06 mayo 2025

Cuándo y cómo preparar el informe oral para ser leído durante el juicio

 Rafael Guerra Por Rafael Guerra

Termino con este artículo el elogio del informe leído. Y lo hago dando respuesta a un problema complicado. ¿Cómo puedo redactar un informe para leerlo durante el juicio si aún no conozco el resultado de las pruebas, especialmente las testificales y periciales, practicadas en él?

Por cierto, dicen, y dicen bien, que los informes deben ser orales, porque los juicios lo son por imperativo legal. El leer el informe no está reñido con esa exigencia. El adjetivo “oral” significa “que se manifiesta mediante la palabra hablada”. Al leer en voz alta un informe escrito lo que hacemos es, precisamente, convertirlo en oral, o sea, manifestarlo mediante la palabra hablada. Así que, por ese lado, no hay que tener ningún escrúpulo.

Pero volvamos al problema de cómo preparar un informe escrito antes de conocer el resultado de las pruebas que lo determina. La respuesta es muy simple: de la misma manera que se prepara el no leído. Siempre es preciso, antes de que se celebre la vista, pensar y repensar las ideas troncales sobre las que estructurarlo. Lo de no conocer el resultado de las pruebas es requisito importante, sin duda, para componer un buen informe. Pero no, impeditivo, para escribirlo con antelación.

Hemos de distinguir entre asuntos sencillos, si es que los hay, y complejos. Los primeros tendrán pocas pruebas testificales y periciales y su resultado será previsible. Si las proponemos nosotros, es difícil que su práctica se tuerza. Y si son de la parte contraria, es altamente probable que, salvo sorpresas,  vayan por donde pensamos.

A partir de esas razonables previsiones, no tiene por qué ser complicado escribir un informe corto, sencillo y claro, que podamos leer, bien pronunciado, con naturalidad y de forma entretenida y amena.

¿Y si, durante la práctica de las pruebas testificales y periciales, surgen imprevistos que inutilizan el informe ya escrito? Caben dos posibilidades. Una, improvisar. Está claro que leer el informe es una opción, no, una obligación. El informante habrá de valorar la oportunidad de combinar la lectura y la repentización, de optar por una sola de esas dos modalidades o de elegir la solución aconsejada para los asuntos complicados.

Los asuntos complicados tienen muchas y complejas pruebas testificales y periciales. ¿Cuál es el remedio para el problema de cuándo y cómo redactar el informe en esos casos? No es cómodo, más que nada porque depende de terceras personas.

La solución –seguro que quien haya llegado leyendo hasta aquí ya la ha imaginado– consiste en solicitar al tribunal tiempo para prepararlo. No es costumbre. Así que, muy probablemente, a su señoría no le gustará tener que suspender el juicio, con las consecuencias que ello conlleva.

Pero, si hacer un buen informe, escrito o no escrito, exige disponer de tiempo, no hay más remedio que pedirlo. Y no conformarse con un tiempo simbólico. No, no. Ha de ser el suficiente para organizarlo bien. Piénsese, por ejemplo, en un juicio que se ha celebrado en varias sesiones con un montón de testigos y de peritos. Solo volver a visionar el vídeo lleva mucho tiempo, al que ha de añadirse el de seleccionar y sistematizar las ideas y redactar el informe. El tiempo para todo eso ha de ser el adecuado.

¿Y si el juez no accede a la petición de suspender el juicio? He ahí un muy buen motivo para protestar y, en su momento, recurrir con base en el derecho fundamental de defensa, al que es inherente disponer de tiempo para prepararla. Recuérdese el artículo 6.3.b) del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Públicas.

Estoy seguro de que, si se insiste con tesón –acudiendo a las instancias que fueran necesarias–, se conseguirá ese tiempo, y el que haga falta, para preparar el informe, una vez practicadas todas las pruebas.

Última recomendación. En ese tiempo de prórroga, redáctese el informe, para leérselo en voz alta al juez, procurando que sea interesante –con ideas convincentes–, conciso –con la extensión imprescindible–, claro –que no necesite intérpretes– y ameno –que no provoque el bostezo–.

Con esos avales, el éxito no estará asegurado. Bueno, ni con ninguno. Pero el informe será, desde el punto de vista retórico, perfecto.

Comparte: