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MARIA PILAR MARTINEZ DE LA LLANA 

Anselmo dio la vuelta a su antiguo reloj de arena. Era momento de comenzar a investigar.
Por diferentes circunstancias de la vida, no pudo estudiar una carrera universitaria y lograr así su sueño de ser abogado penalista. Pero ello no le impidió conseguir la licencia de detective y perseguir delitos a su manera. El linde entre ambas profesiones era extenso pero no sus honorarios que, tras una brillante trayectoria profesional, había logrado forjar una gran fortuna con su reputado negocio.
Esta vez aquel abogado necesitaba de sus servicios. “Compañero” le dijo al contratarle. Vocablo que llenó de orgullo al detective.
Una hora de constante flujo de arena era lo que se marcaba Anselmo para hacer su esquema de pruebas y conclusiones previas. En aquella ocasión, las conclusiones se tornaron en definitivas cuando descubrió al culpable al mismo tiempo que éste le apuntaba con compañerismo con el cañón de su pistola.

 

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