29 marzo 2016

Claves para que las musas visiten al abogado

José Ramón Chaves  Por José Ramón Chaves
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La actividad litigiosa del abogado se parece a la técnica de respiración deportiva: inspirar el aire del problema y captar doctrina y jurisprudencia usando el olfato jurídico para captar sus matices, y seguidamente expirar el alegato por la boca en la vista oral o en los escritos procesales.

Pero el máximo rendimiento jurídico se saca de la segunda acepción de la inspiración, la referida al brote de creatividad o lucidez repentina que facilita la llave para el éxito forense.

No podemos pensar que la ley es fría y que la labor jurídica consiste en encajar hechos en normas y servirlas en plato frío. Las leyes admiten interpretaciones clarividentes y los hechos muchas posibilidades de prueba pero para ello es preciso dar rienda suelta a la creatividad.

El problema es que la inspiración jurídica no se improvisa sino que se forja con varios factores, que están mas allá del consabido trampolín que ofrece la propia experiencia y la suministrada por los veteranos.

El primero, la formación. No se trata de estudiar cada caso en todas sus aristas, sino de destinar parte del tiempo a la formación general que permita conocer las instituciones jurídicas de la especialidad. La visión panorámica de la disciplina de la especialidad propicia la creación de un fondo de cultura que permitirá salir al paso de las zancadillas procesales, de los incidentes que jalonan el proceso.

Nada de ser graduado en derecho y echarte a dormir, pues el título universitario no garantiza conocer y comprender los principios jurídicos de cada disciplina y de cada instituto, pese a que esos principios son la herramienta que se alza en atajo para que el cerebro capte dónde está el flanco débil del contrario o el punto fuerte del propio. Para ser creativo, para tener inspiración jurídica y dar un jaque al contrario, hay que alimentarse de lecturas, de doctrina y de jurisprudencia, y rumiarlas en silencio. Y cuando menos se espere, aflorarán en forma de hallazgo jurídico. Mucho estudio solitario en el pasado se agazapa tras ese “eureka” que ronroneará el abogado exitoso en casos futuros.

El segundo, el networking. Mantener contactos con compañeros, con profesionales jurídicos del foro, nos ayuda a conocernos mejor y percibir el estándar o métodos jurídicos en boga. Estar en el mercado jurídico, saliendo de los muros del despacho pero al servicio del despacho, requiere estar alerta al rumor, la opinión, las sinergias y el tráfico de ideas jurídicas que proporciona. Un colega sincero y de mano tendida, o la voz amiga y generosa en una red social profesional, puede ser tan útil como un centón jurisprudencial. Lo nuevo, lo espontáneo y lo de vanguardia alimenta discretamente el potencial creativo del abogado.

Y en tercer lugar, el aterrizaje de la mente en el caso concreto. No se trata de detenerse en la cuestión jurídica formal, procedimental o procesal sino esforzarse en visualizar el caso, con los pies en la tierra. Infinidad de árboles jurídicos no dejan ver el bosque. Muchos problemas jurídicos se ofrecen enrevesados con marañas jurisprudenciales, legales y doctrinales, pese a que un simple esfuerzo de visualización racional de la secuencia de hechos, según la versión ofrecida por cada parte, puede demostrar con claridad evidencias utilísimas. Al igual que Alejandro Magno cortó con su espada el nudo gordiano, muchos abogados descubren la esencia de un problema con solo visualizarlo, pues tras apartar la selva jurídica, les deja paso a la idea victoriosa.

En suma, con la letra del estudio jurídico y con la música que nos ofrece el networking, bajo la batuta de una mente libre, conseguiremos el trípode para una inspirada defensa jurídica, y decimos “inspirada” en la tercera acepción, la de brillante.

José Ramón Chaves 

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