29 mayo 2023

Innovación y estrategia: el precio de no hacer nada

Por Jordi Estalella
TWITTER @jordiestalella

La Guerra de Sucesión española no fue un conflicto exclusivamente interno, sino que, como acontece en numerosas guerras -y Ucrania es el último ejemplo-, las potencias extranjeras se sirvieron de un tercer país para fortalecer su posición dominante en el comercio mundial, las Indias en el escenario bélico de la Guerra de Sucesión, y exigir la cesión de territorios españoles en el Tratado de Utrecht firmado por etapas entre 1713 y 1715.

A diferencia de otras conflagraciones, la Guerra de Sucesión (1701-1714) no se caracterizó por grandes batallas, a excepción de la que tuvo lugar en la ciudad de Almansa. Madrid cayó dos veces a manos del archiduque Carlos, y Valencia y el reino de Aragón se rindieron sin presentar demasiada resistencia.

Los historiadores que han estudiado este período están de acuerdo en que una de las principales causas militares de la caída de esos territorios radica en que durante los años previos a la guerra se había descuidado la fortificación de las plazas y estas carecían de la guarnición suficiente para su defensa (Kamen, 1974). Dicho de otro modo, las huestes del pretendiente al trono español, el archiduque Carlos, podían superar a las de Felipe V en algunos momentos, pero las derrotas se produjeron en buena medida por la negligencia de quien debía garantizar la seguridad de las mencionadas ciudades.

Existe entre las firmas legales una inercia a descuidar temas fundamentales como la estrategia, la innovación o la transformación digital. Son conscientes de su trascendencia, pero simplemente se relegan y quedan engullidas en la corriente del trabajo diario. Explorar nuevos servicios y mercados, revisar los procesos o seleccionar e implementar la tecnología adecuada requieren tiempo y esto significa incluir estas tareas en las agendas.

Sin embargo, no basta con reservar un tiempo en la agenda. Impulsar y sostener un proyecto estratégico exige dos requisitos adicionales indispensables. El primero es nominalizar las tareas, es decir, asignar la responsabilidad de su ejecución a personas determinadas. El segundo es contar con una planificación realista, considerando los objetivos concretos que se persiguen, las horas que pueden destinar estas personas al proyecto y las contingencias que seguramente aparecerán y la forma de resolverlas.

Innovación y estrategia son disciplinas que se cultivan y no dependen tanto de lo que hace la competencia. Dependen sobre todo de un examen atento y sosegado de las debilidades que afectan a la firma en función del negocio, tipo de clientes y posición que ocupe, o desee ocupar, en el mercado.

Una vez identificados los flancos débiles, es misión inexcusable repararlos o protegerlos con las medidas apropiadas para evitar que la irrupción de nuevas tecnologías -piénsese en Chat GPT o la automatización de procesos- nos encuentre desprevenidos y despachos menos preparados, tal y como ocurrió en la Guerra de Sucesión, conquisten cuotas de nuestro territorio.

 

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