VI Concurso de Microrrelatos sobre abogados

Ganador del Mes

Ilustración: Juan Hervás

SIN QUERER JUSTIFICAR A NADIE

Guillermo Sancho Hernández · Piles (Valencia) 

El fiscal solicita prisión sin fianza para Sebastián. Discrepo de su opinión, pero me lo esperaba. Conozco al imputado desde que éramos unos chiquillos de barrio humilde. - No me acompañes, por favor - me decía Sebas cada vez que su padrastro, sin menester conocido, le obligaba a llevar un paquete a `la casa del tío´. Un pupitre vacío en la escuela, un par de tardes al mes. ¿Quién iba a sospechar de la mochila de un niño? - Estudia, quizá algún día te necesite - me repetía Sebastián, con una media sonrisa triste, cuando yo le preguntaba por aquellos encargos. Palabras que no entendí entonces. Los años pasaron, y la vida nos separó. Hoy he tenido que comparecer ante mis recuerdos, y asistir como abogado al hombre acusado de un delito contra la salud pública, al joven cuya pista perdí demasiado pronto, al niño que no tuvo infancia.

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Relatos seleccionados

  • GRATITUD DE LETRADO

    PATRICIA DURí  ALEU · LLEIDA 

    Conocía a don Tancredo desde que yo era chiquillo. Frecuentaba el despacho de mi padre, que pasó a ser el mío, y su presencia era tan habitual que parecía formar parte del vetusto mobiliario. Experimentado en el arte de hablar sin decir nada cada vez que debía comparecer ante el Juzgado, acumulaba un historial de pequeños delitos y ese seguía siendo su menester. "No debería coincidir con otros clientes, da mala imagen", repetía Milagros, mi secretaria, aunque nunca me importó la opinión de los demás. Ayer regresó para encomendarme una nueva defensa. "Por cierto", preguntó antes de marcharse: "¡¨Sabe usted quién pagó mi fianza?". Me encogí de hombros y sentí la mirada inquisidora de Milagros. Alzó la mano al despedirse, como hacía siempre, y recordé con ternura el ramillete de flores silvestres sobre el féretro de mi padre, con la tarjeta manuscrita en la que se leía: "de don Tancredo".

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  • AMOR DE MADRE

    RAQUEL CUCHILLO CABEZAS · Vilanova del Vallés (Barcelona) 

    Hay dolores que nacen del corazón. María sabía que sus dolores nada tenían que ver con sus setenta años. Mientras se dirigía a prisión a visitar a su hijo, pensó que sería de él cuando ella faltara. En opinión de su abogado, ya no había remedio, demasiados años “metido” en drogas. Recuerda cuando siendo un chiquillo fue menester pagar la primera fianza, “No debería usted pagarla. Su hijo va por el mal camino, dele escarmiento”, le dijo el abogado simplón que le asignaron por entonces. Si no hubiera pagado esa vez, todo habría sido diferente. Y después, todo se torció, cada quince días a comparecer ante el juzgado. De nada sirvió su amor de madre, atraco y asesinato en una gasolinera y unos años a la cárcel. Desechó esos pensamientos y atravesó la puerta para dirigirse una vez más a ver a su pequeño.

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  • El mester de abogacía

    Cristina Maestre González · Cartaya (Huelva) 

    Dejad que yo os lo relate y os dé mi humilde opinión Que no os importe que sea un simple y mero bufón Me contaron los chiquillos, los traviesos, los más pillos, la historia de Mario, caballero con carpeta y sin espada, que demostró que su honrado cliente tenía la fianza pagada. Cualquier desperfecto en la casa se cubría con ese dinero, cosa que parecía no entender el malvado del casero. Figuraba pues esta clausula en el contrato de alquiler, así que pagar los daños no era de su menester. Fue cuestión de poner a prueba su saber estar y su labia. “Despierta de una vez, Mario. Que parece que estás en Babia” No debería fantasear tantísimo a estas alturas Debería ponerse chaqueta y no ver una armadura. “Solo faltan cinco minutos, muchacho, te toca comparecer” Y allá va de nuevo el caballero Mario, a cumplir con su deber.

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  • El Día del Oficio

    IZASKUN ALBÉNIZ ÁLVAREZ DE EULATE · Huarte (Navarra) 

    Acudí al colegio para cantar las bondades de la abogacía ante una audiencia que no rebasaba el metro treinta. A priori, sencillo. Sentado en una de aquellas sillas menudas me dispuse a explicar en qué consistía mi trabajo y resolver cuantas dudas infantiles fueran menester sin sospechar que, quien iba a comparecer y recibir un veredicto de culpabilidad sin fianza en la clase de mi hijo pequeño, iba a ser yo mismo. — ¿Defiendes a los buenos o también a los malos? ¿Crees que todos los que están en la cárcel son malos?— preguntó un chiquillo pecoso al tiempo que varias manos se alzaban en el aula. «Vaya, ahí tenemos un futuro periodista» pensé incómodo mientras un silencio recorría el aula a la espera de mi opinión. El aprieto, afortunadamente, se deshizo en un instante, con la última pregunta: — Y si te equivocas, ¿tu mamá te castiga sin merendar? Bendita inocencia.

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  • Imagen de perfilEL JUEZ CRUEL

    #abogaTIPS · Madrid 

    - Lo que más me gusta de ser juez es que me puedo rascar los huevos debajo de la toga. - No seas chiquillo Tomás, qué ya tienes sesenta añazos. - ¿Es menester que me lo recuerdes todos los días, Pili?, ¿Sabes por qué me hice juez y no abogado? - ¿Para no tener que comparecer todos los días delante de alguien como tú? - Ese es un buen motivo pero no, no es por eso, ¿Qué crees que hace un abogado cuando es llevado a juicio por delinquir? - ¿Pedir una fianza? - También, pero no me refiero a eso, lo que hace es contratar un abogado, pero ¿tan malos son qué no pueden ni defenderse a sí mismos?, ¿tú confiarías en una persona que no sirve para defenderse a sí misma?, pues yo tampoco. - Menuda opinión tienes sobre tus compañeros de clase. - Porque les conozco. FIN

     

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  • MI SANTA MADRE

    ÁLVARO SENA DE LA PAZ · MADRID 

    '- ¿Cuándo me sacarás de aquí? -volvió a preguntarme aquel efebo descarriado. Se lo había explicado cuando le asistí en la comisaría la noche anterior, en la que lo habían detenido por vandalismo y resistencia a la autoridad. - Pronto. Ahora tendr

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  • COSAS DEL OFICIO

    Eva María Cardona Guasch · Ibiza (Islas Baleares) 

    Soy socia en un gran bufete. Casos de gran cuantía, clientes poderosos, pleitos de enjundia. Siempre he estado adscrita al turno de oficio. Mis compañeros me reprochan que dedique tanto esfuerzo a ese menester. Luis, mi marido, me increpa: “Marita, ¿qué necesidad tienes de llevar esos casos? No dejan fianza ni beneficio. Esa vocación tuya de defender a los desfavorecidos es una ilusión de chiquillos”. Yo no comparto su opinión. A mi me compensa el turno. Me hace mejor abogada. Intervengo en situaciones que conviene conocer y de otro modo ignoraría. ¡Nunca imaginé hasta qué punto! Hasta ayer. Estando de guardia, tuve que comparecer en el juzgado y asistir a una víctima de violencia de género, una joven aparentemente agredida por un amante celoso. Súbitamente me di de bruces con la realidad más cruda. Ocurrió cuando vi al presunto maltratador. Él también se alteró al saberse delatado: “¿Luis?” “¡Marita!”

