Imagen de perfilROMPIENDO EL TECHO

CARMEN ANDREY MARTIN 

Piensas que puedes aguantar el ritmo (frenético) del abogado autónomo, que ya tendrás tiempo de caminar más despacio. Aún no ha sonado tu reloj biológico. Solo este expediente. Un ratito más. Primero náuseas, después cansancio, y terminas en el médico. Y se derrumba tu vida. Sin más. Adiós al traslado a un despacho más elegante. Adiós, cartera nueva. Todo suena a traición. No ahora. No a ti.

Irremediablemente llega la primera prueba. Te tumbas en una camilla. Te subes la camiseta. Sientes que pierdes intimidad.

Parece que el techo te cae encima. Un techo visible, sólido como cemento. El médico señala una pantalla y entonces lo ves: Una mancha oscura. Movimiento. Latidos.

Esa imagen lo cambia todo de nuevo. ¿Será como dicen, «cosa de hormonas»? Y ahora te ves siendo buena madre. Y buena abogada. Y el techo deja de pesar sobre tu cabeza. Porque tú puedes. Porque tú quieres.

 

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