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22 julio 2025
Por Javier Lorente
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La ayahuasca, una bebida ancestral elaborada con la liana amazónica Banisteriopsis caapi y las hojas del arbusto Psychotria viridis, ha trascendido en las últimas décadas sus raíces indígenas para captar la atención de Europa. Aunque su empleo tradicional se remonta a siglos atrás, en la actualidad más de cuatro millones de personas participan en ceremonias fuera de la Amazonía, buscando experiencias de autoconocimiento, sanación o crecimiento personal. Debido a que la ayahuasca goza de reconocimiento y protección oficial en varios países amazónicos, el principal desafío fuera de éstos radica en la ausencia de un régimen jurídico definido que contemple su dimensión comunitaria y cultural.
La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) ha declarado de forma clara que la ayahuasca no constituye una sustancia fiscalizada. Sin embargo, la presencia en ella de DMT —una sustancia incluida en las listas internacionales de control y presente de forma natural en numerosas especies vegetales— ha generado interpretaciones divergentes en el ámbito internacional. Algunos países, como Francia e Italia, han optado por considerar que la ayahuasca está prohibida por contener DMT, equiparándola al compuesto aislado y penalizando su uso incluso en contextos rituales o tradicionales. En cambio, en España, las autoridades abordan los casos de forma individualizada. Los tribunales españoles suelen establecer una distinción entre la DMT en su forma pura y la ayahuasca como preparación tradicional, lo que impide una prohibición automática pero genera incertidumbre jurídica. Esta inseguridad deja a comunidades, facilitadores y personas usuarias en una situación de vulnerabilidad, a merced de interpretaciones variables por parte de las autoridades. Como señala el doctor José Carlos Bouso, director científico de ICEERS, «aún queda mucho por investigar, pero no podemos avanzar sin un marco legal claro».
El origen de la ayahuasca se pierde en la antigüedad. Sabemos que hoy en día cientos de miles de personas mantienen un vínculo activo con esta medicina en la Amazonía. De hecho, sus prácticas tradicionales abarcan más de cien grupos indígenas en seis países, así como diversas iglesias sincréticas con reconocimiento oficial en Brasil. Para dar una idea de las cifras, la mayor de estas iglesias, la Unión del Vegetal (UDV), cuenta con más de 20.000 miembros y sirve más de 350.000 tazas de ayahuasca al año. En consecuencia, aunque su presencia en Europa sea reciente, la ayahuasca arrastra una larguísima historia de relación humana y una amplísima base demográfica que la integra en sus cosmologías y prácticas.
«La relación sostenida durante siglos entre numerosos pueblos y la ayahuasca ha dado lugar a un saber empírico minucioso en torno a su preparación y efectos. Las investigaciones científicas más recientes no hacen sino converger con este caudal de conocimiento ancestral, validando observaciones recogidas a lo largo de generaciones», añade Bouso. En 2017, uno de los primeros estudios de Jordi Riba, farmacólogo del Hospital Sant Pau y colegas confirmó su baja toxicidad y su carencia de potencial adictivo. Más adelante, diversos estudios han evidenciado sus potenciales beneficios en el ámbito de la salud mental. Una revisión sistemática reciente (dos Santos, R. G., et al., 2024) publicada en CNS Spectrums concluyó que la bebida puede ejercer efectos terapéuticos en la depresión mayor y en los trastornos por uso de sustancias. Por su parte, un estudio transversal (Fonseca, A. M., et al., 2024) publicado en la revista European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience examinó los efectos cognitivos de la ingesta prolongada de ayahuasca entre miembros de la iglesia del Santo Daime. Los participantes con más de veinte años de experiencia mostraron una preservación de la función cognitiva global y mejoras en tareas de memoria de trabajo verbal y visoespacial, en comparación con consumidores recientes y no consumidores. Sin embargo, como también es de sobra conocido en la Amazonía, este preparado presenta también algunos peligros y contraindicaciones. Hay investigaciones que advierten sobre sus riesgos (Baker, M. R., et al., 2024), especialmente en personas con antecedentes de esquizofrenia o trastorno bipolar. La intensidad emocional de la experiencia hace también que el acompañamiento durante el proceso (Perkins, D., et al., 2021), sobre todo durante la integración posterior, resulte fundamental.
