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Asier Susaeta Diez de Baldeón 

Deposité el anillo en la bandeja metálica que se ocultó de nuevo en la fachada del Juzgado e inmediatamente recibí el mensaje con el albarán de entrega. Aquella fue la confirmación de que mi divorcio con Ana se había oficializado. A los pocos segundos un email del bufete me pedía que valorase la atención recibida durante el proceso; se adjuntaba la factura y también la copia de la sentencia. Y entonces, por primera vez, quise llamar a mi abogado y admitir que me había equivocado. Volverme atrás como cualquier hombre despechado. Pero en aquel bufete virtual no hablaban mi idioma, ni siquiera había formulario para arrepentidos, así que mi segunda opción fue buscar el teléfono de Ana y abogar por una solución en cuanto respondiese, sin darle tiempo a censurar mi comportamiento anterior.
Contestó con un “sí, ¿quién es?”.
Después de colgar, puse cuatro estrellitas en la encuesta de satisfacción.

 

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