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09 septiembre 2025
Por Berta Santos
El éxito en la abogacía suele brillar hacia afuera. Rankings, premios, ascensos, el crecimiento del equipo o la participación en grandes casos llenan titulares y publicaciones en LinkedIn. Aparentemente, todo es prestigio y reconocimiento.
Pero tras esa imagen impecable, much@s abogad@s descubren otra realidad: la satisfacción no siempre acompaña a los logros. A veces, cuanto más crece el despacho o la carrera profesional, más aparece una sensación de vacío, de desgaste o de desconexión con lo que en verdad fue el motivo para ejercer la profesión.
¿Y si el verdadero éxito no estuviera en lo que los demás ven, sino en cómo cada abogado vive su carrera por dentro?
El psiquiatra Robert Waldinger autor del libro “Una buena vida: El mayor estudio mundial para responder a la pregunta más importante de todas: ¿Qué nos hace felices?”, dirigió un estudio de Harvard sobre el Desarrollo Adulto, cuya investigación determinó las dos grandes fuentes de arrepentimiento al final de la vida: no haber pasado suficiente tiempo con las personas que amamos y haber dado demasiada importancia a la opinión de los demás.
Sin embargo, estas dos fuentes de arrepentimiento suponen un verdadero desafío en el ejercicio de la abogacía: la intensidad del ejercicio profesional con una carga de trabajo excesiva derivada del propio trabajo del abogad@, que tiene una repercusión en el tiempo dedicado a los seres queridos y la búsqueda de refuerzo de la identidad profesional a través de indicadores externos y de validación social.
De esta forma, el verdadero éxito o felicidad profesional no puede consistir únicamente en crecer hacia afuera, sino en hacerlo desde la coherencia interna. Significa que el despacho o la carrera reflejen los deseos en la vida profesional, los valores y la forma personal de ejercer el derecho. Cuando existe un desajuste entre lo que el despacho o el trabajo persiguen y lo que el abogad@ anhela, aparece el llamado conflicto silencioso: el despacho o el trabajo avanzan en una dirección, pero el abogad@ se siente desmotivad@, atrapad@ o cansad@ de su propia carrera.
Este desajuste suele ser difícil de identificar, porque desde fuera todo parece estar bien. Los clientes llegan, el equipo trabaja, el negocio y el salario crecen. Pero en el día a día, el abogad@ empieza a notar señales: falta de entusiasmo al enfrentarse a los casos, cansancio emocional que no se resuelve con vacaciones, resistencia a la idea de seguir expandiendo el despacho o su carrera y una pregunta recurrente: “¿Qué es lo que deseo en mi vida?”
El conflicto silencioso no se comenta en las reuniones ni en los foros profesionales, pero muchos abogados lo sienten. Y si no se aborda, las consecuencias son claras: pérdida de motivación, decisiones estratégicas tomadas con desgana, rotación en el equipo o, en el peor de los casos, burnout y enfermedades mentales.
Cada vez son más los casos que me llegan sobre personas abogadas que desean poder reflexionar sobre su carrera, con el objetivo de ajustar las prioridades de su vida, así como la conciliación de su vida personal con la vida profesional, siguiendo el instinto humano de desear conseguir la felicidad para sus vidas.
En este sentido, el profesor Jeffrey H. Goldfien de la Universidad de California en su artículo “En defensa de lo ecléctico: personalidad y profesión jurídica”, sostiene que la persona abogada construye una especie de “máscara” para proyectar éxito externo, competencia y estatus. Así rasgos como la ambición, la agresividad y la búsqueda de reconocimiento público se valoran como señales de buen desempeño profesional. Esto lleva a que el abogad@ acabe dependiendo, en parte, de la opinión externa para sostener su identidad profesional.
El problema radica en que esa incoherencia entre lo que se siente por dentro y lo que se muestra hacia afuera provoca un alto nivel de estrés, desgaste emocional y desmotivación. El abogad@ trabaja más para sostener una imagen que para conectar con lo que realmente le motiva.
En definitiva, como señala el profesor Jeffrey H. Goldfien, muchos abogados terminan atrapados en esa “máscara” que muestra seguridad y éxito hacia afuera, pero escondiendo dudas, inseguridad y cansancio hacia dentro. La paradoja es evidente: cuanto más se esfuerzan en sostener esa imagen, más se alejan de su verdadera motivación y de una práctica profesional coherente con quienes son.
La buena noticia es que esta incoherencia no tiene por qué convertirse en un destino inevitable. Existen caminos para reconciliar lo que proyectamos, con lo que realmente sentimos y deseamos en nuestra vida profesional. Buscar espacios de reflexión donde el abogad@ puede quitarse la máscara sin miedo al juicio, reconectar con su propósito y rediseñar un despacho que trabaje para él, y no al revés. En ocasiones, puede costar dar ese paso, pero hay que tener presente que un@ abogad@ motivad@ inspira confianza, pero un@ abogad@ enmascarad@ sólo inspira cansancio, y de ahí surge una pregunta no exenta de profundidad: ¿ en qué tipo de abogad@ deseo convertirme?