16 septiembre 2013

Elemental, mi querido Watson

Hace un par de meses (el 11 de julio de 2013) la Asociación de Expertos Nacionales de la Abogacía TIC (ENATIC) tuvo la amabilidad de invitarme a participar en uno de sus eventos #TICLAWYERS, en el Colegio General de la Abogacía Española: “Los retos de la abogacía digital ante la nueva Sociedad de la Información”.

Uno de los aspectos que más interesó fue el de la “gestión del conocimiento jurídico” y cómo determinadas herramientas informáticas pueden ayudar a aliviar el trabajo de los abogados y a desatascar la Administración de Justicia. Pero, al mismo tiempo, también podían plantear algunos problemas o dudas, desde el punto de vista deontológico.

Hablé del proyecto Watson, de IBM, un superordenador capaz de responder a preguntas formuladas en lenguaje natural y que, tras una demostración de su potencial en un famoso concurso de televisión en EEUU, ha empezó a utilizarse en Medicina, como un sistema de apoyo para la toma de decisiones clínicas (ayudar al diagnóstico y al tratamiento de los pacientes).

De hecho, cuando oí hablar por primera vez de “Watson” fue en el ámbito de la e-health y pensé que el nombre, quizá, se debía al Dr. Watson, el ayudante de Sherlock Holmes, que -a veces sin pretenderlo- le ayudaba a éste a resolver los enigmas. Me gustó el símil, porque se le otorgaba un papel secundario, frente al ser humano, que -se supone- es el que realmente piensa y toma decisiones.

No obstante, al indagar sobre el tema, enseguida comprobé que se le puso ese nombre en honor del fundador y primer presidente de IBM, Thomas J. Watson (lo que demuestra que la realidad muchas veces te estropea una bonita teoría).

El caso es que Watson es capaz de consultar en milésimas de segundos una infinidad de bases de datos de una gran multitud de fuentes: literatura médica, resultados de los últimos ensayos clínicos, historiales y antecedentes sanitarios, etc. Y le ofrece al médico pautas para el diagnóstico y el tratamiento del paciente, que éste puede aceptar o rechazar y seguir haciendo preguntas.

Pues bien, no es descabellado pensar que en poco tiempo pueda hacerse lo mismo con el conocimiento jurídico (leyes, jurisprudencia, doctrina…) y que Watson ofrezca a los abogados, jueces y diferentes operadores jurídicos una respuesta a las preguntas que éstos le hagan. De hecho, así lo indicó en 2011 el CEO de IBM, Robert C. Weber.

Incluso podría pensarse en que Watson, o un sistema de inteligencia artificial similar, ofreciese una propuesta o simulación de resolución de un caso, que le sirviera a un abogado para decidir si conviene litigar o no, o para plantear una estrategia con mayores probabilidades de éxito. O que facilitara a un Juez un borrador que sólo tuviera que validar, como el de la declaración de la Renta.

Problemas deontológicos.

Sé que muchos pondrán el grito en el cielo y que dirán que una máquina nunca podrá sustituir a un buen profesional del Derecho… y tienen razón. Aunque, por otro lado, viendo la calidad de algunos escritos jurídicos e, incluso, sentencias, creo que algo mejoraría el vergonzoso “copia y pega”, a veces con poco criterio, que se realiza en muchos de ellos.

Está claro que sería una magnífica herramienta de gestión del conocimiento y de apoyo para la toma de decisiones, pero que no debería sustituir el criterio y la responsabilidad del profesional del Derecho.

Pero los problemas deontológicos aparecen enseguida: ¿qué médico, abogado o juez se atrevería a contradecir al sistema?, ¿qué responsabilidad tendría un médico si contradice el diagnóstico y tratamiento propuesto por Watson y luego el paciente fallece?, ¿no es lógico que prefieran ir a lo seguro, a un ejercicio de la “medicina defensiva”?, ¿no puede ocurrir algo parecido en Derecho?

Aquí y ahora.

Quizá suene a Ciencia Ficción, pero la informática y los sistemas inteligentes ya se están introduciendo en el día a día de la Administración de Justicia, no sólo en los Juzgados y Tribunales, sino también en los despachos de abogados y procuradores y otros operadores jurídicos o “pre-jurídicos”, que pueden ayudar a desatascar la Justica y a que ésta sea más rápida; es decir, verdadera Justicia.

Buena prueba de ello es, por ejemplo, la plataforma “mediare” de la empresa española e-JusTIC, que ganó el premio especial vivero  de la pasada edición del SIMO. Un sistema de mediación y de gestión on-line, cuya implantación ayudaría a desjudicializar muchos asuntos (en especial: reclamaciones de cantidades, mediación familiar e, incluso, conflictos de propiedad intelectual).

El caso es que los abogados -y juristas en general- debemos familiarizarnos y acostumbrarnos a trabajar con estas nuevas herramientas, porque el abogado TIC es el que es experto en el Derecho de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, pero todos los abogados tenemos que ser abogados TIC, en tanto usuarios, como hasta ahora lo hemos sido de los libros o del teléfono.

Más información en el blog de Borja Adsuara

Borja Adsuara Varela

Profesor, Abogado y Consultor

Experto en Derecho de la Sociedad de la Información

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