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JOSÉ RAMÓN SÁNCHEZ MAGARIÑOS 

Aquel nevado día de diciembre iba a ser su primer día como Abogado. Madrugó. Llegó al despacho casi con estrellas. Sobre la mesa colocó su cactus, fiel compañero de sus días de facultad, y un ejemplar de su tesis sobre el derecho consuetudinario visigodo. Se reclinó en su sillón y se dispuso a esperar.
Al rato se levantó para observar la orla de su promoción. En verdad no había salido nada desfavorecido en la foto. Después de comprobar el teléfono, se dirigió a la entrada del despacho y puso un gran calcetín de colores junto al árbol de navidad.
De nuevo se sentó y cerró los ojos a la espera de clientes a los que defender o representar.
Cuando volvió a abrir los ojos su vista se detuvo en una placa conmemorativa de sus cincuenta años de colegiado. Cerró los ojos y siguió esperando la llegada de clientes.

 

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