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Maria Navedo Saurina 

No me gustan los días de viento. Me recuerdan que ella fue la ciclogénesis de mi vida. Vivíamos en la misma comunidad y cada mañana, vestida con jeans y camisa tejana, bajaba saltando las escaleras camino de la Facultad. Cuando la oí en clase de práctica jurídica su pasión me atrajo desde la primera frase. Éramos tan distintos que quise contagiarme de su entusiasmo, y un año más tarde intentamos conciliar amor y trabajo. Ella abogaba por causas perdidas y yo aceptaba cualquier pleito para llenar la despensa. Cuando me anunció su embarazo pensé que sentaría la cabeza, pero fue el principio del fin. “No concibo la vida sin pasión” decía. He tenido una carrera tranquila pero me perdí el vértigo de vivir a su lado; ahora la reconozco en mi hija, como una nueva oportunidad, y el bufete queda en buenas manos con la entrada de aires nuevos.

 

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