09 abril 2024

Nueva retórica para la Inteligencia Artificial

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

Desde hace algún tiempo, vengo pensando que debería cambiar la orientación de los artículos sobre retórica forense que el Consejo General de la Abogacía Española tiene la deferencia de publicarme en su blog de Comunicación, Marketing y Coaching. ¿Qué sentido tiene proponer prácticas para la redacción de escritos cuando muy pronto los compondrán programas informáticos? De hecho, ya los componen.

Sin ir más lejos, ChatGPT, aplicación muy popular entre los economizadores de la creatividad, hace unos escritos procesales bastante aceptables.

He necesitado pedir a esa especie de quimera que me tradujese al lenguaje llano, un complicado fragmento de una sentencia dictada por una audiencia provincial. El resultado me ha sorprendido. La prosa áspera e indigesta del texto humano, se transformó en otra blanda y amable en la traducción. El contenido, sólo vaya. Ambos textos lo ofrecían parecido, pero un tanto impreciso, para mi gusto, claro está.

La llamada Inteligencia Artificial se encuentra en fase preadolescente. Es el momento de empezar a confeccionarle una retórica a medida. Otro día, propondré algunas reglas que se me ocurren para ella.

Estoy seguro de que los escritos forenses generados por la Inteligencia Artificial ya adulta serán perfectos y, si no del todo, casi. Las demandas, contestaciones, recursos, alegatos, incluso sentencias compuestos con ella serán fáciles de leer, directos, precisos, lo más breves que el asunto requiera, e incluso entretenidos.

Y lo mejor es que, cuando los escritos automáticos lleguen a ese grado de perfección, ya no será necesario leerlos, porque otros programas igual de informáticos se encargarán de hacerlo. ¿O alguien cree que se crearán aplicaciones procesales sólo para componer escritos y no para leerlos? Por supuesto que habrá también de éstos.

Un programa compondrá la demanda, que leerá otra aplicación, la cual, a su vez, escribirá la contestación, y ambos escritos serán leídos por otra más, que redactará la sentencia correspondiente.

Por el camino, otras aplicaciones habrán revisado las pruebas, que analizarán y adaptarán a los requerimientos de la aplicación juzgadora.

La sentencia resultante de esa primera vuelta, será revisada por otra aplicación, que, en su caso, formulará alegaciones, a la que otra contestará. Los escritos mecánicos de impugnación y de oposición serán leídos por otra aplicación, que emitirá nueva sentencia, a partir de la cual podrá iniciarse otro proceso de revisión como el descrito.

Todas las aplicaciones implicadas correrán en la misma máquina, incluso podrá ser una única aplicación ubicada en la nube, la que realice todas las tareas. Empleará unos pocos segundos y la tutela judicial jamás sufrirá retrasos.

¿Y, mientras, qué haremos los abogados y los jueces? Satisfechas nuestras necesidades vitales por las máquinas, nos entretendremos celebrando, en un metaverso procesal, juicios como se han venido haciendo desde la Roma clásica.

En lo que afecta a mi actividad como susurrador de prácticas comunicativas, la retórica forense hoy al uso se convertirá en un arte similar al de la caligrafía. Se cultivará por el puro placer de disfrutar su belleza. El universo real de hoy pasará a  virtual, cuando el de este tipo que actualmente estamos construyendo, se transforme en el real.

Dada mi posición en el tiempo, no llegaré a ver a la Inteligencia Artificial enseñorearse del foro. Durante una temporada, aún seguirá habiendo escritos procesales redactados de teclado y letra. Así que, a pesar de lo dicho al comienzo de este artículo, probablemente mantendré mi orientación retórica. Seguiré practicando la que aprendí con el tratado que Quintiliano escribió en el siglo primero de nuestra era.

Y si el futuro me alcanza y me obliga a vivir la automatización total de la justicia, promoveré la creación de un club de aficionados a la caligrafía retórica, para entretenimiento propio y de cuantos quieran unirse a él.

No hay marcha atrás. La Inteligencia Artificial nos arrojará del espacio procesal en el que nos encontramos. Pero siempre nos quedará París, donde viviremos mundos imaginados en los que desempeñaremos el papel de abogados y jueces de toda la vida.

Este artículo no ha sido escrito con ChatGPT ni con ningún otro bot semejante.

Comparte: