa con la sacralidad de hojarasca que aún aureola la actividad de administrar justicia.”

Me ratifico en aquello. Pero, por favor, que nadie entienda en esas palabras la pretensión de acabar con el informe final. El derecho de defensa garantizará siempre su existencia  y, en lo que a mí respecta, defenderé sin desmayo ese derecho. Sólo sugiero adaptarlo a las actuales formas de comunicar.

Las pautas para el nuevo modelo que propugno, fueron sugeridas hace ya muchos años por Piero Calamadrei, en el capítulo titulado “De la llamada oratoria forense”, de su obra Elogio de los jueces (1935). Decía allí:

“El proceso se aproximará a la perfección cuando haga posible, entre jueces y abogados, el intercambio de preguntas y respuestas que se desarrollan normalmente entre personas que se respetan, cuando, sentados a una mesa, tratan, en interés de todos, de aclararse recíprocamente las ideas. Desmenuzando la oración en un diálogo, la oratoria forense se perderá, pero ganará la justicia.”

Un informe final adecuado a los tiempos que corren, sólo puede ser un “informe a la demanda”. Sólo uno así minimizaría los efectos colaterales de ese trámite. Efectos que, en el lado del  abogado, se concretan en el estrés de no poder decir todo lo que cree debe decir, en la incertidumbre de la elección de argumentos, en la inseguridad de no saber si sus argumentos interesarán al juez… Y al otro lado: el del juez, se materializan en el temor a recibir un “ladrillazo”, el desasosiego asociado a la sensación de que aquello no acaba nunca, la decepción de no escuchar nada interesante…

Lo suyo sería que, una vez practicadas las pruebas, el tribunal propusiese a los letrados las cuestiones sobre las que necesita su parecer. Sí, he escrito “necesita”. Los letrados no dejamos de ser asesores –sí, he escrito “asesores”– que le ayudamos a decidir en justicia. ¿Y qué pasa si no necesita ayuda? Contesto: ¿qué sentido tiene informarle de nada si ya está seguro de todo?

Traigo en apoyo del nuevo modelo de informe, un argumento extraído de la práctica seguida en la jurisdicción europea. Honradamente confieso que la desconozco, no porque no haya llamado a su puerta acompañando a algún cliente, sino porque nunca se nos ha permitido pasar ni siquiera a sus umbrales. Pero el estupendo artículo de Ana Santamaría Dacal: “El diferente y plural arte de abogar ante las jurisdicciones europeas” (número 110 de la revista Abogacía, del Consejo General de la Abogacía), me ha proporcionado ese argumento requetebién perfilado.

Esto es lo que la sabia letrada cuenta de aquel mundo, ya menos ignoto gracias a ella:

“para garantizar la utilidad de la vista, es frecuente [en el  Tribunal de Justicia de la Unión Europea] que la formación de juicio formule ciertas preguntas por escrito a los intervinientes o les invite a concentrar sus alegatos en determinados puntos precisos, y no es excepcional que se llame al orden a quien se sale innecesariamente de ese guión preestablecido, sobre todo si es para repetir datos o argumentos que ya están en los escritos previos.”

Esa es la idea. Me gustaría desarrollarla un poquito más. Pero, como voy casi pasado de palabras en esta entrada, la redondearé en la próxima.

Rafael Guerra
retorabogado@gmail.com 

Comparte: