16 abril 2020

Somos esenciales

¡Claro que somos esenciales! Por supuesto que sí. El día que la Abogacía deje de serlo ni será Abogacía, ni habrá Estado de Derecho, ni existirá democracia. Así de elemental. Estaremos hablando de otra cosa, de otros sistemas, de otros modelos de organización política y jurídica, pero no de Estado de Derecho ni de lo que la Abogacía significa como presupuesto para su existencia. Tanto es así que somos la única profesión que nuestra Constitución -hasta en cuatro ocasiones- menciona expresamente.

¡Claro que somos esenciales! Lo hemos sido siempre para la sociedad, durante siglos. La acompañamos en su cotidianidad, escuchamos sus problemas, compartimos sus preocupaciones y sueños, pulsamos en tiempo real sus inquietudes, la asistimos, ayudamos y servimos. Somos y existimos para asegurar los pilares que sostienen los ecosistemas de convivencia más fértiles y justos, aquellos que prosperan al amparo de la libertad, los derechos, la igualdad, la tolerancia, la solidaridad, la seguridad, la ley y su respeto. Como siempre encontraremos a la Abogacía allí donde ese amparo esté en riesgo o amenazado, jugándose literalmente la vida en cualquier rincón del planeta para asegurar la defensa e integridad de derechos y libertades.

¡Claro que somos esenciales! La profesión, sus profesionales y quienes los defienden, sus Colegios y Consejos. Ayer, hoy, mañana y siempre. Ayer, cuando anticipamos los vientos de cambio hacía una democracia que al final llegaron para quedarse, cuando nuestras togas salieron a la calle para exigir la derogación de unas tasas judiciales injustas y discriminatorias, cuando forzamos la paralización de una Ley de Servicios Profesionales anti-profesiones, cuando nuestra voz sumó para implantar un sistema de acceso que ni siquiera teníamos, para impedir la desaparición de los partidos judiciales, para evitar la privatización vía IVA de la Justicia Gratuita, para incrementar los baremos en el territorio común tras 15 años de congelación o para asegurar un servicio ético y de calidad con un nuevo Código Deontológico.

Esenciales hoy, cuando vivimos uno de los momentos más complicados de nuestra historia reciente. Tiempo de responsabilidad y madurez, de estar donde se nos reclama y de reclamar para servir mejor a lo que se nos convoca. Tiempo de convicciones, de lealtad, de responsabilidad y de unidad. De concentrar esfuerzos, de legitimar, de centrifugar certezas, confianza y verdades. La hora de no dudar, de hacernos fuertes, de construir juntos con firmeza, constancia e inteligencia, de edificar civilización desde el Derecho, la defensa, la razón y el ejemplo. Es la hora de las instituciones, sí, de reivindicar y apremiar lo que en justicia venimos demandando (asistencia telemática, material profiláctico, medidas económicas para autónomos y mutualistas…); de estar donde tenemos que estar para que se cuente con nosotros, para que la Justicia escuche la voz de la Abogacía y mejore con nuestras propuestas sustantivas y procesales; de ser más transparentes que nunca y de demostrar, como estamos haciendo, que somos organizaciones avanzadas y tecnológicamente preparadas para seguir prestando servicios de calidad, útiles y eficientes.

Como esenciales seremos mañana, cuando todo esto pase, cuando tengamos que enfrentarnos a nuevos escenarios, a una realidad incierta, a otros paradigmas, a un mundo transformado en el que las sociedades, como las democracias, seguirán en pie, resistiendo embates, urgencias y dilemas de todo tipo, sobre lo que somos o nos define, justifica y atañe. Un mañana y una democracia que seguirán teniendo a su lado una profesión y una Abogacía Institucional orgullosa, sensible, solidaria y leal, sí, pero también constructiva y exigente. La que no quiere que nuestra Justicia hiberne, proponiendo un completo programa de reactivación gradual de nuestros juzgados, incluso durante la vigencia del estado de alarma. La que se preocupa por quienes más están sufriendo el impacto de esta crisis, reclamando medidas justas que amortigüen el grave quebranto económico que está suponiendo para muchísimos compañeros y compañeras. La que construye Justicia porque es también Justicia, participando activamente allí donde se nos ha convocado para anticipar, a ese día después que cada vez está más cerca, respuestas útiles para el servicio público de la justicia, para la sociedad y, muy especialmente, para nuestra profesión.

¡Claro que somos esenciales! Esenciales para el Derecho, para la democracia, para tejer diálogo, esperanza, certidumbre y seguridad jurídica, para transmitir certezas a una sociedad que hoy se mira en el ejemplo y no en el conflicto miope, para hacer más fácil esa necesidad tan propia del ser humano de querer ver el horizonte, de ver un poco más allá, que al final -como decía Luis Eduardo Aute- “es lo que nos salva”.

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