Imagen de perfilEl sabor amargo del gin tonic

Ernesto Ortega garrido 

Entré en un bar cerca los juzgados y pedí un gin tonic con especias para celebrarlo. Con un caso tan difícil y mediático, mi tarifa subiría. Me harían socio. Mi padre estaría orgulloso. Es un hombre de pueblo que trabajó duro para poder darme una carrera. Si soy abogado, se lo debo a él. Iba a mandarle un correo electrónico para contárselo, cuando reconocí al hombre de al lado. Leía el periódico. Lo había visto en el juicio. Me había fijado en él porque me recordaba a mi padre, pero había encogido y desbordaba tristeza.

-¿Cree que es justo? –me preguntó.
-Es la ley –respondí.

Dejó el periódico sobre la mesa y se marchó. La portada decía:
“Cuatro años de cárcel para Miguel Ángel Flores por la tragedia del Madrid Arena”.

El gin tonic sabía amargo. Pensé que no era necesario contárselo. Seguramente mi padre ya se habría enterado.

 

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