13 julio 2023

Tuitismo, un recurso retórico muy oportuno para componer textos forenses

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra
Con el neologismo “tuitismo”, me refiero al estilo de redactar textos a base de cláusulas breves, más o menos parecidas a tuits. Antes de la aparición de las ya no tan nuevas tecnologías, habría utilizado el término “telegrafismo”, como estilo inspirado en los mensajes transmitidos por telégrafo.

El empleo del ordenador y, sobre todo, de la tableta y el stmarphone ha modificado los hábitos de lectura. Hoy se lleva mal enfrentarse a párrafos interminables con oraciones muy largas.

Atribuyo el fenómeno a la velocidad impuesta por la informática. Pero, sobre todo, a la competencia suscitada entre la mucha y muy variada información ofertada en cualquier página web. Hay que tener una voluntad de hierro para no dejarse abducir por tantas sugerencias contenidas en ellas y seguir  leyendo un párrafo de treinta líneas.

Y esa forma ansiosa de leer crea hábito.

Confieso que, cuando escribo, uno de mis obsesivos cuidados es componer oraciones que no superen las dos líneas. Como mucho, que lleguen a tres. Y sólo en casos muy excepcionales, permito que sobrepasen esta cifra; por supuesto, lo menos posible.

Y en cuanto a los párrafos, hago lo inconfesable para que no excedan las ocho líneas, que ya son muchísimas en los tiempos que corren.  Para que no sobrepase ese tope, me importa un bledo cortarlos, aunque el comienzo del siguiente interrumpa el hilo compositivo enhebrado en el anterior.

Si se rompe la unidad conceptual del párrafo con su truncamiento – como acaba de ocurrir –, el lector lo anudará fácilmente. En cambio, tendrá mal arreglo el abandono de la lectura por el miedo al aburrimiento pronosticado por un párrafo panzón.

Los puristas del estilo me anatematizarán por lo que estoy diciendo. Pero creo que, en el ámbito forense, el tuitismo o telegrafismo, que tanto da, resulta muy conveniente. Se mueve tanta información, que el laconismo total debería ser el único modo admisible de transmitirla.

No tengo que aclarar, por sabido, que el juez es el destinatario principal de nuestros alegatos. También son importantes la parte o las partes contrarias. Pero menos que quien decide el litigio. No hacemos, pues, nada especial si los abogados le facilitamos su trabajo de leer los cientos de páginas que le toca procesar.

Le encantará, seguro, encontrarse en la pantalla – hoy toda la parte escrita de los procesos progresa informatizada – párrafos breves y oraciones cortas.

No renegará de su lectura obligada si, además, la estructura sintáctica es fluida: sujeto, verbo, complementos, y sencillita: pocas – ninguna, a ser posible – oraciones subordinadas, nada de gerundios, tampoco deícticos morfológicos o semánticos, salvo casos de extrema necesidad.

Fuera escollos verbales que le hagan tropezar y le obliguen a releer. Palabras comunes, de las corrientes; esas que entiende todo el mundo. Tecnicismos, los justos. Modismos y tópicos, ninguno, que empalagan al lector.

Y, si se quiere que el juez destinatario de nuestro escrito llegue a experimentar algo parecido a la emoción, sazónese con  ideas interesantes. Llénense los párrafos cortitos, las oraciones breves, sencillas y fáciles de leer, con significados directos y, si fuera posible, originales.

Bien quisiera poder asegurar que el abogado que presente escritos forenses así confeccionados, ganará todos los pleitos. Pero, en eso, intervienen, además, otros factores. Uno de mucho peso es que el cliente tenga razón en sus pretensiones.

El letrado que “tuitee”, que “telegrafíe”, sus alegatos escritos, quizá no gane el caso. Pero, seguro, ganará fama de comunicador generoso, que no impone al juez más molestias que las estrictamente imprescindibles.

Termino recordando un antecedente literario de lo que he dado en llamar tuitismo o telegrafismo. José Martínez Ruiz, “Azorín”, solía escribir con oraciones cortas, formadas de palabras relativamente comunes y, por lo tanto, sencillas. La verdad es que sus composiciones se leen con comodidad y agrado.

Los abogados, antes de escribir una demanda, una contestación, un recurso, haríamos bien en ajustar nuestra herramienta verbal con la lectura reflexiva de este autor.

Lo siento, se me pasaba una reflexión, creo, importante. Todo lo dicho vale igual para los textos judiciales, que también son forenses. Señores magistrados, por favor,  sentencias fáciles de leer. Si las hay que tienen oraciones de 200 palabras – unas 14 líneas – o más.

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