La Encuesta Global sobre Ayahuasca, realizada entre 2017 y 2019, con más de 10.000 participantes de más de cincuenta países, reveló que el 87,6% de quienes experimentaron efectos físicos adversos (como náuseas y vómitos) consideraron que éstos formaban parte de un proceso de crecimiento positivo (Bouso, J. C., et al., 2022). Estos y otros estudios sugieren que, si bien la ayahuasca no constituye una sustancia inocua, existe en ella un importante potencial terapéutico.
Una variedad de contextos
Las prácticas con ayahuasca se producen en diversos contextos: el tradicional indígena, enraizado en saberes ancestrales; el religioso, dentro de iglesias como el Santo Daime o la Unión del Vegetal; el psicoterapéutico, enmarcado en procesos de acompañamiento emocional o espiritual; y el neochamánico, que surge del encuentro entre Occidente y las tradiciones nativas. En los últimos años, la atención mediática e institucional se ha centrado específicamente en este último contexto, enfocándose en las situaciones controvertidas. Esto ha contribuido a que, en ciertos relatos públicos, la ayahuasca aparezca vinculada a fenómenos muy minoritarios como el de su aparición en entornos sectarios, dejando en un segundo plano otros aspectos mucho más significativos estadísticamente, como la dimensión terapéutica y su enorme importancia cultural.
Esta atención concentrada en situaciones controvertidas puede influir en el modo en que se percibe socialmente la ayahuasca, limitando la visibilidad de su diversidad de prácticas y del contexto cultural en el que se ha empleado tradicionalmente. En este marco, se vuelve más complejo avanzar en investigaciones que exploren su potencial terapéutico desde una perspectiva rigurosa y multidisciplinar, así como diseñar políticas y regulaciones informadas.
Si bien se han documentado incidentes de malas prácticas y consecuencias negativas, estos casos representan una proporción reducida en relación con la cantidad de ceremonias que se llevan a cabo siguiendo códigos éticos, una proporción similar a la que se observa en contextos terapéuticos convencionales. No obstante, ciertos episodios adquieren protagonismo mediático desproporcionado, alimentando percepciones de riesgo que no se corresponden con la evidencia, particularmente cuando se insertan en marcos narrativos que invocan nociones imprecisas como la de «sectas». En el contexto español, ninguna de las operaciones judiciales vinculadas a ceremonias con ayahuasca ha derivado en la confirmación de estructuras coercitivas compatibles con la definición legal de secta destructiva. La mayoría de estas actuaciones han sido archivadas, lo que pone de relieve la existencia de acusaciones infundadas más que de amenazas reales.
El lenguaje mediático
La terminología utilizada en el discurso público sobre la ayahuasca refleja, y a su vez amplifica, carencias profundas de conocimiento. Más que un problema semántico, se trata de una expresión de la ignorancia estructural que rodea este fenómeno. Cuando esta ignorancia se traduce en etiquetas imprecisas —como «secta», «droga ilegal» o «ritual peligroso»—, no sólo distorsiona la realidad, sino que legitima intervenciones punitivas y refuerza marcos de estigmatización.
Como advierte el abogado británico Darryl Bickler, «la ilegalidad no reside en una planta, sino en las acciones que las personas llevan a cabo con ella sin los permisos adecuados». Este tipo de afirmaciones cuestiona la tendencia a cosificar conceptos jurídicos sobre entidades naturales, perpetuando una confusión que socava tanto el análisis como el diseño de políticas públicas sensatas.
Por su parte, el periodista Carlos Minuano, editor de la revista Psicodelicamente, ha señalado que «las dificultades comienzan por la falta de familiaridad de muchos editores y directores con la complejidad del tema». Esta falta de comprensión lleva a que el asunto se trate de forma superficial o sensacionalista, reforzando estigmas en lugar de promover una discusión informada. Minuano aboga por un periodismo más comprometido y consciente, que reconozca la relevancia científica, cultural y espiritual de estas sustancias y contribuya a desmitificar su presencia en contextos terapéuticos y tradicionales.
