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Ana Isabel Rodríguez Vázquez 

Después de memorizar el glosario de plantas venenosas y reptiles peligrosos, cedí a la petición de mi familia de pasar un fin de semana en la montaña.
Ya de regreso,y cuál héroe dispuesto a exhibir sus heridas de guerra, me encuentro con un grupo de okupas instalados en mi casa.
De nada sirvió sentenciar sobre derechos y títulos de propiedad, acabamos desplegando la tienda y acampando en el jardín.
A cierta distancia de la vivienda,eso sí, por recomendación de mi abogado, y como medida cautelar para no molestar a los nuevos moradores.
De momento mi mujer cocina en un hornillo de gas,y las duchas con la manguera de riego nos dejan helados.
Pero lo peor es que los niños arman tal alboroto, que esta mañana los okupas nos ofrecieron dinero para que nos vayamos.

 

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