07 marzo 2016

Educar en igualdad, conciliar en igualdad

Juana se considera una mujer normal, de su tiempo. Ella dice que siempre fue buena hija, le dijeron que estudiara y estudió, le dijeron que eso era bueno porque así tendría un trabajo, ingresos económicos y ella pensó que era verdad. Pero la realidad que le ha tocado vivir no es esa.

Resulta que Juana  se levanta por las mañanas a eso de las siete, hace la comida y la deja preparada para que, cuando recoja a sus hijos del colegio, solo tenga que calentarla. Por supuesto intenta acordarse los sábados, que es el día de compra, de todos los ingredientes que hacen falta para un cocido, unas lentejas o cosas así… que no están los tiempos para mayores alegrías. Entonces Juana, mientras prepara la comida y hace el café, el desayuno para sus hijos, observa desde la cocina cómo su marido prefiere seguir en la cama, ¡claro como él no sabe hacer nada..! Luego camina sigilosa por el pasillo, llega a la habitación de su hijo y le da un beso, este se queda en la cama, no quiere levantarse. Va a la habitación de su hija, ella sigue durmiendo y hoy no quiere empezar una nueva pelea, no quiere tener otro encontronazo con todos…. La cuestión es que los minutos van pasando y tienen que llegar al colegio, y antes de eso vestirlos, desayunar, el almuerzo para el cole, está más o menos hecho, bueno no pasa nada porque hoy se lleven unas galletas, a pesar de que la nota informativa del colegio diga que hoy toca fruta, pero claro ayer se entretuvo unos minutos y la frutería estaba cerrada, y por eso hoy no tienen plátanos… ¡¡¡Por favor, vamos!!!. Que se hace tarde. De repente oye como si corriera agua y piensa: se habrá levantado mi marido, y vuelve a recorrer el pasillo y ve la cocina… ¡!!No!!! El sofrito se ha quemado… Espera que luego no se den cuenta…

De pronto piensa: “no me he vestido, ni duchado y justo hoy que todo está empezando mal, hoy tengo esa vista con la que he soñado semanas, por la que ha dejado de dormir varios días…..” Por fin los niños se han levantado, se han sentado a desayunar. Tiene dos minutos para enfrentarse al espejo y decidir si se pinta o no, si se recoge el pelo.. y comprueba que se le acabó el rímel hace más de dos meses y no se acordó de comprar ninguno… ¡Esto no puede seguir así…!

Salen hacia el colegio, ella casi siempre enfadada, casi siempre peleándose con sus hijos diciéndoles que llegar tarde a los sitios es un síntoma de mala educación, les da un beso y por fin llega a tomarse el segundo café del día, ese que le sabe a gloria, pero ahora empieza el móvil a sonar… Ya está cansada y esto no ha hecho más que empezar… “No puedo con mi cuerpo…” Acude a su trabajo, empieza la vida normal, donde por unas hora es otra  persona, simplemente una mujer trabajadora, una persona distinta, donde hace cosas que le gustan más… Después vendrá la recogida del colegio, las peleas por la comida, y vuelta a las extraescolares y a trabajar…

Alguna vez algún compañero de despacho llega hasta su mesa de trabajo y le dice… “tienes cara de cansada”… y ella responde, “no lo sé… no me miré al espejo”.

Llega la noche, recoge a sus hijos, duchas, cenas, los deberes que aún quedan por hacer, el profesor que manda dos páginas de un libro para leer con los padres, y después a la cocina, porque esta noche, ésta también… quieren cenar, mientras le echa un ojo a la lavadora, porque de eso ya ni se acuerda…. Por fin llega su marido, que salió por la mañana de la casa, dice que está cansado, la jornada también fue agotadora para él… Todos le dan un beso.. Juana se sienta, le duele la cabeza, los pies por esos tacones que hoy tocaba ponerse; cena, recoge la  cocina y acuesta a los niños… Todo listo para empezar otra batalla. Se sienta un rato en el sillón y piensa… “yo quería ser como papá, y claro que hago las mismas cosas que él, pero con las obligaciones de mi madre…… ¡Dios mío me han engañado!”

Pero mira a su alrededor… y ve a sus hijos, (niño y niña). Ella intenta educarlos en igualdad, les dice que todos hacen de todo y nada está vetado para unos ni otros. Sabe que algún día esos niños, hombres y mujeres, cambiarán la realidad de hoy, y por qué no también la de ella. Un día, quizás muy cercano, más que hace años atrás, existirán mejores políticas de conciliación para todos, se educará en igualdad y ella, al menos, habrá aportado un grano de arena más a la sociedad, precisamente ese, educar en igualdad.

Elisa Campoy

Vocal de la Subcomisión de Violencia de Género del Consejo General de la Abogacía Española

 

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