Estas perspectivas coinciden en una advertencia central: el lenguaje no sólo describe la realidad, sino que también la refleja y la moldea. Cuando esa realidad involucra a personas que recurren a medicinas tradicionales en contextos de cuidado, las palabras utilizadas traducen marcos de ignorancia o desconocimiento que, una vez institucionalizados, pueden derivar en persecución. Marcos Quinteiro, subinspector de la Policía Nacional, autor de un exhaustivo artículo sobre la ayahuasca en España publicado en julio de 2020 en la revista Ciencia Policial, explica que, aunque existen comportamientos delictivos asociados con la administración de ayahuasca, «no se puede generalizar sobre todos los usuarios ni sobre las prácticas de la planta». En este sentido, subraya que los casos de abuso deben considerarse como «casos aislados», mientras que las ceremonias legítimas se realizan «en un contexto controlado y respetuoso», lo que resalta la necesidad de diferenciar entre ambos tipos de prácticas.
Esta mirada parcial tiende a simplificar el fenómeno, alimentando estigmas y malentendidos que se refuerzan a través del lenguaje, el cual desempeña un papel crucial en la percepción pública y en la formulación de políticas. Instituciones como el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA) y la Comisión Global de Políticas de Drogas han advertido que el lenguaje estigmatizante puede reforzar prejuicios y dificultar enfoques basados en la salud y los derechos humanos.
De la selva amazónica al Parlamento Europeo
Para reducir los riesgos derivados de este uso impreciso del lenguaje, conviene comprender la riqueza de finalidades con que se utiliza la ayahuasca. Aunque forma parte de la cultura amazónica desde tiempos inmemoriales, su expansión ha dado lugar a una pluralidad de prácticas: desde pueblos indígenas y comunidades religiosas que emplean esta medicina como vehículo de sanación o sacramento, con una estructura legal sólida, hasta centros de retiro y grupos neochamánicos de diversa índole, que no siempre siguen unos protocolos éticos adecuados.
En Brasil, religiones como el Santo Daime y la Unión del Vegetal utilizan ayahuasca como sacramento en sus rituales religiosos. El consumo de la bebida en estos contextos fue legalizado en 1987 por las autoridades brasileñas, reconociendo que, dentro de entornos rituales estructurados, su ingesta no representa un riesgo significativo para la salud pública. Posteriormente, en 2010, el Consejo Nacional de Políticas sobre Drogas (CONAD) estableció regulaciones adicionales que permitieron a estas instituciones religiosas administrar ayahuasca en sus ceremonias, facilitando así que estas prácticas se realicen de manera responsable y protegida legalmente.
La Unión del Vegetal (UDV), obtuvo protección legal en Estados Unidos mediante un litigio estratégico culminado en 2006. En el caso Gonzales v. O Centro Espírita Beneficente União do Vegetal, la Corte Suprema falló a favor de la UDV, amparada en la Ley de Restauración de la Libertad Religiosa (RFRA). Este litigio demostró que la prohibición del gobierno sobre el uso de hoasca (ayahusca) violaba los derechos religiosos de la UDV, garantizando así su derecho a practicar su fe sin restricciones indebidas, siempre que cumpla con regulaciones específicas.
Por otra parte, en Europa, la iniciativa ciudadana PsychedeliCare busca promover el acceso seguro y legal a terapias asistidas con sustancias psicodélicas, como la ayahuasca, integrándolas en los sistemas de salud pública. Lanzada el 14 de enero de 2025, la campaña tiene un año para recoger un millón de firmas. De lograrlo, la Comisión Europea deberá considerar formalmente la propuesta, respaldada por 32 asociaciones de 18 países. Esta iniciativa enfatiza la necesidad de fomentar la investigación científica y establecer estándares claros para el uso terapéutico de estas medicinas.
