10 diciembre 2021

La COP26 y las múltiples COP en torno a ella: por qué es importante valorarlas en su conjunto

Han pasado ya algunos días desde que se celebró la Conferencia de Glasgow, y con la velocidad con la que se suceden los acontecimientos en los momentos actuales conviene hacer una reflexión sobre lo que se acordó en la misma.

Algunos recordarán que la preocupación ambiental se inició oficialmente en el año 1972 con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada Estocolmo.  También se acordarán de los 27 principios de dicha Conferencia, cuando se empezó a hablar de las generaciones futuras… 

Luego se sucedieron otras Cumbres, se llegó al Protocolo de Kyoto y finalmente al Acuerdo de París de 2015.  A pesar de todos estos acuerdos, el aumento de los gases de efecto invernadero sigue avanzando.  Lo que es evidente es que hay que limitar el aumento global de las temperaturas. Como decía el titular de un periódico recientemente: “Urge pasar a la acción para salvar el planeta”.

 Nada mejor para ello que la reflexión hoy en este blog de Víctor Viñuales, Director Ejecutivo de Ecodes, comprometido con la defensa ambiental, que asistió a la Cumbre de Glasgow y nos traslada sus impresiones.

José Manuel Marraco Espinós. Abogado

La COP26 y las múltiples COP en torno a ella: por qué es importante valorarlas en su conjunto

Víctor Viñuales. Director ejecutivo de ECODES

 Muchas personas me han preguntado en estos días por la cumbre climática de Glasgow. Los medios de comunicación y varias organizaciones ecologistas han sentenciado: fue un fracaso.

Yo no soy de esa opinión tan de polarizada y radical. Es verdad que, tras el último informe del IPCC, que señalaba la enorme gravedad del cambio climático, la COP26 debería haber sido la cumbre en la que todos los países del mundo hubieran llegado con los deberes hechos y con compromisos ciertos de reducción de emisiones para que la temperatura no subiera más de 1,5 grados respecto de los niveles preindustriales.  Eso debería haber ocurrido… y no ha pasado.

Pero yo quiero subrayar que, junto a esta gran verdad, hay otras verdades que deberían ser conocidas y reconocidas. Apunto algunas de ellas.

En realidad, en los últimos tiempos coexisten varias COP.  Existe la cumbre oficial en la que 197 países del mundo -por consenso- tratan de ponerse de acuerdo a pesar de sus múltiples diferencias en unas decisiones unánimes.  Es un pacto complejo: unos son países petroleros; otros han contribuido enormemente a la generación del cambio climático; otros son países que apenas hay generado el problema, pero sufren los daños que ocasiona… Cualquiera que pertenezca a una comunidad de vecinos de gran tamaño se dará cuenta de la dificultad del empeño. Incluso en esa cumbre formal se han producido avances significativos. Enumero algunos: se ha asentado que el objetivo común es lograr que la temperatura no suba más de 1,5 grados, ha quedado claro que los combustibles fósiles están en la ceremonia del adiós, se ha acordado la necesidad de reducir las emisiones un 45% para el año 2030, se ha pactado una revisión de los compromisos de reducción para finales del año próximo… Sí, incluso en la cumbre del consenso ha habido avances significativos que no conviene obviar.

Existe otra COP en la que el consenso ya no reina: es la COP de los acuerdos voluntarios. Esa cumbre no ha estado en el foco de la opinión publicada y sus resultados han quedado en la sombra. Una lástima. Sin embargo, desde mi punto de vista, los acuerdos presentados en esa COP informal, junto con los avances realizados en la conferencia oficial, prefiguran el porvenir cercano de sectores claves de la economía mundial.

En esa segunda COP -donde la norma son los acuerdos voluntarios, de los que quieren, referidos, en general, a un tema concreto- ha habido una “gran cosecha”. Más de 400 entidades se comprometieron a financiar la descarbonización de la economía mundial con 130 billones de dólares, una cifra increíble. Una coalición de países, regiones, ciudades, empresas automovilísticas y entidades financieras anunciaron su meta: no vender coches y furgonetas con motores de combustión más allá del 2035 en los países más desarrollados y en 2040 en todo el mundo. Entre esas compañías automovilísticas que presentaron esa iniciativa estaba Volvo, Ford, General Motors… Además, más de 100 países, entre ellos España, se comprometieron a reducir sus emisiones de metano un 30% para el año 2030.

Son solo tres ejemplos. Hay muchos más. Unos son más ambiciosos y disruptivos; otros, más tibios. Pero todos ellos señalan el camino que, mañana, recorrerán el resto de los actores económicos de esos sectores. El Glasgow estas iniciativas las rubricaron los pioneros. El resto les seguirá. Cuando se presentó la iniciativa del metano, el 18 de septiembre, los promotores eran la Unión Europea, Estados Unidos y 7 países más. En noviembre, en Glasgow, eran ya 100 naciones.

Los acuerdos voluntarios que se presentaron en la COP26 van a condicionar el paso de aquellos actores institucionales y/o empresariales que no los firmaron.  El futuro de la economía mundial pasa por esas coaliciones.

 Y existe todavía una tercer COP26: la de las entidades no gubernamentales que recorren los pasillos y las salas de reuniones para promover acciones climáticas más ambiciosas. Esa es también la COP de las manifestaciones que recorrieron las calles de Glasgow, bajo la lluvia, el fin de semana del ecuador de la cumbre. Esa COP demanda decisiones a la altura del mayor desafío ante el que la humanidad se ha enfrentado. Es la COP de la sociedad civil organizada que no entiende la lentitud de la gobernanza climática mundial. En esta cumbre hay dos partes: la minoritaria, que estaba presente en la conferencia y en las calles de Glasgow; y la mayoritaria, e inmensa, que puebla las calles y las plazas del mundo, de Este a Oeste, de Sur a Norte. En cualquier lugar hay voces que claman por una acción decidida y mundial a favor del clima. Esa mayoría global, como reflejaban todas las encuestas, esperaba más del acuerdo de Glasgow y su presión es fundamental para combatir el cortoplacismo electoral que frena con frecuencia la acción climática.

La frustración por la lentitud de muchos gobiernos y de muchas empresas está provocando un aumento de los litigios climáticos, bien contra los gobiernos, bien contra las empresas. Los abogados y abogadas interesadas en la causa climática deberían estar atentos para participar en esa creciente marea mundial de litigios climáticos. Es una palanca más de cambio. Y no de las menores.

He intentado explicar sucintamente por qué pienso que no es justo valorar la COP, sin más matices, como un fracaso. Hubo muchas cosas. Se abrieron muchas oportunidades. Hay que aprovecharlas.

Y también digo que no es inteligente destruir la gobernanza climática multilateral que existe. Los países y empresas que frenan la causa climática se alegrarían mucho si, fruto de esas críticas de brocha gorda, sin matices, las COP quedaran arrumbadas. Necesitamos mejores COP. No es deseable un futuro en el que la suerte climática del mundo se decida en la mesa del G-20 o del G-7.

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