17 enero 2023

Poniéndonos en los zapatos de nuestros clientes empresa-#forlawyers

Cristina Ruiz Por Cristina Ruiz

Lo que comenzó hace años como buenas prácticas de responsabilidad en el ámbito empresarial, y que continua con regulación vinculante, con la adopción de estrategias sostenibles, formalización de políticas o calidad de reportes en materia de sostenibilidad, da un paso más en la búsqueda de resultados de la generación de un valor compartido, real y efectivo, convirtiéndose la materia de la sostenibilidad para las empresas en un factor de relevancia –tanto desde la óptica de los consumidores como de la comunidad inversora-, y en un factor de competitividad –desde la economía de mercado-, de presente y de futuro.

En este contexto, tanto las empresas ya existentes, como las de nueva creación, encuentran en la sostenibilidad la vía de su supervivencia, pero, de igual manera la agenda de desarrollo sostenible -Agenda 2030- encuentra su impulso en las empresas. En este punto, no solo de confluencia, sino de interdependencia, deberíamos reflexionar sobre si, como organización estamos preparados bien para sucumbir, bien para sobrevivir, o bien para liderar. O, sencillamente, reflexionar sobre el estado de madurez en sostenibilidad en el que nos encontramos, y si, sea cual sea nuestro estado actual, estamos dispuestos a ir sumando pequeños pasos que puedan generar un gran impulso.

Nos conducen a la reflexión cuestionamientos tales como, si nuestra organización tiene una estructura de gobierno que permita la toma de decisiones en materia de sostenibilidad al más alto nivel, o cuando menos, desde ella sea posible la supervisión del desempeño de la materia. O, en caso contrario, en qué estructura recae la responsabilidad de la sostenibilidad y si es ese el lugar que debe ocupar. También cuestionarnos sobre si realizamos una evaluación de la materialidad -aquellos asuntos que realmente importan a la organización-, y en su caso, con qué proceso determinamos esos asuntos, con la involucración de qué terceros interesados, con qué periodicidad, y si, o cómo, integramos la materialidad en los procesos y en la estrategia de negocio y en la gestión de riesgos.

Y una última gran reflexión más, que no debe ser sino la primera de todas, si la visión de nuestra organización tiene mirada en la producción de un impacto positivo en la comunidad de sus personas y en el entorno en el que opera. Y si es así, si esta mirada se tangibiliza en una cultura corporativa concienciada y sensibilizada, y en una estrategia de sostenibilidad integrada y transversal en la organización, con compromisos, metas, y objetivos medibles bajo indicadores relativos a cuestiones medioambientales, sociales, de buen gobierno, y económicos. Y, si se encarga de informar al mundo sobre su compromiso, su responsabilidad, y su desempeño coherente, transparente y ético, en sostenibilidad.

Estas cuestiones para la reflexión nos conducen a respuestas de sí, no, no sé, tal vez, no estoy seguro…, sin embargo, lo realmente importante no está tanto en las respuestas sino en las preguntas que nos podamos hacer en el camino para liderar la relevancia y la competitividad de nuestras empresas, esto es, su sostenibilidad de presente, y de futuro.

Pues bien, si a la vista de lo anterior, la determinación es caminar y no dejar de hacerlo, la dirección a seguir es la de avanzar hacia la sostenibilidad en la línea marcada por la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que supone una transformación sostenible no exenta de retos puesto que afecta al modelo de negocio, de gobierno y de gestión.

De la reflexión a la acción. Con el ánimo de contribuir a caminar hacia dicha transformación sostenible, las siguientes líneas van a tratar de dar algunas pinceladas marco para acompañar a las empresas y organizaciones –de cualquier tamaño o sector- a integrar en su estrategia y gestión un enfoque sostenible sustentado en el compromiso con el medioambiente, la responsabilidad con la sociedad, y la ética y la transparencia en la gobernanza.

Son, esencialmente tres los soportes de la transformación sostenible en las organizaciones:
• En primer lugar, la sensibilización y el compromiso firme de la alta dirección de la organización, de ejercer un liderazgo responsable.
• En segundo lugar, tomar iniciativa e impulsar la escucha y el diálogo con los grupos de interés, conducente a conocer sus expectativas y el nivel de implicación que cada uno reclama.
• Y en tercer lugar, el fomento de la transparencia y de una comunicación coherente que muestre y demuestre el alineamiento en valores.

El liderazgo responsable de la alta dirección. Sea cual sea la estructura organizativa de la empresa, desde el órgano de la más alta responsabilidad se debe definir la “Política de Sostenibilidad”. Dicha política ha de integrar los criterios ESG -medioambiental, social, gobernanza- en la estrategia y en los procesos, al objeto de maximizar el impacto positivo en sus grupos de interés y en el entorno en el que opera. Acompañando de tal manera que permita el desarrollo real de la Política de Sostenibilidad, no se debe olvidar la elaboración de un “Código de Conducta Ética” coherente en valores, que ha de impregnar, desde el conocimiento y la comprensión, el comportamiento y la cultura de empresa.