La creciente legitimidad científica de la ayahuasca ha comenzado a captar la atención de organismos regulatorios en Europa. En un hecho sin precedentes, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) organizó recientemente un simposio dedicado a las terapias asistidas con psicodélicos, lo que indica una apertura creciente hacia su posible incorporación en los sistemas públicos de salud mental. Por otro lado la Fundación Inawe, dedicada a promover la innovación en salud mental mediante la investigación, divulgación y desarrollo del ecosistema de terapias asistidas con psicodélicos como psilocibina, MDMA, ketamina/LSD, entre otros, organiza el próximo mes de octubre en el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM) un congreso que pretende transformar la salud mental del futuro. En esa misma línea de expansión y consolidación del movimiento psicodélico en España, otro de los congresos de relevancia que se celebran en torno a los psicodélicos es Fuertedélica. Tendrá lugar en Fuerteventura a primeros de noviembre, y que reunirá a expertos internacionales, terapeutas y activistas en un entorno insular único que favorece tanto la reflexión científica como la conexión comunitaria.
La ayahuasca ya no se percibe únicamente desde un interés marginal, sino como una intervención potencial basada en evidencia, especialmente en aquellos casos donde los tratamientos convencionales resultan insuficientes. De hecho, la DMT —principal compuesto psicoactivo de la ayahuasca— se encuentra actualmente en ensayos clínicos de fase II para el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada y la depresión resistente. Paralelamente, se están desarrollando formulaciones farmacéuticas que combinan DMT y harmina —dos alcaloides presentes en la preparación tradicional de la ayahuasca—, las cuales se encuentran en fase de evaluación preclínica y clínica.
Sin embargo, la creciente popularidad de la ayahuasca ha traído consigo desafíos, incluyendo casos de abuso sexual en contextos ceremoniales. Para abordar esta problemática, el Instituto Chacruna ha desarrollado la Guía comunitaria de ayahuasca para la concienciación sobre el abuso sexual, que ofrece pautas prácticas para prevenir y reconocer situaciones de abuso en dichos entornos. Esta guía, elaborada en colaboración con miembros de la comunidad ayahuasquera de diferentes contextos culturales, busca empoderar a las personas participantes y fomentar prácticas seguras y respetuosas.
A pesar de los desafíos asociados, los incidentes problemáticos vinculados a la ayahuasca representan una proporción mínima en comparación con la magnitud de su uso global. Según estimaciones de Carlos Suárez, más de cuatro millones de personas en América, Europa, Australia y Nueva Zelanda han consumido ayahuasca al menos una vez en su vida, y aproximadamente 820.000 lo hicieron en 2019, año en el que se sirvieron cerca de 5,5 millones de dosis. En España, se estima que alrededor de 60.000 personas han participado en ceremonias de ayahuasca, y unas 12.000 durante el año 2019.
En su informe, Carlos identificó 58 casos de muertes asociadas a la ayahuasca reportadas por los medios de comunicación entre 1994 y 2022. Sin embargo, en ninguno de estos casos las autopsias atribuyeron la causa de la muerte a una intoxicación aguda por ayahuasca. Éstas se debieron a factores como accidentes, condiciones de salud preexistentes o la combinación con otras sustancias, y en muchos casos ocurrieron en contextos sin supervisión adecuada o sin seguir protocolos de seguridad mínimos. Estos datos sugieren que, cuando se utiliza en contextos controlados y con prácticas responsables, la ayahuasca presenta un perfil de seguridad favorable.
Como señala Jerónimo Mazarrasa, director de programas en ICEERS, «hay un proverbio chino que dice que todo el mundo puede escuchar el árbol que se cae en el bosque, pero nadie escucha el sonido de los otros treinta mil árboles que siguen creciendo silenciosamente sin molestar a nadie». En este sentido, Mazarrasa subraya que, aunque «nunca vamos a ver en un periódico una noticia que diga “Persona toma ayahuasca y hace las paces con un ser querido después de veinte años de pelea”», lo cierto es que ésos son los «treinta mil árboles que crecen silenciosamente». Lo que llega a los medios, dice, son «los pocos árboles que caen y que hacen ruido».
