27 octubre 2016

‘El abogado, un gladiador en el circo romano’ · #MIEDO for lawyers

Cristina Ruiz Por Cristina Ruiz

Los abogados

somos grandes comunicadores, auténticos gladiadores que nos enfrentamos en lucha a un compañero –otro abogado- al que estimamos, quedando sometidos al criterio de un árbitro –juez- que no simpatiza con nosotros, y bajo la tiranía de un señor –cliente- que no tiene claro esto de las heridas de guerra.

¿Quién no tendría miedo ante esta situación? El miedo no es posible eliminarlo, pero sí podemos superarlo: la clave está, simplemente, en evitar que nos domine.

La vía para conseguirlo es practicar ejercicios y técnicas que nos ayuden a gestionar nuestros propios pensamientos y motivar nuestras conductas positivamente.

El miedo, una emoción básica

El miedo es una emoción básica, como la alegría o la tristeza. La timidez, la vergüenza, la culpa, el ridículo… son emociones sociales, pero no son básicas. El miedo es importante para protegernos de las amenazas, la alegría para producirnos placer.

‘Miedos en la abogacía’, suena a película de terror. ‘Un abogado en el circo romano’, suena a película de humor…. Esto es lo que se me viene a la mente al escuchar esta frase de Julio García Ramírez -abogado y comunicador-: “¿Os imagináis a un gladiador que, en vez de sudar cuando está ante el león, se ponga a bailar sevillanas? ¿Quién tiene miedo ante el juzgado? ¿Quién no tiene nada de temor cuando va al juzgado?

…Esperando en el pasillo del juzgado, tienes un juicio. Es un juicio nuevo, nuevo fondo, nuevos argumentos, nuevas pruebas… La acusación particular, el fiscal, los demandados, el cliente acechando, los testigos impacientes… Tú estás nervioso. No es la primera vez, ya has tenido señalamientos en otras ocasiones… ¿Cómo es posible que aún te sigas poniendo nervioso? Sin embargo, esta vez, aunque parecida a otras veces, es algo diferente. Cuando te llaman para entrar piensas: ‘Tengo miedo, pero… hoy lo bordo’, y lo sigues pensando según te diriges al estrado.

¿A qué se debe este cambio en tu pensamiento? Pues sencillamente es que has vivido con anterioridad una situación similar a ésta, y tu cerebro ya la había procesado: olores, sensaciones, estímulos,  percepciones… Conforme vas avanzando por la sala, y saludas al juez, al secretario, a los compañeros contrarios o no… tu mente hace que te vayas sintiendo más a gusto cada vez…. Y a su vez, va procesando toda la nueva información que va experimentando en la situación presente.

¡¡¡Oh dios mío!!! Se me ha olvidado la toga…  ¡¡¡Problemón sin solución!!! (Esto es lo que ahora piensa tu cerebro). Y el estado de nerviosismo y miedo te invade poderosamente, tu vista se pierde, tu mente se distrae, el sudor comienza a aflorar por absolutamente todos los poros de tu cuerpo. El calor corporal asciende repentinamente varios grados, se hace asfixiante, casi no puedes respirar, tienes un deseo incontrolado de comenzar a quitarte algo de ropa… y vas a hacerlo… y al tocar lo que llevas puesto… esa prenda tan suelta, ese tejido deslizante por la zona superior… ¡¡¡Dios, es la toga, la llevaba puesta!!! Jajaja… Es una broma. Pero, ¿a quién no le ha ocurrido esto con las gafas de sol y las llevaba sobre la cabeza, o el móvil y justo estaba hablando por teléfono con él?

Volviendo a la cuestión –con independencia de las malas pasadas que nos hacen vivir nuestros propios miedos-, conforme avanza el juicio, te vas sintiendo más confiado, más relajado… momentos en los que en otras ocasiones gastabas mucha energía y prestabas mucha atención, ahora necesitan menos…

Como no hay una situación idéntica a otra, el cerebro añadirá toda la información que ha obtenido a unos modelos mentales que ya tiene preestablecidos en base a la codificación, identificación y valoración de vivencias y experiencias anteriores. Y tal y como lo ha hecho ahora, el cerebro va estructurando moldes ante las nuevas situaciones o modificando los que ya tenía correspondientes a otras anteriores, todos ellos vinculados a nuestra forma de actuar y pensar.

