Imagen de perfilLA VACANTE

Benedicto Torres Caballer 

Emisarios del rey, hombre de reconocida sabiduría, promulgaron la necesidad de cubrir un excelso puesto para el cual se requería ser letrado y pasar una dificilísima prueba. Sopesando inexperiencia y bolsillo ante centenares de preparados aspirantes y leguas de viaje, decidí presentarme. En un salón palaciego, tras una bellísima mesa ornamentada de caoba, cuatro consejeros: alquimista, constructor catedralicio, magistrada y escribana, realizarían, por turno, una pregunta que debía responder escuetamente.
“¿Cuál es la transmutación más lenta?”, preguntó el primero. “Convertir el hierro carcelario en aire”, respondí inmediatamente.
“¿La edificación más ardua?”, demandó el siguiente. “Construir la verdad del culpable”, expuse.
“¿Las leyes más insondables?”, preguntó la magistrada. “Las de la Naturaleza”, indiqué.
“¿Y el arcano poder de las palabras del oráculo: testificar, fallo, caja, inadmisión y ultrasonido?”. Tras pensar detenidamente la extraordinaria pregunta, sugerí: “Con otras 145 escogidas hábilmente conformarán fantásticos universos de abogados”.
Y así conseguí ser Becario Real.

 

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