21 octubre 2025

Cómo gestionar la comparación profesional de tu despacho de abogados

Rafael Guerra Por Salva Cortés, gestor administrativo y consultor jurídico

En la abogacía, la comparación profesional parece formar parte del paisaje cotidiano. Es casi natural observar lo que hacen otros despachos: cómo crecen, cómo comunican, cómo obtienen visibilidad o reconocimiento. Pero lo que comienza como una mera observación puede transformarse, sin darnos cuenta, en una fuente persistente de malestar. La comparación profesional nos aleja de lo esencial: nuestra propia trayectoria.

En ocasiones, creemos que compararnos nos impulsa a mejorar, pero muchas otras veces, lo que suele provocar es confusión. Medimos nuestro progreso con reglas ajenas, perdemos la referencia interna que orienta nuestras decisiones. Miramos hacia los lados cuando deberíamos mirar hacia dentro. En esa distracción silenciosa, perdemos el contacto con lo que da sentido a nuestro trabajo.

Cada persona abogada y cada despacho tiene un ritmo distinto, una historia distinta, unas circunstancias únicas. Aun así, tendemos a olvidar esa singularidad y juzgar nuestro camino con los parámetros de otros. Cuanto más lo hacemos, más complejo resulta reconocer los avances propios. Lo que antes era ilusión deviene exigencia; lo que antes era vocación se transforma en comparación.

La abogacía por las exigencias propias de la profesión premia la excelencia, la superación y las horas dedicadas. No obstante, cuando esas exigencias se convierten en el único objetivo, dejan de ser estímulo y se tornan peso. Y en la búsqueda constante de validación externa, la voz interna —esa que recuerda por qué elegimos esta profesión— se va apagando, y pueden derivarse algunos efectos negativos como son:

  • Pérdida de coherencia estratégica: replicar modelos externos de otros despachos puede llevar a decisiones que no encajan con los valores, recursos o cultura del despacho.
  • Dispersión de enfoque: intentar estar en todo «como los demás», ya sea eventos, formaciones, aparición en medios, termina debilitando las fortalezas propias.
  • Desmotivación interna: comparar resultados con otros despachos puede generar frustración, minar la confianza y promover una cultura de inseguridad.
  • Sobrecarga de expectativas: la presión por alcanzar benchmarks externos puede abstraer la atención de objetivos genuinos y sostenibles.

Dejar de compararse no significa desentenderse del entorno. Implica aprender a observarlo sin perder el eje. Significa asumir que el crecimiento no siempre es visible, que hay avances que no se miden en cifras, y que cada decisión tiene valor cuando responde a una intención genuina. La comparación no desaparece: simplemente deja de dirigirnos, y, para ello, pueden ayudarnos cinco claves prácticas para gestionarla con consciencia y fortalecer un liderazgo sólido:

  1. Detectar cuándo la comparación domina

El primer paso es tomar conciencia. Señales como definir metas imitando a otros, renunciar a prioridades propias del despacho frente a tendencias externas, o sentir frustración constante al comparar cifras son indicadores de que la comparación ha tomado la dirección. Reconocerlo permite recuperar la iniciativa.

  1. Definir indicadores internos (KPI propios)

En lugar de medir el éxito frente a otros despachos, cada despacho debe construir su propio tablero de control: crecimiento por práctica, rentabilidad de asuntos, satisfacción del cliente, retención de equipo y calidad procesal.

  1. Priorizar la identidad estratégica del despacho

Antes de incorporar prácticas de otros despachos, responde: ¿qué tipo de despacho quiero ser? ¿Cuál es nuestra propuesta de valor genuina? Aquellos bufetes que definen explícitamente su estrategia logran alinear recursos, cultura y servicios de forma coherente. Esta claridad estratégica funciona como antídoto frente a la tentación de imitación.

  1. Desarrollar competencias de liderazgo real

Un despacho libre de comparaciones internas parte de líderes con competencia y legitimidad propias. Invertir en formación en comunicación, gestión de equipos, delegación, cultura y coaching es esencial. En el ámbito de los despachos, la carencia de programas de liderazgo suele dejar un vacío que termina siendo ocupado por modelos ajenos poco adaptados.

  1. Filtrar lo externo con criterio, sin perder el núcleo

La comparación no debe ser erigida como enemigo absoluto: puede alertar sobre tendencias útiles en el entorno. Pero cada práctica externa debe pasar un filtro estratégico: ¿encaja con nuestro modelo? ¿contribuye a nuestra identidad? El liderazgo adaptativo sugiere que el reto no es evitar el cambio, sino gestionarlo desde el centro de la firma.

De esta forma, cuando la comparación profesional deja de dirigir al despacho y se gestiona con conciencia, emergen transformaciones clave:

  • Diferenciación auténtica: no eres un duplicado sino un despacho con identidad y aportación genuina.
  • Cultura sólida: el equipo se enfoca en objetivos internos, no en modelos externos disonantes.
  • Decisiones estratégicas ágiles: gobiernas a partir de tus propios indicadores en lugar de reaccionar ante benchmarks del sector.
  • Liderazgo con autoridad moral: construyes credibilidad desde dentro, no desde imitaciones ajenas.

En un contexto cada vez más exigente —donde competencia, innovación y eficiencia apremian el modelo tradicional de despacho— esta ventaja interna es una palanca decisiva para sostener ventajas diferenciales.

En consecuencia, la comparación profesional es una referencia casi inevitable en el ejercicio de la profesión: observar es natural, compararse sin criterio es peligroso. Gestionarla bien es un acto de liderazgo estratégico: reconocerla, construir métricas propias, afirmarse en la identidad, formar líderes internos y adoptar lo externo con juicio.

Únicamente cuando la comparación deja de dirigirnos podemos recuperar el foco verdadero. Entonces, cada despacho cobra su proporción única y camina con paso firme, no por imitación, sino por convicción. Este es un liderazgo eficaz que no depende del espejo externo sino de la brújula propia.

Cuando comprendemos que no hay un único modelo de éxito, sino múltiples formas de ejercer con coherencia, algo cambia. Recuperamos la serenidad de mirar nuestro propio recorrido sin ansiedad y la claridad que surge cuando la brújula vuelve a apuntar hacia dentro. El camino de cada despacho es único, y no se mide por lo que otros hacen, sino por la fidelidad con la que uno sostiene su propósito.

 

Comparte: