Amigos

Diego Caballero Moreno · Sanlúcar la Mayor (Sevilla) 

Acudí al locutorio con la sospecha detrás de la oreja. Cuando me senté frente a Cándido se encendió un foco a mi espalda. El detenido llevaba un ojo vendado; el otro lucía una pupila recelosa. Habilitar para su defensa a quien lo martirizaba con bromas crueles en el patio no tiene sentido, me dije cauto al entrar en el reservado. Mi colega de pupitre pateó en el suelo, donde más duele, a un antidisturbios, durante una concentración contra los despidos en su empresa. El policía le reventó la cara contra una farola. Se trataba de demostrar qué fue primero, el pez, el ave o el lagarto, de identificar a víctima y a verdugo. Abrí el maletín, pero lo cerré de golpe al comprobar la identidad del agente. Torcuato, el matón oficial del cole, había vuelto a hacer de las suyas. Treinta años después. La misma historia.

 

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