01 febrero 2018

4 pasos para enfrentarse al estrés profesional saludablemente #ForLawyers

Cristina Ruiz Por Cristina Ruiz
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Transcurrió el fin de semana pasado leyendo los trabajos de prácticas externas de los alumnos que están cursando el Máster de Acceso a la Abogacía.  En los comentarios finales, muchos de ellos hacían constar que habían apreciado que sus tutores –abogados de los despachos en los que habían estado realizando las prácticas- estaban muy estresados con el trabajo diario; también comentaron que no por ello habían dejado de prestarles la máxima atención y dedicación, pero que les había llamado la atención aquello, pues no habrían imaginado en ningún momento la densa dinámica del ejercicio de la profesión.

El estrés es algo que convive con nosotros, los abogados, día a día, aunque diría que lo tenemos asumido como parte de la propia dinámica. No obstante me llevó a pensar y reflexionar sobre ello.

El mismo fin de semana, mi hija me comentó que estaba inmersa en un libro que le estaba gustando mucho: ‘The power of habits’, de Charles Duggih. Y me dijo: “Mami, de los que a ti te gustan’… jajaja. Pues bien, lógicamente me interesé en leerlo. Y es realmente extraordinario.

Y conectando aquello con esto, pensé en aquellos hábitos diarios que nos genera el propio estrés del ejercicio de la profesión de abogado, bien para soportarlo, bien para puntualmente salir de él. Abordé a varios compañeros con preguntas buscando puntos en común, y encontré un elemento recurrente para trabajar con él: el café -como no podía ser de otra manera-. Y continué con mis pesquisas sobre el uso que hacían del café a diario y en qué situaciones. ¡Es increíble!

Pues bien, la explicación anterior me da pie a escribir este artículo, intentado llevarnos a los abogados a ser conscientes de determinados hábitos poco saludables, o que nos puedan hacer perder eficiencia, o cualquier otra justificación, y profundizar en ellos para finalmente intentar superarlos o reconducirlos.

Comenzamos realizando una l práctica muy sencillita. Como siempre, hacemos uso de nuestro compañero de despacho.

Pensemos en todo aquello que de manera inconsciente hacemos a lo largo del día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, en nuestra vida familiar, profesional y social.

Ahora le contamos, de manera improvisada, sin previa estructura pero pormenorizadamente, durante dos minutos -es mucho tiempo- lo que hicimos ayer a lo largo de todo el día.

En los dos minutos siguientes, haciendo un esfuerzo de memoria, le contamos ahora lo que hicimos la semana pasada el mismo día de la semana.

Podemos alargar el ejercicio pasando por algún día más de la semana. De esta manera  podemos quedar más satisfechos en la búsqueda de la rutina que nos parezca menos beneficiosa para nosotros.

Conjuntamente, esto es, con la ayuda del compañero, prestamos atención a aquello que de manera repetida hemos hecho un día y otro, bien sean las pautas de higiene, lo primero al llegar al despacho, el momento de la comida, e intentamos distinguir las acciones más destacadas o que nos puedan parecer preocupantes.

Con esta práctica iniciamos un proceso de trabajo que tiene la siguiente estructura:

  • Identificar la rutina
  • Experimentar con recompensas
  • Aislar el motivo
  • Tener un plan

Gráfico hábitos

 1 Identificar la rutina

De entre las rutinas de un particular comportamiento -que hemos detectado en la práctica anterior-, destacamos una para trabajar sobre ella. A modo de ejemplo, y para hacer más comprensible y gráfico este artículo, voy a trabajar como si fuese mi propia vivencia la de la rutina de tomar café varias veces al día durante mi estresante jornada como abogada.

En la mañana, mientras mi hija desayuna, tomo un café rápido, sin sentarme a la vez que voy ultimando y preparando lo necesario para antes de salir por la puerta de casa. Al llegar al despacho dejo preparada la cafetera para cuando llegue María y para tomar otro café una vez que he puesto al día el email y reorganizado el trabajo de la jornada. Después, por lo general salgo al juzgado, bien por algún señalamiento, bien para obtener documentación o información sobre algún expediente. Si no tengo que ir al juzgado, voy al Colegio de Abogados -está al lado de los juzgados- a solucionar alguna de las cuestiones en las que colaboro con la institución. Por lo general me encuentro, si no he quedado previamente, con algún compañero, con algún procurador, o con el personal del colegio. En cualquiera de los casos, lo recurrente viene a ser tomar nuevamente otro café. Tras regresar al despacho a seguir trabajando, llega la hora de tomar algo o de comer, y el café de cierre. Por la tarde, de nuevo, concentración en los expedientes, y atender a los clientes por las distintas vías que se susciten. A media tarde otro café, e incluso a final de la tarde otro si la jornada se alarga, lo que no es infrecuente. Al menos he tomado en el día entre cinco y seis cafés. Eso sí, en distintas modalidades: solo, capuccino, con chocolate blanco si es de la máquina del colegio…

