12 noviembre 2015

Lo que yo pediría a mi abogado si fuera el cliente

Eva BruchPor Eva Bruch
TWITTER @evabruch

Vivimos en una sociedad acelerada, en constante cambio y movimiento donde las tecnologías de la información y la comunicación han pasado a formar parte integrante de nuestro día a día, aportando un sinfín de cosas buenas, pero también con su lado oscuro. Es la otra cara de la moneda, esa cara oculta que poco a poco va ganando espacio en nuestra vida y que supone que olvidemos algunas de las cosas más simples como hablar con la gente, tomarnos una caña o pasear con nuestra pareja por la ciudad el fin de semana.

Algo parecido ocurre en el sector jurídico cuando oímos hablar de nuevas tecnologías, nuevos modelos de negocio, de la creación de nuevas áreas de actividad y de despachos situados en jurisdicciones lejanas que quizás más pronto que tarde vean España como una apetitosa jurisdicción a la que hincar el diente.

Algunos despachos ya han reaccionado ante esta realidad. Analizan sus opciones y toman ventaja de la experiencia ajena en tanto que otros lo están considerando. En cualesquiera de los casos, ésa es la cara amable de la moneda: la que muestra una abogacía preocupada por su futuro, con ganas de crecer y de adaptarse. La otra cara está en algunos de los problemas endémicos del sector jurídico, siendo uno de ellos la relación con su cliente. Este es un asunto que de forma repetida nos han manifestado en varias entrevistas que hemos venido realizando en los últimos meses a empresas tipo pyme españolas en su relación del día a día con su despacho de abogados.

Éstas son algunas de las cosas que los clientes le pedirían a su despacho de abogados y que aún hoy en día echan en falta:

  1. Le pediría a mi abogado que conociera algo del sector al que pertenece mi empresa. Esto haría que, además de recibir información sobre normativa genérica de tipo fiscal y mercantil (que ya me llega de muchos otros despachos y por lo tanto no me hace pensar que mis abogados sean mejores, simplemente hacen lo mismo que hace cualquiera al que ni tan siquiera pago) me llegara información verdaderamente relevante para mi empresa, que sin duda leería con avidez. Aunque en realidad me gustaría mucho más que me llamara para explicármelo.
  1. Le pediría también que cuando le planteo un tema no me responda: “lo que dice la ley en este caso es…”. Esta respuesta no me aporta nada, pues en realidad la ley ya me la he leído yo antes de venir a consultarte. Lo que quiero es que me digas qué opciones tengo ante la situación que te planteo y que, como profesional y conocedor de mi negocio y mi forma de ser, me propongas una solución. Quiero que te arriesgues aconsejándome la opción que mejor me pueda encajar.
  1. También le pediría un presupuesto. Así de simple. Igual que se yo se lo doy a mis clientes. Quiero saber cuánto me va a costar que me ayudes en un asunto y cuánto vas a tardar en resolver el tema. Entenderé que haya derivaciones que modifiquen ese precio. Me las planteas de entrada y si surgen, me lo explicas claramente: el porqué y su coste. Es una simple cuestión de planificación.
  1. Y querría que me llamara más a menudo. No me gusta tener que llamarte para saber cómo están mis asuntos o cómo ha ido la reunión o si ya ha salido sentencia. Ya sé que tienes mucho trabajo y estás siempre reunido, pero para mí es muy importante.

Esto no son más que cuatro ejemplos de cosas muy sencillas y que tienen todo el sentido del mundo, pero que por alguna razón, siguen siendo el talón de Aquiles de muchos despachos.

Por muy preocupados que estemos por nuestro futuro, que debemos estarlo y ocuparnos de él, no olvidemos que el cliente es quién al final está con nosotros cada día, y también de él debemos ocuparnos, aunque quizás no de la forma que nosotros creemos que debemos hacerlo, sino como él nos lo está pidiendo.

Eva Bruch

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