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  • INOCENCIA

    Adriana Lucía Hernández Planillas · Gallecs (Barcelona) 

    Desde que era un chiquillo tengo la imagen de una gran sala donde recuerdo un ir y venir de gente. Había personas sentadas, personas que hacían preguntas sin dejar de andar de un lado a otro. Oía martillazos y la palabra “acusado” cada vez que volvía. El caso es que era menester que yo estuviese ahí. Había alguien de mi familia que debía comparecer ante aquel Tribunal. Lo que más recuerdo de aquellos días es el hambre que tenía y los lloros de mi madre. Me pedía que la abrazase. Yo obedecía sin rechistar. Un día nos fuimos a Francia porque en su opinión debía empezar una nueva vida para nosotros. Lo que supe tiempo después es que nadie quiso pagar la fianza de mi padre, que murió entre rejas y envuelto de soledad. Lo único que pensé en ese momento fue: Al menos, ahora, no tengo hambre.

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  • CALLE 73

    MIGUEL ÁNGEL GARCÍA RODRÍGUEZ · Valladolid 

    Llegaba tarde a su primer día en el bufete, y un chiquillo entorpecía su paso en la 73 intentando sacar una propina por limpiar su parabrisas. Él era de la opinión de que esa gente nacía pobre y moría delincuente; chusma a la que era menester erradicar de la sociedad y así ahorrar gasto al sistema penitenciario. Tras una gran pitada aceleró su coche, estando a punto de atropellar al muchacho. Años después, con una exitosa carrera en la abogacía a sus espaldas, debía comparecer en un juicio como acusado de un terrible crimen conyugal, y en el que el fiscal logró que se admitiera fijarle una fianza ejemplar. Ya en prisión, mientras leía el periódico, observó un reportaje sobre el mismo fiscal que le había metido en la cárcel. En él se describía la historia de superación de un hombre que, de niño, limpiaba parabrisas en la calle 73.

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  • ¿Y que otra cosa podría ser?

    Maria Teresa López Hernández · Alcorcón (Madrid) 

    Desde chiquillo tenía claro que quería ser abogado. ¿Por qué? respuesta sencilla para pregunta fácil: ¿Existe profesión mejor? Apenas tenía diez años el primer verano que escuché a mi abuela quejarse porque la señora no le devolvía la fianza, excesiva, dada por el alquiler veraniego de la casucha de campo, casi granero, alegando que el desconchado de la pared que, bajo mi opinión, debió realizarse comenzando el siglo pasado, había sido realizado ese verano, o que el desgaste natural de los enseres requería un suplemento adicional. Aún recuerdo el tener que comparecer en el caserón, casi fantasmal, donde vivía la señora para defender nuestra inocencia, aun recuerdo las excusas para no recibirnos, alegando estar ocupada la señora con sus menesteres, inexistentes, aun recuerdo mi necesidad de ser abogado defensor de causas nobles y justas. Aún recuerdo las lágrimas en los ojos de mi abuela cuando mi deseo se cumplió.

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  • ¿Esto cómo funciona?

    Ignacio Solsona Fernández-Pedrera · Castellón 

    Sonriente, recordó su primera experiencia; una mera discusión por la custodia de los hijos que terminó en denuncia. Solicitaban las cautelares de alejamiento y prohibición de las comunicaciones. Su cliente prefirió comparecer con el joven e inexperto letrado, y con su palabra como única fianza para defender sus libertades constitucionales. Poco después, llegó un letrado de cincuenta y tantos, acompañado por un chiquillo -también recién colegiado- le estrechó la mano y le preguntó su edad, advirtiéndolo de las bondades de una dilatada experiencia. Frunciendo el ceño agradeció su opinión, pero sabía que la Justicia es ciega y no entiende de currículos. Interrogó cuando fue menester, y hábilmente, aprovechó la torpeza de la denunciante para evidenciar el odio hacía su cliente. El fiscal lo vio claro. Minutos después, cuando le entregaron la decisión judicial, su oponente se despidió amablemente mientras le felicitaba por su destreza. Denegatoria.

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  • Y SE CUMPLIÓ

    María Dolores Moya Gómez · Puente Tocinos (Murcia) 

    Cuando era un chiquillo, si me preguntaban qué quería ser de mayor, respondía contundente: “¡Abogado!”. Mi madre siempre añadía: “Lo que es menester es que termines la educación obligatoria…”. Mis padres no tenían estudios más allá de los básicos y yo apenas pasaba de curso, con lo que no podía reprocharles su opinión. Me acostumbré a que mi abuelo pagara la fianza impuesta a mi padre por sus broncas cuando bebía, pero nunca me acostumbré a ver a mi madre intentando disimular su llanto. Solo era capaz de seguir respirando para que su “Algún día serás alguien importante” se cumpliera. Me convertí en abogado y formé parte del juicio que tanto soñaba, en el que vi a mi madre comparecer frente al juez, sin llantos, firme como una roca, mostrando lo que siempre escondía bajo sus oscuras y amplias gafas de sol. Y sonrió.

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  • También un amigo

    FRANCISCO PERELLí  CODERCH · Barcelona 

    De chiquillo no paraba de meterme en líos. Más por seguir la trastada diaria de los mayores que por tener iniciativa propia. Afortunadamente pronto lo descubrí. Callado, con gafas de cristales como culos de botella, siempre observándolo todo. Aprendí a pedir su opinión para salir mejor parado de los castigos. A cambio de mi desayuno me enseñaba todo lo que era menester para exponer los atenuantes de mi conducta. A entrenar mi lenguaje corporal preparándome para cuando tenía que comparecer ante el director. Hoy es mi abogado. Yo sigo metiéndome en demasiados líos. No muy legales, la verdad. Y muy poco lucrativos. En alguna ocasión apenas lo comido por lo servido después de pagar la fianza o ya la multa. Por suerte él sigue conformándose con un bocadillo, aunque hoy en día lo disfrutemos en la barra de algún bar. Y sigue sacándome de todos mis apuros.

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  • ZAPATOS DE TOCINO

    Fernando Pascual Bravo · Madrid 

    1945-1950.-Luis era chiquillo en la posguerra. De familia humilde.Su ciudad era histórica, blasonada y fría. 1951-1955.-Adolescencia teñida de mala alimentación; ropa y zapatos reciclados; estudio en libros usados y primeras letras en galeradas.Pero con tesón salió adelante. 1956-1965.-En la juventud tuvo menester de cursar el Bachillerato y la Licenciatura como alumno libre y becado. Siguieron abrigos reciclados, penuria en el vestir, ausencia de esparcimientos... Los zapatos de tocino que calzó fueron antes de un letrado de su ciudad. 1966-1970.-Colegiación y pasantía aprovechadas. Inicio del desarrollo económico. Contacta con el colega cuyos zapatos calzó. No conoce sus opiniones profesionales o políticas pero siente empatía. 1971.- Desahucio de vivienda: El letrado que desechó los zapatos defiende al actor. Luis es elegido para comparecer con el demandado. Desarrolla satisfactoriamente la defensa. Mantiene su secreto y sonríe satisfecho y agradecido: los zapatos de tocino unen sus destinos, son la fianza depositada.

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  • POR LA CARA

    JAVIER PALANCA CORREDOR · VALENCIA 

    El abogado pagó la fianza con el contenido del sobre azul que sorpresivamente le entregó un chiquillo cuando estaba sentado en un banco de La Alameda. En el sobre ponía: Haga lo que usted sabe que es menester. Jamás le había pasado algo similar, pero son las cosas de defender a clientes de una reputación más que dudosa. En su opinión, su defendido no se había mostrado como era de esperar ante el hecho de su puesta en libertad, y aunque le aseguró que pensaba comparecer cuando se le requiriera, no le convenció. Una semana después, cuando pasaba ante aquel banco, vio como el mismo niño le entregaba otro sobre azul a ese político al que todos decían que se parecía tanto.

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  • Inocente, inocente

    ANATE Rivera Avecilla 

    Abrió el periódico por la sección de artículos de opinión; conocía bien el título que buscaba:¡€™Cosas de Chiquillos?. Comenzaba con la narración de un caso de parricidio perpetrado por un menor, víctima de malos tratos junto a su madre, incluso después de haber abandonado el hogar familiar, sin apenas tener para pagar un mes de fianza de la nueva vivienda. Era menester ser un cobarde para seguir consintiendo el trato vejatorio de su progenitor. Tras comparecer ante el juez en más de una ocasión, logró quedar libre de acusaciones. Continuaba el escrito cuestionando la supuesta inocencia de los niños. Cerró la prensa arrepentido de aquella publicación tardía, y presa de un nuevo brote de rabia que descargaría otra vez contra su mujer, mientras su hijo dormía con una navaja bajo la almohada.

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  • RUTINAS

    LOURDES ASO · Huesca 

    El chiquillo apenas alcanzaba el mostrador. Como cada lunes, traía un libro bajo el brazo para devolver y otro recién tomado en préstamo para llevarse. En opinión del bibliotecario, ese tipo de lectura excedía de sus capacidades. No era propio que un mocoso se aplicara en las artes del Derecho y Legislación a tan tierna infancia. Mucho menos, que al amonestarle por los dos días de retraso que como era menester llevaba asociado el pago de una fianza, le diera por comparecer en nombre propio para su defensa, alegando incapacidad transitoria para la deambulación provocada por accidente laboral en el campo de fútbol. Ante tales argumentos el bibliotecario se amoldó a la rutina de sellar el nuevo tomo de Derecho del Trabajo, pensando que saltarse el protocolo era casi mejor que enemistarse con ese futuro letrado que seguro no perdería ni un solo caso.

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  • CARAMBOLA

    Joaquín Valls Arnau · Barcelona 

    Está separada y tiene un chiquillo de seis años. Tras haber agotado el subsidio de paro, una mañana tomó prestada a su hijo la pistola de sheriff y asaltó una tienda de comestibles. La detuvieron antes de que pudiera llegar a casa con un par de bolsas llenas de alimentos. Me correspondió defenderla por turno de oficio. Alegué la eximente de estado de necesidad. Contra la opinión del fiscal, que reclamaba una severa condena por robo a mano armada, la juez dispuso su libertad provisional sin fianza, con obligación de comparecer en el juzgado cada quince días. Por esas fechas en el despacho se nos jubilaba Pilarín, que se ocupaba de la recepción y el archivo. Sin dudarlo, le pedí a ella que aceptara hacerse cargo de tales menesteres. Gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas mientras en mi garganta se formaba un nudo que todavía sigue ahí.

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  • Un juez compasivo

    Gloria Arcos Lado · Madrid 

    Debía comparecer aquella mañana ante el señor juez, pero tenía un gran problema. No tenía con quien dejar a mi chiquillo. Así que como era menester, me lo llevé a la vista. Cuando mi abogado me vio llegar con él, me dio su opinión, sin que yo se la pidiera. Me dijo que aquel no era el lugar adecuado para un niño, y mucho menos si lo que se iba a determinar aquel día era la fianza que me iba a caer, para que pudiera evitar entrar en la cárcel. Sin embargo, yo creo que me debió dar suerte, ya que el señor juez, al verlo tan pequeño y desvalido, agarrado todo el tiempo de mi mano, fijó esa cantidad a la baja, posiblemente para que yo no tuviera que dejarlo solo.

