24 febrero 2025

Jamás innovarás si tu objetivo es innovar…

Alex DantartPor Alex Dantart

Nos han repetido hasta la saciedad que quien no innove, desaparecerá. Que la tecnología, la inteligencia artificial y la automatización marcarán la diferencia entre los despachos que sobrevivan y los que se queden en el camino.

Pero… ¿Somos conscientes de verdad de lo que significa realmente innovar? Porque innovar no es un fin en sí mismo. No se trata de integrar la IA porque “hay que hacerlo”, ni de llenar discursos con términos sofisticados para parecer vanguardistas.

Innovar es una consecuencia, no un objetivo. Y si nos obsesionamos con la tecnología antes de entender qué problema necesitamos resolver de verdad, estamos empezando mal. Y lo que mal empieza…ya sabemos como acaba.

La IA es poderosa, pero no es mágica. No es una solución automática para todos los problemas del sector. Su verdadero valor radica en cómo la usamos para aumentar nuestras capacidades, reducir errores, acelerar procesos y, sobre todo, para tomar mejores decisiones que nos permitan escalar el negocio. Y eso exige algo que muchas veces se olvida: criterio.

No todo vale: la IA no puede reemplazar la esencia del derecho

Pero empecemos por el principio. El derecho no es solo un conjunto de normas y procedimientos. Es interpretación, contexto, estrategia y, sobre todo, responsabilidad. En el mundo legal la IA puede hacer cosas increíbles, desde gestionar notificaciones y expedientes u ofrecer respuestas fundamentadas hasta predecir tendencias en litigios. Pero hay algo que no puede hacer: comprender la complejidad del ser humano; la moral, la ética y las decisiones que van más allá de los datos.

Y es aquí donde muchos despachos están cometiendo un error grave. Se dejan llevar por el brillo de la tecnología sin entender lo que realmente implica. Adoptan herramientas que generan respuestas automáticas sin pensar en quién revisa, quién valida y quién asume la responsabilidad final.

Porque el problema no es solo si la IA comete errores (que los comete). El problema es si confiamos ciegamente en ella sin cuestionarla.

Antes de dejarnos deslumbrar por lo que la IA promete, tenemos que hacernos una serie de preguntas clave: ¿Qué problema real necesito resolver? ¿Puedo resolverlo con tecnología? ¿Cómo impactará esto en mi forma de trabajar? ¿Estoy sacrificando transparencia y control por una falsa sensación de eficiencia? ¿Quién supervisa los resultados? ¿Tengo mecanismos para detectar sesgos y corregirlos antes de tomar una decisión?

Si no podemos responder estas preguntas con claridad, el problema no es la IA. El problema es cómo la estamos usando.

La transparencia y el control no son opcionales

La IA no puede ser una caja negra que escupe respuestas sin fundamentación. En derecho, una decisión mal fundamentada no es solo un error. Es una negligencia. Y confiar en una IA sin entender y supervisar cómo llega a sus conclusiones es una receta para el desastre.

Por eso, cualquier despacho que quiera integrar IA debe exigir tres cosas fundamentales:

  • Fundamentación: no basta con que una IA te dé una Necesitas saber por qué y cómo ha llegado a esa conclusión. Qué datos ha utilizado, cómo los ha procesado, qué factores ha priorizado y cómo ha razonado esa respuesta. Sin esa claridad y sin esa transparencia, cualquier tecnología, por más avanzada que sea, será un riesgo.
  • Seguridad: los despachos manejan información altamente No puedes permitirte una filtración. No basta con confiar en que un proveedor de IA “cumple con la normativa”. Necesitas garantías reales de que los datos no serán utilizados sin control y de que el acceso está completamente restringido y regulado.
  • Revisión humana: un abogado no puede delegar su criterio en una No puede firmar un contrato basado en un análisis automático sin revisarlo No puede presentar una defensa sin entender el fundamento real detrás de cada argumento.

Y es que el verdadero valor de la IA está en la capacidad de juicio del profesional. Porque, al final del día, esta no puede asumir la responsabilidad de una decisión legal. Esa siempre será del abogado.

La innovación sin control es un riesgo

Ya hemos visto cómo algunas firmas han caído en la trampa de adoptar herramientas tecnológicas sin un análisis previo. Han invertido en IA sin medir su impacto, han automatizado sin evaluar los riesgos y han confiado en sistemas sin preguntarse qué pasaría si fallan.

El resultado: dependencia tecnológica sin estrategia, decisiones basadas en modelos opacos y, en el peor de los casos, errores que comprometen la confianza y la reputación del despacho.

La IA debe ser revisada, sus resultados evaluados y sus sesgos corregidos. Todo modelo puede fallar y, asumir esto, es fundamental para evitar problemas mayores. La pregunta no es si la IA se equivoca, sino cómo nos aseguramos de que, cuando lo haga, el impacto sea mínimo y controlable.

Pero lo más grave no es que una IA pueda equivocarse. Lo más grave es que muchos despachos no están preparados para detectar esos errores.

El papel del abogado: más clave que nunca

Lejos de quedar obsoletos, los abogados que sepan integrar la IA de forma inteligente serán más valiosos que nunca. Pero eso implica un cambio de mentalidad: no es cuestión de usar tecnología porque sí, sino de hacerlo con criterio.

Porque, al final, la responsabilidad no es de la IA. La responsabilidad es del profesional que la usa, que sabe cuándo confiar en ella y, sobre todo, cuándo cuestionarla.

En este contexto, el rol del abogado se redefine. Más allá de ser un experto en leyes, se convierte, además, en un estratega, un analista y un tomador de decisiones informado.

En conclusión, como vengo diciendo desde el principio, innovar no es una moda. No es una obligación. No es una competición por ver quién usa más herramientas tecnológicas.

Innovar es encontrar formas mejores de hacer las cosas. Y, en el derecho, eso significa que la IA debe ser una ayuda, no un reemplazo. Una herramienta, no un sustituto.

Por eso, antes de invertir en IA, analiza y comprende. Antes de automatizar, define controles. Y antes de confiar, valida.

Porque la IA, por sí sola, no impresiona. Lo que impresiona es cómo la usas para hacer lo que antes parecía imposible.

Así que, si tu objetivo es innovar, jamás innovarás.

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