Imagen de perfilDESCANSE EN PAZ

Almudena Horcajo Sanz 

Don Leonardo fue un cliente más que peculiar. Era tan rico como aprensivo. Aunque se hacía un reconocimiento anual completísimo, al menor síntoma acudía corriendo al hospital. Nunca le encontraban nada, pero salía convencido de que le quedaban dos días de vida. Nervioso, me llamaba inmediatamente para cambiar el testamento que estábamos redactando; soltero y sin hijos reconocidos, dividió su fortuna en numerosos lotes que distribuía entre familiares, amigos e incluso conocidos. Yo, sentado al teclado, podía pasar horas moviendo lotes como si fuesen piezas de ajedrez. Sabiendo que no era amigo de debatir nada, me armaba de paciencia y, a todo le decía amén.
Falleció, de manera repentina, dejando un documento manuscrito en el que hacía donación de sus órganos a la ciencia y declaraba su voluntad de que el destino de todos sus bienes fuera el estudio de la enfermedad rara de la que estaba seguro que moriría.

 

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