Imagen de perfilSombra Negra

Ignacio Solsona Fernández-Pedrera 

Bajo un sol candente y asfixiante caminaba un intrépido justiciero, a quien por sus oscuros ropajes, todos conocían como Sombra Negra. Ni los cactus sonreían aquel bochornoso día de julio, pero el calor no fue óbice para que nuestro querido justiciero, anduviese con presteza por los senderos que llevaban hasta el lugar acordado para batirse en duelo contra aquel infame gambusino, que se había apropiado del oro de su desfavorecido hermano. Sofocado y sudado hasta el calcetín, alcanzó Sombra Negra su destino, y como era consuetudinario, anunció su llegada. Al rato esperando, advirtió un chirrido y tornó su mirada, viendo asomar por la puerta al ayudante del sheriff, quien con inaceptable desidia e indiferencia le dijo; «Paco, han suspendido el juicio». ¡Maldito forajido, había conseguido evadirse del azote de nuestro justiciero! Y así las cosas, se marchó Sombra Negra, cabizbajo y disgustado por no haber podido representar a su hermano.

 

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