La cuestión es que el cerebro crea moldes -microentornos- en relación a experiencias vividas, y posteriormente las utilizará para predecir situaciones futuras a modo de protección ante cualquier amenaza –proviene del primitivo instinto de supervivencia-, evitando pérdidas, minimizando el riesgo y esquivando el daño.

La actividad del cerebro es lo que llamamos mente (valga de una manera gráfica, el cerebro es como el instrumento musical y la mente es como el músico). Así, la mente es el conjunto de facultades cognitivas que engloban procesos como la percepción, el pensamiento, la conciencia, la memoria, la emoción, la voluntad y otras habilidades cognitivas. Estos procesos pueden ser conscientes e inconscientes.

Pues bien, y toda esta disertación psico-neuro-científica sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, ¿dónde nos lleva? Pues a ser conscientes de que podemos gestionar nuestros propios pensamientos y motivar nuestras conductas. ¿Por qué pensamos lo que pensamos? ¿Por qué obramos como obramos?

El miedo. El para qué…

Cuando se abre la caja de las sorpresas afloran todos nuestros miedos, a cada uno los suyos. El miedo nace de situaciones conocidas y no deseadas, o de situaciones que no conocemos. Las que aún no conocemos son las que nos producen mayor estrés. La amenaza del miedo SIEMPRE es subjetiva. La percepción de la amenaza depende de cómo cada cual interprete los peligros. El grado de seguridad y confianza en uno mismo es lo que nos dará la clave de cómo percibimos nuestras amenazas.

¿Podemos ELIMINAR el miedo? NO. El miedo es intrínseco a nuestro cerebro. ¿Podemos SUPERAR el miedo? SÍ. La clave es, simplemente, evitar que nos domine. Ya nuestra mente se ocupa de crear mecanismos que nos ayudan a establecer que cualquier decisión actual nos conduce a situaciones  mejores que las pasadas, es lo que se conoce como ‘Talento invisible’.

¿Te acuerdas de la frase  que se  te vino a la mente al entrar a la sala de vistas? …. ‘Tengo miedo, pero… Hoy lo bordo’. Ahí está nuestro talento invisible.

Pero también estoy segura de que se te ha pasado por la mente otra idea no tan maravillosa: ‘Tengo miedo…, me voy de aquí ahora mismo. Me busco una excusa…’ Incluso de manera fugaz te planteas una conformidad, aunque sea el peor acuerdo del mundo. La huida es un mecanismo de defensa básico y ancestral, aunque, en nuestro caso, no deja de consistir en eludir las responsabilidades personales y profesionales adquiridas.

Y seguro, seguro, que unos días antes del señalamiento estábamos pensando en alguna posible causa de suspensión, para alargar en lo posible el momento de enfrentarnos a ese duro trago de la sala o en buscar algún compañero compasivo que nos pudiera hacer una sustitución. Buscamos diluir nuestra responsabilidad ante la posibilidad de que no nos salga el juicio tan bien como quisiéramos.

Ya no hay excusas ni remedios, estamos en sala, la vista ha comenzado… parece que estamos algo más tranquilos, que va fluyendo… ‘Lo voy a bordar…’, y te asalta otro temor: ‘se me va a olvidar constatar lo importante’, ‘no voy a saber cómo contrarrestar las preguntas capciosas de la acusación’, ‘me voy a quedar en blanco en las conclusiones’ y empezamos a paralizarnos mentalmente y a activarnos físicamente (nos tiemblan las manos al sujetar los folios. Tengo que soltarlos inmediatamente, que no se me note… El bloqueo psicológico nos está venciendo como estrategia frente al miedo que sentimos).

Nos están aflorando los miedos del comunicador. Sí, es que en definitiva, los abogados, somos auténticos comunicadores.

Los cuatro grandes miedos de la comunicación son el miedo a no saber qué decir, a decir lo que no se quiere decir, a no decir lo que se quiere decir, y a no ser entendido.

Los cuatro miedos

Ahora viene la pregunta del millón:

¿Cómo superar estos miedos?

