Imagen de perfilEl trono de hierro

Lorenzo David Rubio Martínez 

Pese al calor de agosto, el encausado apareció en la vista oral con una armadura de hierro y una espada «de acero valyrio», aseguraba que era. Le acusaban de haber decapitado a doce soldados de la Guardia Real. El abogado, secándole el sudor por la celada con toallitas perfumadas que sacaba de un neceser, esgrimía que se trataba de un caso de trastorno mental transitorio. Su cliente se había tragado las siete temporadas de Juego de Tronos en solo tres días, por lo que tal hecho heroico podía tener dos consecuencias: entrar al Libro Guiness de los Récords o sufrir un síndrome quijotesco temporal de creerse caballero al servicio de Khaleesi, la legítima heredera. Mientras todos reían de tan demente alegato, irrumpieron rompiendo las ventanas tres dragones echando fuego por la boca. En ese momento, el acusado exigió un juicio por combate. Fue declarado inocente.

 

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