24 abril 2023

¿Por qué no funcionó el esperanto y quedó en una utopía?

Laura FauqueurPor Laura Fauqueur
TWITTER @laurafauq

Cuando hablamos, expiramos aire, pero también expresamos emociones, cultura, personalidad.

Según los idiomas que hablamos, las personas tenemos distintos códigos culturales y lingüísticos que influyen nuestras formas de pensar y de vivir. En estos más de 20 años que llevo en España practicando el castellano, no he aprendido solo palabras y gramática. A través de ellas, he aprendido vida, pasión, cultura, conceptos y hasta sentidos…

Las palabras son emociones. Si no las hay detrás de las palabras que utilizamos, podemos llegar a convertirnos en una suerte de chat GPT (que de hecho, habla bien el esperanto y dice que la traducción de la primera frase de este párrafo es: Vortoj estas emocioj).

Resulta artificial y difícil de implementar, que las personas de un grupo determinado adopten un idioma vacío de historia, de cultura, y de emociones, para comunicarse los unos con los otros.

Lo que hará este grupo de personas será lo que todos hacemos de forma intuitiva para comunicarnos con alguien con quien no tenemos ningún idioma en común: explicar una misma cosa de varias formas distintas para hacerse entender, por si alguna palabra que utilizamos le suena, reforzar el lenguaje no verbal, haciendo gestos, mímica, dibujos, etc. Cuando veamos que las palabras que utilizamos resuenan para el otro, entonces las seguiremos utilizando, cogeremos alguna palabra del otro cuyo sentido entendemos, hasta construir un popurrí de palabras y expresiones cuyo sentido ambos interlocutores entenderemos. En mi casa, es el caso del “frañol”, esta extraña mezcla de palabras, expresiones y gestos que permiten a los consuegros entenderse entre sí.

Pues bien: se dice a menudo que los juristas y los técnicos hablan idiomas distintos.

¿Es empleando un tercer idioma, artificialmente impuesto, que lograrán comunicarse entre sí? ¿O mejor haciendo cada uno un esfuerzo para entender el idioma del otro, el jurista y el técnico? Posiblemente, tratando cada uno de entender al otro, llegará el momento en el que, entre los dos, hablarán este popurrí, esta mezcla de lo que ambos han aprendido del idioma del otro, de su cultura… su “frañol” particular…

En un proceso de transformación digital, las herramientas no pueden ser el esperanto. El idioma que nadie adopta, porque no emociona. El uso de herramientas debe producir un acercamiento entre las culturas, hacia crear una nueva cultura, pero nunca debe parecer una imposición de una cultura dominante e incompatible con las anteriores.

El idioma de los equipos multidisciplinares debe ser como el frañol de mi casa, que se emplea con una mezcla de cariño y excitación. ¿Cómo? Por las emociones. ¿Cómo provocar emociones hablando de los avances de un motor de búsqueda de jurisprudencia? Se preguntará el lector…

Únicamente entendiendo lo que siente y piensa la persona que necesita esta información, podremos encontrar soluciones adaptadas.

El idioma de la transformación digital debe nacer del entendimiento profundo de una situación y de las personas que la viven, e implica un gran trabajo de empatía hacia todos los usuarios.

A partir de ahí, y solo a partir de ahí, podrá un equipo entenderse y encontrar soluciones creativas a sus problemas.

¿La buena noticia? El legal design nos permite cumplir con esta imprescindible fase para cualquier proceso de transformación, la etapa de empatía.

La multidisciplinariedad, así como la multiculturalidad y el multilingüismo en un equipo humano son la mayor de las riquezas creativas que se pueda tener para trabajar. Solamente hay que escucharse mucho siempre los unos a los otros, y aprender a descifrar los códigos ajenos.

Muchas gracias a mi querida Sara Molina por haberme inspirado este post como continuación del suyo llamado “Del Esperanto al Legal Design” publicado aquí la semana pasada, y también por haber tomado el tiempo de descifrar mis códigos. Kun vi ĝis la fino de la mondo.

 

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