03 julio 2017

Los incendios forestales de Portugal y Doñana, una reflexión

El reciente incendio en Doñana, así como el también producido en Portugal, y el de Sierra Calderona, (Comunidad Valenciana). vuelven, como todos los veranos, a traer a debate el preocupante asunto de los incendios forestales.

Sobre este tema colabora hoy en este Blog Miguel Angel Soto, responsable desde hace casi veinte años de la Campaña de Bosques de Greenpeace-España.

Plantea una interesante reflexión al hilo de estos dos últimos graves incendios forestales en Portugal y Doñana, y analiza las distintas vertientes del drama ambiental que supone este tipo de siniestros.  Es una lectura de lo acontecido sobre los incendios forestales y el futuro de este problema en el que inciden múltiples factores y entre otros, el cambio climático.

                                                                                  José Manuel Marraco Espinós

                                                                                  Abogado

LOS INCENDIOS FORESTALES DE PORTUGAL Y DOÑANA, UNA REFLEXIÓN

El paisaje forestal del siglo XXI no está preparado para esto

En este verano adelantado de 2017 dos grandes incendios, en Portugal y Doñana, nos han despertado del letargo anual en el que vivimos los ibéricos y hemos vuelto a hablar de la salud y futuro de nuestras masas forestales. No porque no se hayan quemado los montes hasta la fecha, hasta mayo hubo más de 6.000 siniestros (entre conatos e incendios), sino porque los fuegos se produjeron durante escenarios meteorológicos extremos que convierten el fuego en algo inabordable. Algo que ya hemos vivido y que confirma las pesimistas predicciones de los expertos en cambio climático.

Y en medio de esta polémica estival desde 2015 venimos escuchando desde algunos sectores y partidos políticos que es urgente cambiar la Ley de Montes reformada por el PP en 2015. Dicha reforma abrió en el artículo 50 una excepcionalidad a la prohibición de recalificación la superficie quemada en 30 años, una excepcionalidad no utilizada hasta la fecha y que requiere un procedimiento de declaración de utilidad pública del proyecto en cuestión que, además, debe contar con el visto bueno de las CC.AA. Vaya por delante que en su día nos opusimos a dicho artículo y que consideramos que habría que eliminarlo. Pero esto no significa que el debate sobre los incendios deba centrarse en este asunto.

¿No había incendios forestales antes de la reforma de la Ley de Montes? Obviamente sí, y más que ahora, por cierto. En caso de eliminarse este artículo de la Ley de Montes ¿seguirá habiendo incendios forestales? Pues claro que seguirá habiendo incendios, más virulentos durante los fenómenos meteorológicos extremos. Entonces, si la reforma de la Ley de Montes no provoca más incendios ni garantiza que no vaya a haberlos en el futuro, ¿no es estéril el debate? En Greenpeace pensamos que sí, que necesitamos hablar y discutir sobre cosas mucho más relevantes que el artículo de una Ley.

Los partidarios de esta teoría han invocado un incendio mítico, simbólico, tótem de lo que fue la España incendiaria que cambió la faz del litoral a golpe de cerilla y recalificación urbanística. Hablamos de incendio forestal ocurrido en 1992 en una masa forestal en el término municipal de Benidorm, terrenos sobre los que ahora se alza el parque temático de Terra Mítica. Este caso el más citado, aunque son muchos los casos en numerosos municipios costeros desde Huelva hasta Cataluña que han visto perder trozo a trozo, fuego a fuego, los montes arbolados que molestaban para el crecimiento urbanístico y especulativo de aquellas décadas.

Pero de esto han pasado 25 años, un cuarto de siglo. Y ha llovido mucho desde aquella atmósfera de impunidad que denunciábamos desde el movimiento ecologista. Impunidad que abarcaba una larga lista de causas de incendio forestal que ni se investigaban ni se perseguía. Eran anecdóticas las sentencias que condenaban a los responsables de quemar los montes.

Si queremos entender la nueva situación no podemos quedarnos mirando una postal del siglo XX. En 1995 llegó la reforma del Código Penal con la inclusión de diversos tipos penales relativos al daño al medioambiente y la ordenación del territorio, el delito de provocar incendios forestales entre ellos e inclusión del delito de incendio forestal 1995, aunque hubo que esperar hasta 2005 para que se creara una Fiscalía General de Medio Ambiente. En 2006 la Ley de Montes del PSOE prohibió la recalificación de terrenos quemados en 30 años (prohibición que, ya lo hemos mencionado, el PP abrió a la excepcionalidad en 2015 para proyectos declarados de utilidad pública). En 2007 se crearon las secciones de Medio Ambiente en las Fiscalías Territoriales y a partir de 2008 empezamos a leer con interés el número creciente de diligencias, procedimientos y sentencias condenatorias por delitos contra el medio ambiente, incluidos los incendios forestales. Entre 2007 y 2015, periodo en el que se han producido aproximadamente 84.000 incendios, la Fiscalía de Medio Ambiente ha señalado 1284 sentencias por incendios forestales: 983 (76,5%) son condenatorias y 301 (23,5%), absolutorias.

No, no estamos en 1992. Ni la conciencia social, ni el papel de las instituciones, ni la tarea vigilante de las organizaciones sociales y los medios de comunicación, ni la situación estructural del monte español, ni el clima son los mismos. Han pasado 25 años y nuestra sociedad ha evolucionado. Nuestra legislación ha mejorado y ahora se investiga y persigue el delito de incendio forestal. ¿Queda mucho por hacer? Por supuesto.

Graf evol sentencias incendio forestal jun2017

Gráfico: Evolución de las sentencias por delito de incendio forestal en España. Fuente: Greenpeace España, 2017.

¿Existen incendios intencionados para buscar un cambio de uso del suelo? Seguramente, pero la estadística oficial sitúa esta causa en una cifra muy baja. Según un estudio de la Fundación Civio, sólo el 0,15% de los incendios ocurridos entre 2001 y 2013 se provocó para obtener una modificación en el uso del suelo. Y sobre el cambio de uso, además, convendría señalar la tendencia al cambio de uso forestal a agrícola, que es el cambio dominante en muchos paisajes donde el cultivo del viñedo, cítricos o cultivos de regadío forman parte de la economía rural. No todo es ladrillo.

El paisaje forestal que hemos heredado no está preparado para el cambio climático que estamos viviendo. Tenemos una masa forestal que crece y se expande en un territorio poco poblado, en una España vacía. Y el cambio climático, ese aumento esperado de 1,5ºC de media durante el presente siglo, está poniendo a estos paisajes forestales ante un dilema: o los gestionamos los humanos o lo harán los grandes incendios forestales, de manera brusca, dramática y con graves consecuencias económicas. O adaptamos estos paisajes al cambio climático o los veremos morir poco a poco producto del estrés hídrico, las plagas, la secas o el fuego. O preparamos los paisajes forestales para sobrevivir al siglo XXI o los veremos cambiar, seguramente a peor. De eso deberíamos estar hablando.

                                                                       Miguel Angel Soto

                                                                       Responsable de la Campaña de Bosques

                                                                       Greenpeace-España

 

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