Se mantiene el debate sobre la necesidad de crear un comité o un área de sostenibilidad específico, al igual que el de comunicación o el de financiero. El debate se sustenta en la transversalidad de la sostenibilidad en la empresa, debiendo ser el “modus vivendi” de todos y cada uno de los departamentos. Si bien es cierto, que no por ello queda de más el contar con un órgano “Comité de Sostenibilidad” -comisión, área…-, cuando menos de carácter consultivo y dependiente directamente del máximo órgano de la organización, que asegure la integración de la estrategia de sostenibilidad en la empresa, el alineamiento de objetivos -asegurando la dotación de los recursos necesarios-, o que asuma la revisión e interpretación de la Política de Sostenibilidad conforme a las tendencias y necesidades del mercado.

También, al objeto de identificar los riesgos extrafinancieros y sus consecuentes planes de mitigación y medición de eficacia. Todo lo anterior, bajo un elaborado Plan de Sostenibilidad. Y cómo no, dispensar la información para divulgación, que ponga en valor las grandes oportunidades que el desempeño en sostenibilidad y su mejora continua representan para la empresa, y el impacto que dicho desempeño está produciendo en la sociedad y en el entorno.

La escucha y el diálogo, con foco en las personas. La persona en el centro supone una mirada amplia y el máximo respeto por los derechos humanos. Esto, ligado a un compromiso público, y a un estricto procedimiento para identificar, prevenir, mitigar, y rendir cuentas sobre el impacto de nuestras acciones en todas las operaciones y actividades, y la obligación de reparar las consecuencias negativas en las que hayamos podido contribuir.

En el orden interno, las personas de la organización. La organización ha de velar por el cumplimiento del principio de igualdad de oportunidades y no discriminación, primando en aspectos como el acceso laboral, la formación, el desarrollo de carrera o la retribución, así como la gestión activa de la diversidad e inclusión, la conciliación de la vida personal, familiar o laboral. Sin descuidar el poner a disposición los tan necesarios canales de denuncia que puedan evidenciar cualquier vulneración de los derechos.

En el orden externo, el cliente. La organización ha de velar por la calidad y la información responsable del producto o servicio ofrecido, la evaluación de la satisfacción del cliente, la disponibilidad de canales de queja, y la sensibilización hacia un consumo responsable, así como la identificación y gestión de los riesgos derivados del uso del producto o servicio y que puedan suponer un impacto no deseado en los públicos más vulnerables.

Por su parte, la responsabilidad de la organización no queda ajena a su Cadena de Suministro. La empresa debe informar a sus proveedores de sus expectativas respecto al mantenimiento de la relación comercial y a sus criterios de compra responsable en función de las mejores prácticas ESG, para finalmente evaluar y clasificar a sus proveedores. En todo caso, es deseable acompañar a nuestros proveedores en la mejora de su conocimiento y procesos en materia de sostenibilidad.

La escucha y el diálogo es extiende a la comunidad y el entorno en el que la organización opera, debiendo tener en cuenta las repercusiones de sus acciones, tanto los impactos positivos como los negativos, actuales y potenciales, sociales o medioambientales, siendo conveniente desarrollar planes de acción, programas de gestión y medidas concretas para cada impacto, pero eso sí, alineadas con la visión estratégica y los valores de la organización.

La transparencia y la coherencia de una comunicación alineada en valores. La reputación y la confianza de los grupos de interés depende no solo de la capacidad de la organización de responder a los desafíos de la transformación sostenible, sino también, y en gran medida, de la posibilidad de mostrar y demostrar dicha capacidad.

La narrativa de la comunicación en sostenibilidad debe nacer del propósito, esto es, del compromiso adquirido con la sociedad para contribuir a un mundo mejor. El Plan de Comunicación de la Sostenibilidad, integrado en la estrategia de comunicación corporativa, debe estar fundamentado en estrategias reales y objetivos ambiciosos, pero desde la coherencia y la honestidad, y sin temor a mostrar no solo aquello que se hace realmente bien produciendo un impacto positivo, sino también los objetivos no conseguidos, así como los pequeños cambios y avances del día a día. La auténtica clave para conseguir una comunicación corporativa sostenible es “ser” verdaderamente sostenible.

Estas pinceladas marco sobre estos tres soportes, liderazgo, escucha y diálogo, y comunicación pretenden concienciarnos y mostrar que la transformación sostenible de nuestra empresa u organización, parte de la firmeza de los primeros pasos. Y si llevamos caminando un tiempo, concienciarnos de la importancia de que cada uno de los siguientes pasos marquen huella.
Solo tenemos que tener presente a cada paso que demos, que, la sostenibilidad en nuestras empresas es factor de relevancia y de competitividad, de presente y de futuro, y es impulso de la Agenda 2030 para un Desarrollo Sostenible.

Qué! ¿Estás cómodo en los zapatos de tu cliente empresa?

Cristina M. Ruiz Pérez · Abogada y Consultora
Socia directora “Urbanismo & Construcción · Abogados”
Directora “Sostenibilidad Estratégica · Consultants & Lawyers”

Comparte: