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Ángel Montoro Valverde 

No hace tanto (o quizás sí), que renuncié a conciliar la vida familiar a fuerza de prescindir de ella y rompí barreras de género logrando iguales oportunidades para nosotras. Pero ahora tengo en contra las leyes de la transparencia y de la gravedad; y al enemigo en mis filas. Desde el aterrizaje en el departamento jurídico, con más presencia que jurisprudencia, de dos jovencísimas letradas recién masterizadas, adolezco de invisibilidad y mis consejos legales, dogmáticamente asumidos hasta ahora, son respondidos con un “perdona, ¿decías algo?”. Lo peor ha sido esta mañana, cuando el sensor de la puerta de entrada no ha advertido mi presencia. Y, mientras en la calle verifico la integridad de mi nariz, me pregunto si se trata de un fallo fotoeléctrico o de un despido objetivo por equivalencia matemática: cambiar a una abogada de cincuenta por dos compliances de veinticinco.

 

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