Suicidio frustrado

María del Mar Braza Claver · Cádiz 

Lleva un cuarto de hora callado, mirando con concentración sus zapatos, como si en ellos se hallaran las respuestas a las preguntas que flotan silenciosas en el aire. Lo cierto es que siempre fue muy reservado aunque jamás albergué la sospecha de que pudiera hacer algo así. Cuando me acerco alza la mirada, clavando en mi pupila una mirada indiferente. Desde que le quitaron el arma, impidiéndole suicidarse, y lo encerraron en aquella habitación que habían tratado de habilitar como cárcel, parecía como si todo su ser hubiera desaparecido, dejando tras de sí un cascaron vacío. —¿Por qué lo hiciste?—le pregunto con voz ronca, tratando de pensar cómo defenderlo ante el juez. —Porque no podía vivir sin ella y lo cierto es que ya estaba cansado de vivir—me responde con una sonrisa hueca, con sus manos manchadas de la sangre de su mujer. A veces me gustaría no ser abogado.

 

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