Imagen de perfilBajo un cielo rojo

María Carmen Caamaño López 

Los científicos fueron los primeros en desaparecer. Lo mismo había ocurrido antes con los profesores, catalogados como prescindibles al irse los últimos niños. También con los músicos, cuando las canciones se sustituyeron por el estruendo de las bombas, cornetas y sirenas. Hasta los pájaros callaron el día que tuvieron que elegir entre respirar y cantar, y las flores murieron marchitas en sus propios capullos, que luchaban por abrirse bajo un cielo rojo. Muchos culparon a las inclemencias del clima. Otros mencionaron la falta de un modelo de desarrollo sostenible, la pobre gestión de residuos o el aumento de la toxicidad. Pero todos querían que se hiciera justicia y con ese fin una muchedumbre famélica y enfermiza jaleaba al juez cada vez que entraba y salía de la sala en el juicio más mediático de todos los tiempos.

 

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