22 mayo 2014

Una economista cordobesa, ganadora del premio de microrrelatos en abril

Teresa Álvarez González, economista de una empresa de exportación de Córdoba, ha sido la ganadora de la VI Edición del Concurso de Microrrelatos sobre Abogados, correspondiente a abril. Su relato, “Vocación”, ha sido elegido por el jurado, entre más de 500 candidatos, y se ha hecho con el premio de 500 euros además de optar al premio anual de 3.000.

Teresa, de 55 años de edad y madre de dos hijos, lleva participando en el concurso desde hace tan sólo 2 meses. “Para mí es un reto escribir un relato con cinco palabras obligatorias cada mes” confesó al recibir la noticia. Supo de la existencia del concurso por un amigo que sí es abogado y le animó a participar, ya que no es la primera vez que gana un premio en un certamen de escritura. “He participado en concursos de relatos de asociaciones de vecinos e incluyo llegué a ganar el Premio Internacional ARTIfice de relato corto y poesía de Loja, valorado en 1.000 euros, pero hacía 4 años que no me presentaba a ningún concurso y el regreso a este hobby no ha podido ser más gratificante”, explicó la premiada.  

La historia ganadora tiene algo de autobiográfico y es que su sobrino estudió Arte Dramático y, al principio, no resultó una buena noticia para la familia. “Tiempo después, se ha hecho un hueco en este mundo, le va muy bien y ha conseguido reconocimientos”, declaró con gran satisfacción.  

Este mes de la VI Edición del Concurso ha sido de los más participativos.  Centenares de textos han llegado procedentes de diversos países de Europa, América y el continente asiático. El relato premiado y otros seleccionados por el jurado en el mes de abril pueden leerse en www.abogacia.es, dentro del microsite dedicado a este concurso. Para los relatos del mes de mayo, las palabras obligatorias son chiquillo, menester, opinión, fianza y comparecer.

RELATO GANADOR

VOCACIÓN

La pasión de mi padre por el Derecho y su frustrada carrera como abogado hicieron que pusiera todas sus esperanzas en mí. Así, como el que mete un trozo de barro en un horno esperando que salga un ladrillo, me regaló el día que cumplí diez años, en vez de un libro de Salgari, el Código Penal, con sus apéndices y todo. Si hago inventario de mi biblioteca de adolescente, excepto una decena de libros de cuentos que me trajeron mis abuelos, todos eran de editoriales jurídicas. Con quince años estrené la cédula de socio de Abogados sin fronteras. Mi padre, que carece por completo de sentido del humor, me echó de casa el día que me matriculé en la Escuela de Arte Dramático, a pesar de que le juré que me especializaría en interpretar papeles de abogado.

Comparte: