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Lorenzo David Rubio Martínez 

Un guía turístico seguido de un grupo de japoneses con sus cámaras de fotos irrumpieron en medio del careo. Debido a la corrupción, la mala imagen del país ya no se podía reparar, pero sí rentabilizar. Por lo que visitar un proceso penal por esta causa se había convertido en algo tan imprescindible para los extranjeros como degustar paella, tomar el sol en la playa o practicar balconing.

Mi cliente, imputado por intercambiar jamones por licencias urbanísticas, fue el más rápido en levantarse y hacerse selfis con los japoneses; le siguieron la jueza, el fiscal, los testigos… todos nos fotografiamos y les enseñamos a decir “¡patata!”.

Los juicios eran ahora exprés, pues les entraba también contemplar el encarcelamiento o pena impuesta al culpable. Por eso, cuando conseguí la absolución por falta de pruebas, el abucheo fue ensordecedor. No me quedó otra opción que disculparme por aguarles la fiesta.

 

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