Recursos para aprender sobre ayahuasca
Aunque no se puede negar que existen casos de prácticas irresponsables, generalizarlos a toda la comunidad de personas relacionadas con la ayahuasca constituye una peligrosa falacia. Existen diversas organizaciones y expertos que promueven la educación y la creación de códigos deontológicos, enfatizando la importancia de un enfoque ético y responsable. Algunos ejemplos de iniciativas en esta línea son la guía Hacia mejores prácticas en el uso de la ayahuasca, publicada por el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya y traducida a doce idiomas, el Centro de Apoyo El Faro de ICEERS, o AyaSafety, un curso sobre seguridad para facilitadores en contextos no nativos, priorizando la seguridad física y emocional de las personas participantes.
Por su parte, a lo largo de la última década, las Conferencias Mundiales de Ayahuasca han servido como espacios de encuentro y reflexión sobre el papel de esta medicina ancestral en el mundo contemporáneo. La primera edición, celebrada en 2014 en Ibiza, reunió a más de 700 participantes, incluyendo científicos, líderes indígenas, terapeutas y activistas, para debatir sobre los desafíos y oportunidades que plantea la globalización de la ayahuasca. En 2016, la conferencia se trasladó a Río Branco, en el estado brasileño de Acre, donde representantes de más de 17 culturas indígenas y más de cien expertos internacionales se congregaron para debatir sobre las prácticas ayahuasqueras en el siglo XXI. La tercera edición tuvo lugar en Gerona, y se convirtió en el mayor evento jamás celebrado sobre ayahuasca, reuniendo a más de 1.400 personas de 46 países para explorar cómo las prácticas con esta planta impactan no sólo en individuos, sino también en comunidades y sociedades enteras.
Estos encuentros han abordado temas cruciales como la protección del derecho de los pueblos indígenas a la libre circulación con sus medicinas sagradas, la prevención de la biopiratería y la apropiación indebida de saberes milenarios. Además, han servido para consolidar un frente de diálogo y acción en defensa del conocimiento ancestral, la autodeterminación de los pueblos indígenas y la protección ética de la ayahuasca y sus prácticas tradicionales.
Como recuerda Iñaki Berazaluce en su artículo «Ayahuasca, sectas y otras mentiras», el uso del término «secta» suele estar mediado por prejuicios más que por criterios técnicos. Esta tendencia se ha evidenciado especialmente en España, donde en los últimos años se han producido varias intervenciones policiales en ceremonias de ayahuasca, muchas de ellas dirigidas por el grupo antisectas de la Policía Nacional. Estas operaciones, a menudo basadas en denuncias anónimas y sin pruebas concluyentes, han llevado a la detención de facilitadores y participantes, generando titulares sensacionalistas que asocian la ayahuasca con prácticas sectarias peligrosas. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los tribunales han archivado las causas al no encontrar indicios de delito, reconociendo que la ayahuasca no se encuentra fiscalizada a nivel nacional ni internacional. Estas acciones, basadas en imputaciones erróneas, han generado confusión, daño reputacional y persecuciones arbitrarias.
Frente a este panorama, voces como la de Minuano subrayan la urgencia de abandonar las acusaciones infundadas y de diferenciar con claridad entre prácticas abusivas y actuaciones legítimas, aunque estas últimas no se ajusten a los moldes culturales dominantes. La protección de los derechos fundamentales exige distinguir entre el riesgo real y el prejuicio, entre la evidencia y la sospecha. Sólo desde esa distinción rigurosa será posible avanzar hacia marcos normativos justos, que reconozcan la pluralidad de enfoques y promuevan una cultura del cuidado. Comprender los usos tradicionales y contemporáneos de esta medicina, así como sus implicaciones culturales, científicas y legales, no constituye simplemente una cuestión de salud pública o derechos individuales: se trata de un ejercicio colectivo de responsabilidad.
«Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento», afirmaba George Orwell. Pocas materias lo evidencian con tanta claridad como el discurso actual sobre la ayahuasca, que fluctúa entre el estigma, el sensacionalismo y la desinformación. En consecuencia, urge repensar cómo hablamos de estas prácticas, pues las palabras que elegimos no sólo informan: también legislan, condenan o abren caminos. Y, cuando nombramos desde el miedo, regularemos desde la ignorancia.