La verdad es que si te paras a pensar, la mente te lleva por un lado al importante gasto mensual que conlleva el ‘cafelito’, y por otro lado, a reflexionar sobre la necesidad real de tomar tantos cafés. Es en ese justo momento cuando decides -aunque sin demasiado convencimiento- “mañana voy a suprimir al menos uno de los cafés habituales, y a ver si puedo y al día siguiente suprimo uno más…”. Lo cierto es que llega mañana, y el día siguiente, y el ratio no desciende.

Seguro que en esto que estoy contando más de un lector se puede ver reflejado. En las conversaciones con los compañeros, esta historia, en términos generales, se hacía recurrente.

Es fundamental comprender los hábitos, en este caso particular el hábito de tomar café reiteradamente, para ello vamos a intentar establecer una línea de conexión entre tres elementos:

  • el motivo que nos puede llevar al consumo
  • el hecho en sí, y
  • la satisfacción que dicho comportamiento nos reporta.

El primer café de la mañana es el que me pone en marcha.

El café de después de leer emails y organizar la mañana es el que me reporta tranquilidad, la de estructura el día.

El café de la salida es el social, el que compartimos haciendo más liviano el trabajo fuera del despacho.

El café de después de comer, es el de inflexión entre la mañana y la tarde con dinámicas distintas.

El de media tarde es formal, de relación con el cliente, me permite ese tú a tú cercano en  la distancia.

Y el de última hora de la tarde es el que me impulsa para rematar satisfactoriamente la jornada.

En cada caso, ‘aparentemente’ tengo una motivación y beneficio que me reporta al tomar el café buscado. Entonces  ¿qué café de los que tomo al día elimino? –nos podríamos preguntar-. Sin embargo la pregunta que nos debemos realizar no es esa, sino otras:

¿Qué es lo que me motiva a tomar café? ¿En  qué momento es en el que provoco deliberadamente un ‘kit kat’? ¿Necesito la cafeína para sentirme energético?…

¿Qué beneficio realmente obtengo? ¿El café en sí? ¿Que el café coadyuva a crear momentos  a lo largo del día con  un toque especial? ¿Sentirme social?…

A priori parece que pudiéramos tener claros nuestros motivos y satisfacciones, sin embargo a veces, profundizar un poco más nos lleva a encontrar ese impulso ‘aparentemente’ desconocido que nos lleva al hábito. Para ello vamos a realizar una práctica que nos llevará un tiempo.

2 Experimentar con recompensas

Práctica l Las recompensas.

Día 1 ·  En vez de tomar el café de después de ver el email y organizar la mañana, sal de tu despacho y saluda a otro compañero del despacho de al lado; reorganiza manualmente algunos expedientes, o desubica y ubica algún elemento del despacho o de la oficina; o sal a la calle, respira un poco de aire fresco y vuelve. Sin tomar el café.

Día 2 ·  En el momento del café toma algún tentempié que te apetezca –cómpralo previamente-. Sin tomar el café.

Día 3 · En el momento del café realiza alguna acción deportiva básica, algún ejercicio de yoga, unos estiramientos… Sin tomar el café.

¿Cómo te has sentido en cada uno de esos días con el pequeño cambio? Para ir dando consistencia al camino hacia el cambio del hábito, Duggih sugiere, a eso de los 15 minutos de no haber tomado tu café -tras haber salido a la calle a despejarte, o haber tomado el ‘kit kat’ en tu mesa de trabajo o haber practicado algún ejercicio-, y éste te esté llamando nuevamente, anotar en un papel las tres cosas o palabras que se te vienen a la mente -emociones, pensamientos, reflexiones, sensaciones-. Esas anotaciones te permitirán en ese momento distraer tu atención sobre el café, pero también te llevarán a entender tu real motivación. Por ejemplo, si tu motivación para tomar el café en ese momento en particular, es la necesidad de parar un momento para continuar con la dinámica que marca el día, alguna de las anotaciones podrían ser: ‘respiro’ o ‘punto de partida’. Si por el contrario es que tenemos necesidad de ‘echar algo al cuerpo’ toda vez que solo hemos tomado un café rápido antes de salir de casa, las anotaciones podrían ser: ‘vacío en el estómago’ o ‘falta de energía’. O la necesidad de activar el cuerpo: ‘vitalidad’, ‘nueva fortaleza’.

