Vendetta

MARIA VICTORIA PERDOMO GÓMEZ · LAS PALMAS DE GRAN CANARIA 

Poseía una filantropía eclipsada desde la cuna. Reservado de cualquier atisbo de humanidad obscurecía la vida de sus allegados dotándoles con un calvario velado cada día. Los correazos despiadados fueron marcas grabadas en aquellas dermis y así como en testimonios silenciados por la codicia. De aquel cadáver poco se conocía salvo su pasión por la crueldad. Una hiena nutrida de poder. Que su lengua hiriente quedara sepultada para los restos no era más que una quimera para las víctimas de su empequeñecida alma. Su pupila vacía entonces dejaría abierto un costal por el que asomó una sospecha enmudecida. Esta muerte meditada había propiciado la concentración caótica de algunos transeúntes que pasarían a habilitar la lista de testigos presenciales y protegidos de dicho suceso. El funeral fue íntimo. Solo un pariente lejano con barba de corte siciliano al que todos relacionaron, probablemente conmocionado, balbuceó entre dientes: “Non siamo niente”

 

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