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opinión_ El derecho al olvido y a la intimidad en Internet Alejandro Touriño Socio de Information Technology de ECIJA 24_Abogados_Abril 2014 Bajo el título de “El derecho al olvido y a la inti- midad en Internet” se esconde una pequeña obra -la primera mía en solitario- que pretende dar a conocer a quien tenga un cierto interés por Inter- net y las tecnologías de la información y la comu- nicación los principales retos jurídicos y oportu- nidades que plantean al usuario la navegación e interacción diaria con estos entornos. Así, el título propuesto no es más que una ex- cusa, a modo de hilo conductor de la obra, para exponer las principales consideraciones que el usuario ha de tomar en cuenta cuando accede a este tipo de ecosistemas, desde los riesgos aso- ciados a compartir información en la red, la co- misión de ilícitos en Internet o el cuidado de la reputación online. Y es en este último apartado, en el de la pre- sencia del sujeto en la red, en el que se plantean algunos de los más interesantes debates jurídi- cos existentes alrededor del entorno digital en la actualidad. Hablemos del derecho al olvido. Pon- gámonos para ello en contexto. Todos conocen el Archivo de Indias, extraordinario avance para el Gobierno y la administración de los territorios ultramarinos españoles que nacía en 1785 con el objetivo de centralizar en un único lugar la docu- mentación referente a la administración de las colonias españolas, hasta entonces dispersa en diversos archivos y lugares. Una iniciativa propia de un reinado, el de Carlos III, caracterizado por una profunda renovación de la vida cultural y po- lítica de un país, que por aquel entonces promovía la educación a todos los grupos de la sociedad. Según datos oficiales, el Archivo General de In- dias conserva en la actualidad aproximadamente 8 kilómetros lineales de estanterías, con unos 80 millones de páginas de documentos originales que permiten profundizar en más de tres siglos de historia de la administración española del Nuevo Mundo. ¿No les recuerda a nada? Otro fenómeno de apenas quince años de vida trae irrevocable- mente a la cabeza el rico Archivo de Indias. Y ese joven fenómeno no es otro que el de Google (y los buscadores de Internet), que sin la oficialidad del Archivo de Indias, indexa aproxi- madamente 60 trillones de sitios web, según cifras publicadas en el decimoquinto aniversario del nacimiento de la empresa, y responde a más de 100 billones de preguntas al mes formuladas por sus usuarios. ¿Sería una locura afirmar que Google y los buscadores de Internet son el nuevo Archivo de Indias? A la vista de las cifras arrojadas, quizá no lo sea tanto. No todo es positivo Pero como casi todo en la vida, la memoria his- tórica que Google y los buscadores nos han dado no viene acompañada únicamente de elementos positivos. Imagínese que, por el motivo que sea, una mañana se levanta, se dirige a la calle y, para su disgusto, todos los sujetos con los que se topa co- nocen algo de usted que jamás hubiese querido compartir con ellos. Imagínese además que este secreto que usted no había querido compartir no solamente ha sido hecho público, sino que ade- más le perseguirá allá donde vaya, siendo conoci- do por todos, incluso más allá de su propia muer- te. Ese secreto le privará de un puesto de trabajo digno, de su honra, de su tranquilidad, de su paz espiritual, pero también de las de su familia. Decía el refrán español que no hay mal que cien años dure. Ese refrán, como un signo más de los tiempos, ha sido tumbado sin escrúpulos por los motores de búsqueda de Internet. Si algo han dado Google y compañía a la causa de la vida es precisamente eso, memoria. La información siempre ha existido, pero su acceso y localización nunca habían sido tan rápidos y sencillos como en la actualidad. Permítanme el símil. Google es el nuevo Archivo de Indias, la hemeroteca a la que todos acceden y de la que, por el momento, nadie puede escapar. Ese fue precisamente el caso de un sujeto, Ma- rio Costeja, quien a principios de 1998 observó cómo el diario La Vanguardia publicaba en su edi- ción impresa primero, y en la digital después, dos anuncios relativos a una subasta de inmuebles relacionada con un embargo derivado de deudas a la Seguridad Social. Ante estos hechos, en noviembre de 2009, más de diez años después de que el embargo se tra-