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obituario RAMON MULLERAT, José María Davó Fernández IN MEMORIAM Presidente de CCBE en 2010 C omo le sucede a casi todos los abogados internacio- nalistas, tampoco Ramón Mullerat fue profeta en su tierra. No ha tenido el reconocimiento que su presti- gio mundial y su valía demandaban. Una vida dedi- cada al servicio institucional de la Abogacía, con un componente individual derivado de su sobresaliente personalidad, que le ha granjeado, sin exagerar, amis- tad, prestigio y fama en todos los continentes. Por eso desde los tiempos de mi jefatura de la Delegación española en CCBE en el año 1998, hasta la actual que ocupa Joan Font, nunca una Delegación había recibi- do tantas muestras de condolencia por la muerte de un antiguo presidente como las recibidas con ocasión del fallecimiento de Ramón; demostración palpable del cariño que se le tenía y la alta consideración que se le profesaba en toda Europa. Por méritos propios resultó elegido primer presi- dente español del Consejo de la Abogacía Europea (CCBE) en el año 1996 y, posteriormente, copresiden- te del prestigioso Comité de Derechos Humanos de la IBA desde su creación. Su gran cultura jurídica y su trato siempre afable se unían a un permanente estar al día, y a su nada oculta admiración por la cultura ju- rídica sajona, que le correspondió concediéndole un título del que se sintió siempre muy orgulloso, hasta llevarlo casi como un apellido: OBE, Orden del Imperio Británico. Luego vendrían su ingreso en la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Cataluña y en la Orden de San Raimundo de Peñafort, con la máxima condecoración. La penetración que logró en el difícil mundo de la Abogacía norteamericana sin duda se debió a su con- dición de prestigioso árbitro internacional; institución la del arbitraje que propugnó en todo momento. En paralelo, destacó por su permanente preocupación por actualizar la deontología del abogado, adaptán- dola a las tendencias filosóficas del momento. Un sin- número de publicaciones, escritas indistintamente en inglés y español, avalan la preferente dedicación a estos dos temas. Sin olvidar un polémico trabajo con- junto que nos quedó a medio hacer, iniciado durante mi presidencia en CCBE, sobre la regulación de los cri- terios deontológicos de los abogados que intervienen en un arbitraje, nacional o internacional, en cualquie- ra de sus múltiples facetas. Del maestro Ramón aprendimos todos los miem- bros de la Delegación española ante el CCBE a pensar con mente abierta: en la Abogacía no caben los loca- lismos ni los nacionalismos más que como peculiari- dades del ejercicio, pues los intereses de la profesión son comunes en todas partes. También nos enseñó que la Abogacía tenía que ser analizada con amplios criterios, dentro del contexto y bajo las circunstancias históricas en las que se ejerce. No es de extrañar por ello su abierta admiración por un avanzado sociólogo español de la Universidad de Berkeley, Manuel Caste- lls, autor de referencia sobre la actualísima sociedad de la información. Actitud que dejó patente cuando se le solicitó un resumen de lo acaecido durante su año de presi- dencia de CCBE para el libro conmemorativo del cin- cuentenario de la Institución. No escribió la esperada reseña histórica de sus vivencias de aquel año 1996, sino un análisis del presente, tras el atentado de sep- tiembre de 2001 en Nueva York, que concluía con una lúcida conclusión: “es de esperar que los abogados sa- brán asumir esta responsabilidad histórica en el nue- vo orden económico, y que contribuirán a defender los valores de paz, equidad y justicia imparcial; valores de los que tan necesitada está hoy en día la sociedad a la que sirven”. Te has ido, Ramón, dejando el último hálito en tu despacho, como los buenos abogados. Pero llevas contigo el adiós de la Abogacía Universal y, con espe- cial afecto, el de tus compañeros de la Delegación del Consejo General de la Abogacía Española en el Conse- jo de la Abogacía Europea. l 70_Abogados_Julio 2013