¿El café es una excusa? ¿Qué necesidad real tenemos en ese ‘momento café’? Esto es realmente lo que estamos buscando en relación a nuestro hábito.

Experimentando con diferentes recompensas de satisfacción podremos comenzar a conocer realmente cuál es la motivación de nuestro hábito, para finalmente redirigirlo.

3 Aislar el motivo

Así es, una vez que hemos identificado la rutina, y experimentado con las recompensas, tenemos que identificar la verdadera motivación que desencadena el hábito.

Cualquier acción que realizamos, lógicamente, está influida o condicionada por nuestros distintos comportamientos en relación al entorno. ¿Por qué realmente tomo el café de la primera parte de la mañana? ¿Tal vez porque desayuné poco al levantarte? ¿Porque tengo cogida la hora sin más? ¿Porque el entorno me lo pide?

Para aislar un motivo en el entramado de un comportamiento, estudios de investigación determinan cinco categorías en las que podemos encuadrar los distintos comportamientos:

  • Ubicación
  • Hora
  • Estado emocional
  • Otra gente
  • Inmediatamente antes de la acción

Práctica l Cuando llega el momento y sentimos la necesidad de tomar ese segundo café al que estamos habituados, podemos contestar a estas cinco preguntas:

  • ¿Dónde estás? (En el despacho)
  • ¿Qué hora es? (Sobre las 10 horas)
  • ¿Cuál es tu estado emocional? (Agobiado por el día que me espera)
  • ¿Quién más está contigo? (Nadie)
  • ¿Qué acción precedió al impulso? (El haber terminado de estructurar la agenda del día)

El primer día te haces estas preguntas y anotas sus contestaciones.  Al día siguiente vuelves a realizarte las mismas preguntas y a apuntar las respuestas. Y al tercero. Tres días son suficientes para encontrar el elemento desencadenante del hábito de tomar café en ese momento de estudio.

Así llego a la siguiente consideración, lo que estaba desencadenando mi detectado hábito de tomar el segundo café del día no era la necesidad  de tomar algo o la de activarme energéticamente, sino la de tomar un pequeño momento de respiro antes de afrontar el día, lo que se produce a eso de las 10 horas, tras haber llegado con la inercia de comenzar el día familiar y sin haber hecho ni una breve diferenciación entre ello y el comienzo del despacho.

4 Tener un plan

El trabajo sobre el hábito continúa experimentando con distintas recompensas hasta encontrar esa que realmente me permita ir desechando aquel.

Una vez determinado, son dos los elementos que entran en juego, la firmeza y la constancia, que son los que nos llevarán a consolidar en el tiempo el nuevo hábito. La teoría establece 21 días para fijar nuevos hábitos. No son tantos, ¿no?

Sencillamente se trata de establecer un nuevo hábito más saludable, o que me lleve a una mayor eficiencia… Realmente merece la pena liberar nuestro estrés en el ejercicio de nuestra profesión con hábitos más saludables, a pesar del esfuerzo apriorístico que ello requiera.

Conclusión en relación al hábito

Puedo reconducir mi hábito del segundo café hacia cualquier otro hábito o acción más saludable que me permita una pequeña desconexión o el necesitado respiro momentáneo para enfrentarnos al estrés de la profesión.

La práctica propuesta en este artículo es, lógicamente, aplicable para descubrir cualquier hábito consciente o inconsciente y trabajar sobre él.

Para finalizar

Quiero hacer referencia nuevamente al libro ‘The power of habits’, sin duda un magnífico trabajo que Charles Duggih al presentarlo comienza advirtiendo que no una existe un receta mágica para cambiar nuestros hábitos, sino que existen miles, nuestras vidas y nuestros comportamientos son todos diferentes, y por tanto completamente distintos de diagnosticar y de establecer nuevas estructuras mentales. En cualquier caso, con tenacidad y constancia podemos modificar cualquier hábito.

Liderar nuestra propia vida en sus distintos ámbitos, también el  profesional, conlleva ser consciente de los desencadenantes de nuestros comportamientos y dirigir nuestras actitudes. Quisiera que este artículo se configurase para ti como el primer paso para comenzar a hacerlo.

Cristina Ruiz
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