Imagen de perfilPLEITO MARATONIANO

Gema Mª Ortega Expósito 

Me encontraba integrada en una pandemia de efervescentes corredores, aguardando el inicio del arduo litigio, en el espacio previo a la línea de salida. Se habían decretado como medidas cautelares, buena hidratación e informe médico favorable. La pretensión principal se dirigía a completar la distancia de 42,195 kilómetros. Desgraciadamente, mi reloj GPS, testigo potencial del hecho, acababa de expirar. Procuraría solventar ese agravio con las referencias rítmicas de mis litisconsortes. Aunque llevaba en mi ADN el espíritu de la competición, el resultado del pleito era incierto y podría quedar infructuoso por lesión sobrevenida. Tras escuchar el pistoletazo de salida, el meneo equilibrado de mis piernas me insufló confianza, pero los argumentos contradictorios de los hemisferios norte y sur de mi cerebro me atormentaban. Finalmente, el objeto del proceso quedó satisfecho, tras atravesar la alfombra verde, que, simuladora de un largo trecho de pradera, era predecesora de la línea de meta.

 

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