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FIRMAS CON DERECHO CARLOS ZANÓN Abogado y escritor. Autor de la última novela en el que resucita al personaje de Pepe Carvalho, “Carvalho: problemas de identidad” Luché contra la ley (y la ley ganó) Es paradójico que ahora me resulte imposible imaginarme sin haber estudiado, 52 _ Abogacía Española _ Mayo 2019 haber ejercido como abogado, cuando hice todo lo imposible para no serlo. Yo no sería el mismo, ni mi cabeza ni mi manera de afrontar, seleccionar y clasificar la realidad sería la misma de no haber estudiado Derecho en la Universidad Central de Bar- celona (aulas, sótano expendedor de fotocopias y bar y no por este orden). Tampoco mi manera de escribir, los temas, los personajes, lo que me afectó determinada forma de vivir la vida de algunos de mis clientes a lo largo de más de veinte años. Mis libros serían otros, yo sería otro. No me cabe la más mínima duda. Empecé la carrera de Derecho en 1984 en la Universidad de Barcelona sin vocación y con la firme convicción de que no la acabaría, dado que la Fama Literaria (¡y además escribien- do poesía!) me arrebataría de las Aulas de la Facultad (aunque mejor sería decir del bar de dicha facultad y del lugar debajo de las escaleras dónde me dejé una fortuna en fotocopias de apuntes). Sin embargo, me licencié y aunque creí que trabajaría unos dos o tres años mientras la Gloria Literaria (de acuerdo, la dichosa Fama, Gloria Literaria se estaba demo- rando pero eso no quería decir que hubiera pasado de largo… ¿no?) me llamara a gritos. Tardó más de dos décadas no en venir gloria alguna sino una pequeña editorial que tuvo a bien arriesgarse lo mínimo con una novela mía. Durante ese tiempo fui publicando poesía y ganando algunos premios pero entre mi primer libro de poesía -El sabor de tu boca borra- cha, 1989- y Nade ama a un hombre bueno, 2008- hay toda una vida… fotocopiada porque a las fotocopias de los apuntes prestados teníamos ahora que sumarle las de insoportables novelas, poemarios y otros entes info-literarios que regularmente enviaba a agentes litera- rios, premios de primera, segunda y tercera categoría y editoriales mil. Lo primero que hice para estudiar Derecho fue prematricularme en Periodismo. Cuando estudiaba bachiller tuve una novia un curso más que el mío que decidió estudiar Derecho. Era una alumna brillante. Quería ser juez. Se metió en oposiciones pero ya no estábamos juntos. No coincidir en la misma Facultad era un buen argumento para no hacer Derecho. Había muchos más para querer ser periodista. Pensaba que si estudiaba Ciencias de la In- formación acabaría escribiendo en un periódico y entonces me ganaría la vida con lo que más me gustaba del mundo: escribir. Me imaginaba escribiendo Relato de un náufrago o de periodista bonzo. Parecía, por supuesto, un buen plan. Seguro que lo era pero el verano antes de empezar a estudiar mi Carrera conocí a una chica de la que me enamoré loca- mente. Era un par de años mayor que yo, y, sí, estudiaba Derecho en la Central. Así que, mi vocación periodística murió antes de nacer (sigue la paradoja de que ahora escriba en periódicos después de haber sido abogado y un escritor afectado por este hecho) y se desa- rrolló la estrategia de Siga A Esa Chica. El nuevo plan también parecía bueno. Estudiando la misma carrera -no he mencionado que la chica me hacía el mismo caso que a un buzón de correos- tendríamos temas de que hablar, le podría pedir apuntes (más fotocopias), libros, una toga que no utilizara, es decir, cualquier excusa valía. El primer contratiempo fue de Primero de Atracador de Bancos. Es decir, el horario. Mientras yo me matriculaba por la mañana, resulta que ella iba por la tarde. En fin, les ahorro lamentos. Me adapté a las adversidades y alargando las mañanas, arrastrándome ya fuera por el bar -jugando a cartas, comiendo bikinis y cien coca-colas- o por el césped - meditación con o sin walkman, pérdida de la conciencia/siesta, enamoramiento narcoléptico- veía a mi Beatriz aquí y allá. Finalmente conseguí que saliéramos juntos y valió la pena. Estudiar la carrera más allá de los tres amigos que hice y que, aún conservo, me resultó una lata. De hecho, creo que no la abandoné porque me daba igual ésta que cualquier otra y porque sabía lo importante que era para mis padres que apenas habían podido es- tudiar, que yo me licenciara. La acabé y empecé a trabajar. Ejercer me gustó mucho más. Descubrí cosas de la gente, de mi comunidad y de la sociedad que no hubiera descubierto de otra manera. Me di de alta desde el principio en Turno de Oficio y aquello me cambió para siempre. Cuando saben que soy, que fui abogado y que escribo novelas, algunas de