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Esteban Torres Sagra 

Me acerqué:
– ¿Todo a su gusto, señores?
El más amable, mientras los demás asentían, me respondió:
– Lo mejor que he probado nunca. De verdad. Felicite al cocinero.
Yo, colmado de orgullo en mi papel de encargado, me sinceré con ellos:
– Es un chef argentino bueníiiiisimo al que contrataremos dos horas diarias, como al resto, en cuanto obtenga el permiso de trabajo. Salvo que ustedes nos sugieran otra cosa, ¡je, je, je!, por si podemos cobrar alguna subvención.
He de reconocer que no comprendí el movimiento de ceja, como asombrado, de mi interlocutor.
Luego volví a cocina a gestionar los postres y le comenté al dueño la parte elogiosa de la conversación con los del bufete Andréu, nuestros asesores laborales. Y él, muy sorprendido, me dijo:
– ¿Ya no se acuerda que anularon la reserva?
– ¿Entonces…?
– Es la comida de empresa de la Inspección de Trabajo.

 

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