La práctica de los siguientes Ejercicios nos ayudará notablemente:

1 · El miedo a no saber qué decir

Ejercicio: “1 minuto”. A partir de un tema libre, como puede ser lo que has hecho durante la mañana, tienes un minuto para que se lo cuentes a alguien. Vamos, prueba… ¿Qué te ocurre? ¿Parece que es el minuto más largo del mundo? ¿Ya no sabes que más contar? Por lo general nos sobra tiempo, al cabo de unos segundos ya no sabes qué decir. ¿Recuerdas que el discurso de cierre de un reciente debate electoral, Pablo Iglesias creía haberlo dicho todo a los 40 segundos? Desperdició 20 maravillosos segundos de persuasión. El resto de los políticos clavaron el minuto, unos con más destreza que otros, pero todos culminaron su minuto de gloria.

Si tienes un minuto debes aprovecharlo al máximo, estructurar y distribuir tus puntos y empezar y terminar con tu mensaje clave sin que te sobre ni un segundo.

2 · El miedo a decir lo que no se quiere decir

Ejercicio: “Ni sí ni no, ni blanco ni negro”. Con el tema anterior, o con cualquier otro del día a día, o profesional, si quieres. Estableces un diálogo con tu compañero, le informas de que no puede decir las palabras clave ‘sí’, ‘no’, ‘blanco’ o ‘negro’. Comienzas hablando e intentado, a lo largo de tu discurso, provocar que tu compañero las pronuncie. Éste, consecuentemente, tiene que evitar decirlo. Si termina diciéndolo, habrá perdido y tú serás el ‘winner’… No valen prácticas torticeras, como tocar o hacer cosquillas al compañero. Luego haz cambio, ¡a ver si tu compañero es capaz de hacer que tú caigas en la trampa!!

Tenemos que tener claro en nuestro discurso, en tu comunicación, aquellos límites que no queremos ni debemos pasar.

3 · El miedo a no decir lo que se quiere decir

Ejercicio: ‘NO’ · Mientras tú estás diciendo tu discurso, tu compañero, de vez en cuando, tiene que negar el discurso. Tú debes reconducirlo contra-argumentando, pero, aceptando la negación. Por ejemplo: a) Me he despertado a las 8.  b) No. c) Bueno, a las ocho ha sonado el despertador, e inmediatamente después me he levantado…

Cualquier cosa que te puedan decir, que puedas escuchar, es susceptible de ser reconducida a tu discurso. Y aunque no digas con las palabras exactas el mensaje que quieres transmitir, siempre puedes argumentar sin perder la dirección hacia la que quieres ir.

4 · El miedo a no ser entendido

Ejercicio: Se plantea una escena, tu compañero será el receptor del mensaje sin saber de qué le vas a hablar, pero tiene que intentar entender lo que le vas a contar. Tú para contárselo, sólo puedes usar números como lenguaje. Ejemplo: decir que te ha tocado la lotería, que ha entrado un intruso y tienes que salir corriendo. (554444443218,975…) La entonación que le des a los números y la gesticulación te ayudarán en la transmisión del mensaje. Haz la prueba, es súper divertido. ¿Qué? ¿Te ha terminado entendiendo tu compañero? A que sí, ¿verdad?

Piensa…, si eres capaz de expresarte sólo con números y te haces entender, ¿cómo no va a entender el juez lo que le quieres transmitir?

Ya sabes, estos ejercicios los puedes practicar con tu ‘sufrido’ compañero de despacho, pero el gran ‘reto kamikaze’ es practicar alguno de estos ejercicios en sala… Aunque no sé si aconsejártelo… ¿Te imaginas hablándole al juez con números, o en otro idioma imaginado? Casi mejor no lo hagas.

Comenzaba el artículo diciendo que el miedo es una emoción básica, si bien, hay varios tipos de ‘miedos’: la ansiedad (miedo irracional injustificado); el estrés (ansiedad ligada a un agente externo determinado); el sobresalto (miedo momentáneo por un estímulo repentino); la fobia (miedo más allá de una preocupación razonable); el pánico (deseo de escapar ante un miedo intenso)… Estableciéndose una interesante relación entre la duración y la intensidad de los distintos miedos. Por ejemplo, la fobia es de larga duración y gran intensidad; el estrés de larga duración -lo que permanece el agente externo-, pero de baja intensidad; o el sobresalto, de corta duración y de alta intensidad.

