14 abril 2021

Un profesional de la abogacía más “techie”

“La tecnología no está en nuestra contra, está para ayudarnos”. Lo dice Vanesa Alarcón, socia de Tecnología de Fieldfisher Jausàs. Y parece un mensaje dirigido a todos aquellos profesionales de la abogacía que aún se resisten a abrazar por completo los avances tecnológicos. A pesar de la digitalización a toda prisa impuesta por la pandemia, sigue habiendo reticencias, como se puso de manifiesto en el informe ‘El sector legal cree en la tecnología’, elaborado por Women in a Legal World y el Consejo General de la Abogacía, que animaron a los profesionales a dar un paso en la digitalización y aprovechar todas las oportunidades que ofrece.

Para comenzar no hace falta ir muy lejos; un primer paso sería aprovechar todas las ventajas que nos ofrecen las herramientas colaborativas que ya usamos a diario. A Adriana Scozzafava, autora del informe, le llama la atención que, según los proveedores de software, los usuarios no utilizamos más del 25% de las funcionalidades que ofrecen sus herramientas. Por ejemplo, muchos paquetes de aplicaciones –además de un procesador de textos, un chat o una plataforma de videollamadas- tienen opciones para compartir documentos y modificarlos online, controlando quién puede cambiarlos y garantizando su trazabilidad, pero seguimos enviando los archivos por correo electrónico.

Es decir, las tecnologías ya existen y son accesibles, pero el 90% de los encuestados aseguran que solo utilizan Word y el correo electrónico para generar y compartir documentos interna y externamente. Por eso, ahora hay que dar un paso y utilizar las funcionalidades de las herramientas colaborativas que están en muchos despachos, sobre todo para tareas como la generación y trámites de documentos y para el seguimiento de proceso. Ambas son cuestiones altamente automatizables, a las que los abogados dedican un porcentaje de su trabajo diario que podría ocupar en otros asuntos. Un ejemplo: el 69% de los entrevistados para el informe dedica hasta un 40% de su tiempo al seguimiento de procesos.

Junto a estas herramientas también es importante, como señala Alarcón, “saber utilizar, en determinados casos, la tecnología blockchain, Smart contracts o el big data”. En España, añade,  aún “queda mucho camino por recorrer”, porque en otros países de nuestro entorno Europa se están utlilizando cada vez más este tipo de tecnologías para la prestación de servicios. Por ejemplo, ya se están usando en la gestión documental del despacho, la firma de documentos o la captación de posibles clientes a través de aplicaciones móviles.

Scozzafava confirma esas reticencias entre los profesionales que encuestó para el informe, aunque destaca que un 50% asegura que utilizan tecnologías avanzadas en actividad diaria – esta es la lectura en positivo, en negativo sería que un 50% no hace uso de tecnologías avanzadas- : un 31% utilizan Big Data y, sin embargo, un 6% ya incorporan tecnologías relacionadas con la inteligencia artificial y el machine learning. Y apunta como ejemplo de tecnologías de gran utilidad para la abogacía los chatbots que responden a nuestras dudas en las páginas web, la automatización de determinados procesos o la analítica de datos, que podrían ayudar a mejorar la productividad de los abogados.

EL GRAN RETO: EL CAMBIO CULTURAL Y LA ADQUISICIÓN DE COMPETENCIAS

¿Por qué esta reticencia a utilizar tecnologías que pueden ayudar a mejorar la productividad? Junto al cambio cultural que se menciona como primer motivo en el informe, Adriana Scozzafava destaca otros dos: la falta de conocimiento de la tecnología en el sector y el factor económico. Sorprende en el citado informe que solo un 25% de los abogados encuestados considera tener competencias digitales suficientes. En el segmento de entre 45 y 54 años este porcentaje baja incluso al 17%.

Respecto al factor económico, Scozzafava lo achaca sobre todo a la atomización de la profesión: en nuestro país un gran número de despachos son unipersonales o están integrados solo por dos o tres socios. “Creen que la inversión en este tipo de tecnologías va a ser muy elevada para el despacho y  piensan que con las herramientas que tienen se apañan, lo cual puede ser cierto hasta cierto punto, pero si contaran con estos instrumentos podrían ser más productivos”, explica. Por ello ve necesario que las instituciones suministren herramientas y soporte tecnológico, para minimizar las inversiones requeridas y animar a más profesionales a profundizar en la digitalización.

Y ahí entra en juego otro aspecto fundamental para ayudar en la digitalización de los abogados y vencer su reticencia: la formación. Tanto Adriana Scozzafava como Vanesa Alarcón coinciden en la necesidad de introducir alguna asignatura sobre tecnología en el Grado de Derecho, Porque, como apunta Scozzafava, tener un conocimiento tecnológico ayuda también a entender determinadas situaciones y a afrontarlas legalmente.

El informe sobre “Deber de capacitación tecnológica para los abogados”, elaborado por Comisión Jurídica la de Abogacía Española en 2019, ya decía que los profesionales tienen una “obligación” de formación y capacitación adecuada para prestar sus servicios con calidad: “Dado que las actuaciones profesionales actuales tienen un alto componente tecnológico, los abogados deben adquirir unas mínimas competencias tecnológicas”. No se trata, aclara el informe, de capacitar a los abogados en conocimientos técnicos avanzados, pero sí de formarles “en aquellos aspectos que, con carácter mínimo, se van a demandar a un profesional del Derecho para garantizar la diligencia profesional en sus actuaciones”.

Y un último paso para avanzar en digitalización: compartir el conocimiento. Como explica Adriana Scozzafava, puede hacerse a través de foros de trabajo para compartir experiencias, incluso de otros sectores, sobre cómo se está aprovechando la tecnología; y también en foros de acercamiento entre tecnólogos y abogados, para identificar acciones concretas de aplicación de la tecnología.

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