29 abril 2025

Ana Katiria Suárez, abogada mexicana: “Alzar la voz fuera de mi país me permite seguir con vida para que las víctimas puedan acceder a la justicia”

Abogada penalista con más de 20 años de experiencia en la defensa de los derechos humanos y la justicia de género en México. Ana Katiria Suárez Castro ha defendido a mujeres, niñas y niños víctimas de violencia enfrentándose a la corrupción y la impunidad en casos que la han llevado a verse perseguida y amenazada.

Autora de En legítima defensa, donde narra el caso de Yakiri Rubio, una joven condenada por matar al agresor que la violó, desde octubre de 2024 está en España, donde ha tenido que buscar refugio para salvar su vida.

Su testimonio de lucha, ahora “desde otras trincheras” como Ana Katiria señala, también se hace eco en redes sociales, donde apoyan a esta “defensora de derechos humanos y víctima de persecución política”.

¿Cómo es el trabajo de una abogada defensora de derechos humanos en su país?

De resistencia, de mucho peligro. Corremos un riesgo mortal porque nos atrevemos a hablar con la verdad para visibilizar la corrupción y la impunidad que existe porque nuestro sistema de justicia maneja la ley para beneficiar a quienes tienen la capacidad económica de comprar a las autoridades.

¿Cuál es la situación judicial y de la abogacía en México?

México atraviesa por una modificación al Poder Judicial que ahora será electo por la ciudadanía y la situación de la abogacía es complicada porque la corrupción está demasiado arraigada en el el sistema judicial. Se debe hacer una limpieza profunda del servicio público donde están acostumbrados a estas dinámicas que bloquean a las y los abogados que tenemos una convicción de luchar por la verdad y la justicia. Se vuelve casi imposible trabajar con tanta burocracia, la verdad se derrota.

 ¿Qué tipo de presiones y amenazas ha sufrido? ¿Por qué tuvo que salir de México?

En este último año algunos agresores con gran capacidad económica y política a los que he denunciado, liderados por Guillermo Sesma Suárez, se han organizado para crear una campaña mediática en mi contra. He sufrido violencia de forma digital, me han investigado a mí, a compañeros de despacho, y a las madres víctimas de violencia vicaria que levantaron la voz para decir ‘ya basta’, como en el caso contra Bernardo Vogel Fernández de Castro donde me acusaron de liderar una red de extorsión para conseguir dinero ilícito a través de pensiones alimenticias, algo absurdo.

Se metieron en mi casa para robar información de casos en los que defiendo a víctimas de secuestradores y pederastas. Incluso aquí recibo amenazas de muerte. Si pongo un pie en México me van a torturar, me van a matar. Mi vida sigue en riesgo y el haber alzado la voz fuera de mi país me permite seguir con vida luchando desde otras trincheras para que las víctimas puedan acceder a la justicia.

¿Qué circunstancias se deben dar para que pueda volver?

Desgraciadamente, avanzamos en las circunstancias jurídicas, pero la violencia de las calles con la que pretenden lastimarme a mí y a mi familia, como me lo han hecho saber en redes sociales, no está en manos de una fiscal o de un ministerio público. Tengo seguridad federal desde hace siete años y cada seis meses evalúan el riesgo, conocen perfectamente los casos que llevo y sería fundamental que se mantenga ese mecanismo de protección cerca de mí porque mi trabajo es el de defender los derechos humanos.

 ¿Por qué decidió venir a España? ¿Cómo la han ayudado?

Vine a España porque conozco cómo opera la justicia y sé que hay una evolución más consciente en la lucha por la igualdad y el acceso a la justicia de las mujeres, niños y niñas que han sufrido violencia. Me han brindado muchísima protección desde organismos públicos y no públicos como el Observatorio de la Abogacía en Riesgo, el Colegio de la Abogacía de Madrid o Frontline Defender.

El Observatorio ha sido un refugio de vida con apoyo a nivel jurídico y psicoemocional por el estrés postraumático que he vivido. Ha sido fundamental para mantenerme en pie, relativamente fuerte y seguir sosteniendo a las víctimas que confían en mí. En un taller realizado el mes pasado compartieron cómo reconocernos como víctimas, algo muy difícil para quienes estamos acostumbrados a ver a las víctimas, no a nosotros mismos. Me ayudó a ser más consciente del daño que pueden causar a las personas que hemos tenido que buscar refugio en otros países cuando no lo tenemos en el nuestro.

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