Aunque nos pueda parecer extraño, lo cierto es que el miedo es necesario en nuestras vidas, ya que realiza una función equilibrante frente al exceso de confianza, de euforia… y también frente a la ira o el arrebato. También es cierto que el exceso de miedo, por su intensidad o su prolongación en el tiempo, nos puede llevar a frenar nuestro talento personal o profesional y nuestra proyección hacia el futuro.

También he comentado en párrafos anteriores que nuestro cerebro, nuestro organismo tiene sus propias vías de ‘escape’ al miedo, sin embargo, el gran desafío es ‘evitar que nos domine’.

Una reflexión: ¿Realmente te produce miedo aquello que dominas? Creo que la respuesta que tú mismo has obtenido es: NO

Otra pregunta: ¿Cuándo dominas algo? La respuesta es: cuando lo conoces. Consecuentemente: si conoces tus miedos, estos no te dominarán.  Fácil, ¿no?

¿Qué hay mayor en ti que tus miedos?… Vamos, piensa…. ¡¡¡Tus motivaciones!!! Lo que te da sentido como persona, lo que te da sentido como profesional. Tu vocación personal y profesional. ‘La búsqueda de sentido inmuniza el miedo’. Ese sentido son ‘nuestros para qué…

Algunos ejercicios más

1 · Descubre tus miedos y tus seguridades

Tenemos miedo a hablar ante el juez y decir alguna incongruencia procesal. A perder el juicio. También tenemos miedos como empresarios en la profesión: a que no te entren asuntos, a que el trabajo te absorba…

Para ayudarnos a descubrir nuestros miedos podemos practicar el juego de roles. Todos los papeles o roles que podamos imaginar, de personajes reales o no, con sus virtudes y sus defectos, con sus contradicciones, los podemos representar. En ellos, en sus situaciones,  podemos encontrar ese yo oculto y profundo:

  • Piensa en un personaje que te fascine o te aterre, ¿por qué no?.
  • Comienza por preguntarte qué tienes en común. Subraya lo común y niega lo diferente, este es un proceso personal a partir de tus cualidades.
  • ¿Qué sentimientos, vivencias y conflictos tuyos tienen que ver con los suyos?
  • ¿Qué quieres y qué rechazas?

A partir de aquí determina: ¿Cuáles son tus puntos débiles?  ¿Cuáles son tus puntos fuertes?, como persona y como profesional.

2 · Reflexión

¿Cómo afectan mis miedos a lo que tengo? ¿Cómo mis miedos afectan a lo que soy? ¿Cuáles son mis soluciones alternativas con base en mis seguridades?

Aplícalo a tu vida personal y  profesional.

3 · Concretamos los miedos.

Los miedos más ambiguos nos atemorizan más.

Podemos utilizar la técnica de visualización que consiste en imaginar esa situación que  nos produce miedo, por ejemplo, lo que nos viene al caso: nos imaginamos en la vista del juicio oral. Nos imaginamos con todo detalle el transcurso de la misma. Esto lo hacemos un día tras otro durante los días inmediatos anteriores al juicio.

La efectividad de esta técnica viene dada por visualizar no sólo los miedos que detectas ante la situación que planteas, sino también por la proyección de nuestras seguridades, virtudes, cualidades, que son las que nos ayudarán a superar esos miedos.

Con la práctica de esta técnica se producen dos efectos favorables:

  • Uno es que al imaginarlo con cada detalle, la incertidumbre disminuye, conocemos perfectamente la situación, nos damos cuenta de que no es tan terrible como pensábamos.
  • El otro es que al ir realizando esta práctica durante varios días, se convierte en una situación casi rutinaria, ya no nos preocupa tanto, es algo que hacemos con habitualidad. Cuando realmente estemos en sala, ya para nuestro cerebro no será una situación nueva o desconocida, sino que ya tendrá precedentes, los que nosotros mismos hemos ido creando en nuestra visualización.

Definitivamente, para superar nuestros miedos es fundamental adquirir distancia y ganar perspectiva.

La motivación nos mueve a conseguir un fin, el miedo nos moviliza para evitar una amenaza” Pilar Jericó

Un último:

‘El humor es la mejor terapia frente al miedo’

Entre las fuentes de éste artículo: ‘NoMiedo’ Pilar Jericó

Cristina Ruiz

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