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Guillermo Sancho Hernández 

Más allá de la legendaria Orión, la Justicia está a punto de sentenciar.

Junto al glosario digital está la resolución. La Magistrada la lee: cadena perpetua; sin posibilidad de suspensión cautelar.

El público grita, al sentirse libre del yugo del sanguinario dictador. El abogado de la acusación es abrazado, como un héroe.

Pero el cruel tirano, recién abatido por la Ley, sonríe de manera inquietante. No parece preocupado. Y es que guarda una última carta, agazapada en el interior de su túnica inconsútil. Con un gesto helado, en apariencia insignificante, se lleva la mano al pecho y acciona el detonador de una recóndita bomba nuclear. La explosión atómica destruye el planeta, proyectando su luz póstuma hacia el universo.

Unos años después, en la Tierra, un estudiante de derecho, en la víspera del último examen de la carrera, deposita sueños y esperanzas en esa estrella fugaz que ilumina el firmamento.

 

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