27 septiembre 2023

Riesgos y retos de la Inteligencia Artificial

Este verano me encontré con un amigo que había decidido aprovechar unas horas de sus vacaciones para poner orden en su despacho. Entre otros muchos recuerdos del pasado, de algunos armarios habían salido los disquetes de memoria que se usaban en los ordenadores para almacenar información antes de que se desarrollasen los CD-ROM y, tiempo después, las memorias USB. En esta ocasión, no nos accedió un ataque de nostalgia pero sí nos sirvió para hacernos conscientes, una vez más, de la magnitud del cambio tecnológico que se ha obrado en el mundo en las últimas dos décadas. La profundidad en la transformación de nuestras rutinas profesionales y personales ha sido tal que podemos asegurar que nunca antes se produjeron a tal velocidad.

Lo sabemos muy bien quienes, por nuestro momento vital, hemos transitado de la máquina de escribir y el correo postal al smartphone y la mensajería instantánea, pasando por el fax, la impresora matricial y el ordenador off line. Del soporte físico a la realidad digital en pocas décadas. Nunca la humanidad avanzó tanto en tan poco tiempo.

En ese vértigo de los cambios en los que las sucesivas actualizaciones de hardware y software nos atropellan cuando apenas hemos comenzado a controlar las versiones anteriores, hemos comenzado a utilizar con cierta normalidad el término Inteligencia Artificial. Mientras apenas iniciamos los pasos para saber cómo funciona, sus creadores nos sorprenden con sucesivas mejoras que multiplican sus capacidades, ya de por sí impactantes. Son tantas sus posibilidades que ha comenzado a cundir el temor de que las primeras colisiones con aspectos vitales de algunas de nuestras legislaciones (Código Penal, Protección de Datos, etc) se conviertan en un torrente imparable.

Los apologetas de la IA anticipan que si en los últimos 20 años la tecnología ha avanzado más que en los 100 años precedentes, el desarrollo de esta nueva inteligencia generada por las máquinas permitirá obrar en la próxima década transformaciones mucho más relevantes que las llevadas a cabo en el siglo y medio anterior. Quienes todavía no se sienten cómodos a bordo del tren del mundo digital pueden verse obligados a subir directamente a la velocidad supersónica que implica el funcionamiento de la IA.

Sin embargo, como apuntamos, conforme vamos conociendo sus ventajas también van a aflorando los riesgos. Nadie duda del paso adelante que la aviación comercial supuso para el desarrollo del planeta. Como tampoco existe quien esté en desacuerdo con que su gestión debe producirse extremando las medidas de seguridad para evitar que su anómalo funcionamiento genere pérdidas de vidas humanas. De la misma forma, no se trata de frenar el desarrollo de la inteligencia de las máquinas, pero sí de establecer los cauces por los que ésta debe desarrollarse para no atropellar derechos más que relevantes para el conjunto de la sociedad.

A ello apuntan algunas de estupendas colaboraciones que forman parte de esta edición. Sus reconocidos autores descienden sobre diferentes aspectos especialmente críticos en esta posible colisión y advierten sobre la necesidad de legislar para poner límites a su desarrollo y funcionamiento. ¿Cabe imaginar una aviación en la que cualquiera con un avión pudiera volar a cualquier lugar sin regirse por las estrictas normas de la aviación civil? La Inteligencia Artificial requiere de una regulación urgente, en la que necesariamente se debe contar con el parecer de quienes ejercemos la Abogacía.

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