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  • UN NUEVO RUMBO

    Belén Sáenz Montero · MADRID 

    Como suele suceder a mediados de mayo, ha vuelto el invierno. Desde el ventanal de la cafetería miro cómo revolotean las hojas en las escalinatas del juzgado y pienso en el mar. Igual que un chiquillo, encuentro una cometa imaginaria y vuelo lejos agarrado a su cola. Entonces suena el móvil y aterrizo aferrado a un dilema. Un gerifalte del partido gruñe porque mi cliente va a tener que comparecer, dice que el coste político es demasiado alto. Dos funcionarios hablan sobre corrupción en la mesa de al lado y, cuando oigo la opinión del camarero sobre la justicia, tomo una decisión. Pago el café, bajo a los servicios y olvido intencionadamente el maletín con el dinero de la fianza. Soy un buen abogado y saldré adelante donde el aire sea más puro. Cojo un taxi y me voy directo al aeropuerto. Para este viaje, no es menester alforjas.

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  • EL PROFESIONAL

    ESPERANZA TEMPRANO POSADA · MADRID 

    Siempre me importó mucho la opinión que los demás tuvieran de mí, por eso, desde que era un chiquillo, cuando daba un golpe procuraba hacerlo de forma impecable, sin ningún fallo. A pesar de ello, me pillaron varias veces. Recién cumplida la mayoría de edad, pagué mi primera fianza para librarme de la cárcel, teniendo que comparecer cada quince días en el Juzgado. Ahí empezó mi afición por las togas. Como era menester, acabé estudiando Derecho y defendiendo a los más grandes del latrocinio, nunca he aceptado como clientes a ladrones de medio pelo ni a raterillos de tres al cuarto. Un profesional que se precie no tolera las chapuzas.

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  • EL ABOGADO HELLPOP ATIENDE UNA CONSULTA A MEDIANOCHE

    Manuel Moreno Bellosillo · Madrid 

    Acostumbro a trabajar por la noche, si es menester no me importa quedarme solo en el despacho hasta altas horas de la madrugada. Esa precisa noche me había demorado una demanda reclamando una fianza solidaria. Sobre la medianoche se le ocurrió comparecer como por ensalmo a un viejo cliente del despacho. Desde luego ya no era ningún chiquillo, pero su aspecto resultaba terriblemente decrépito y el terno que llevaba estaba raído y sucio. Tenía un asunto urgente que encargarnos, sus ávidos familiares lo habían desahuciado de su propia casa y quería demandarlos. Le pregunté si de verdad quería saber mi opinión y el cliente insistió. ¡®Usted- le dije- no ha sido desahuciado, ha sido exorcizado de su casa. Usted murió hace siete meses, yo mismo me encargué de su testamento¡¯. El cliente no dijo nada, me miró con la mirada profundamente triste y su presencia se difuminó hasta desaparecer.

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  • Cómo matar a un ruiseñor

    Diego Marín Galisteo · Córdoba 

    Quizá sea menester comenzar explicando que me encanta vivir el cine en primera persona y que soy abogado por culpa de Atticus Finch, el personaje que interpretó Gregory Peck en la película Matar a un ruiseñor. La vi por primera vez cuando era un chiquillo, y desde entonces me propuse que algún día yo defendería a la gente que lo necesitara, como hacía él. Sin embargo, algo tuve que hacer mal por el camino porque de abogado duré poco y ahora tengo que comparecer ante el juez en calidad de imputado. Espero que haya alguien que se pueda hacer cargo de mi fianza. En mi opinión, yo ya no estoy para pensar en esas cosas. Solo espero poder terminar cuanto antes con este asunto y regresar a casa para ver por enésima vez la trilogía de El Padrino.

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  • Sueño americano

    CELIA SANJUAN CARRETO · VILAFANT (GIRONA) 

    Qué chiquillo más curioso aquel, con su pinta de niño criado en un sueño americano y ajeno a la situación actual de España. Llegó un día a mi despacho diciendo que le era menester un abogado y mi opinión sobre su causa. Dieciocho años y había cometido su primer fraude fiscal. Hice lo que pude por quitarle las fantasías de la cabeza, pero años de engaño no se solucionan con un solo golpe de verdad. ¡l seguía creyendo que comparecer ante el juez era una excusa para llevar su traje caro y que su señoría llevaría peluca y mazo. Incluso esperaba que en el último momento alguno de sus contactos ricos pagaría la fianza y le sacaría de allí. Lo que no sabía era que el juez era otra de las víctimas de su fraude y que su sueño americano no sería más que eso, un sueño.

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  • Otros tiempos

    Javier Hidalgo Ramos · Zamora 

    Hoy defiendo a un ciudadano inmigrante. Como es menester, informo a la esposa de la posible imposición de una fianza. En busca de amparo, el menor de los chiquillos se abraza, aterrado, a las piernas de la madre. ¡No nos quieren aquí!, me grita. Desde su tierno y frágil universo, tan ajeno, me observa interesado. Parece discutir mi opinión sobre el caso, negando o asintiendo con bruscos movimientos de cabeza. No dejo de observar su rostro inocente clavando la mirada limpia, implorante, en la figura del padre, que asoma esposado al fondo del pasillo. Tranquilo pequeño, le digo, acariciando sus mejillas húmedas por el llanto, tu papá ha de comparecer ante la ley pero, aquí, nadie mata ruiseñores. Pasaron otros tiempos, oscuros, malditos, ya lejanos, cuando razas o credos inclinaban el fiel de la balanza.

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  • El árbol caído

    José Manuel Sánchez Sánchez · Llanes (Asturias) 

    AL comparecer ante el juez, cambió de opinión y se enteró, al fin, de que había cometido un grave delito. De repente, ya no estaba en la cresta de la ola del ladrillo, y de nada le sirvió ante Su Señoría ponerse a llorar como un chiquillo, contando su difícil infancia y las peripecias de su vida. Aquellos años de vino y rosas se habían acabado súbitamente. Sus amistades se esfumaron como la niebla con el sol del mediodía. Se estableció una altísima fianza, proporcional a lo que mi cliente se había llevado. Ya no estaba conmigo tan altivo; ya no decía, arrogantemente, que yo no tenía huevos, como él, para levantar un imperio de la nada, ni que los abogados no merecíamos ni la mitad de lo que cobrábamos. Seguí defendiéndole, porque nunca es menester hacer astillas del árbol caído, y no es mi estilo.

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  • UN JUICIO DE LOCOS

    Pilar Aragón Sánchez · SAN FERNANDO, C¡µDIZ 

    Este juicio se presenta complicadamente inusual. En mi extenso currículum como abogado, jamás había visto comparecer al hombre araña. Aún así, considero la fianza solicitada, excesivamente alta para un mero delito de¡€™escalada nocturna de fachada?. Ahí está por fin sentado en el estrado. Mirándole detenidamente, nadie diría que pudiera estar desequilibrado. Comienzo mi defensa como es menester, algo surrealista por cierto, e inesperadamente se levanta, estira el brazo y un chorro fluido de pegajosa tela de araña, se estrella contra la cara de su señoría. Sorpresa general. Dos agentes de uniforme se apresuran a detenerle, pero con un salto sorprendentemente ágil, los esquiva y salta por la ventana. Mi opinión, mejor me la reservo... Y es que nunca debí aceptar colaborar en el gabinete de esa clínica psiquiátrica. Mea Culpa. ¡Es que desde chiquillo me gustaban tanto los cómics de Spiderman...!

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  • Testigo de cargo

    Marta Trutxuelo García · Andoain (Gipuzkoa) 

    Apenas era un chiquillo cuando la vi por primera vez junto a mi padre. Para mí, aquella película fue todo un descubrimiento. Gracias a ella supe cuál sería mi vocación. Mientras estudiaba la carrera de Derecho me ejercité en otros menesteres ligados a la interpretación. Después comencé a ejercer de abogado, a expresar mis opiniones de forma argumentada, con vehemencia y con cierto aire impostado. Conseguí que algunos de mis clientes con pocas posibilidades obtuvieran la libertad bajo fianza. Pero pasaban los años y las expectativas de encontrar un caso como aquel que me marcó decrecían. Y entonces ocurrió: la vi comparecer para defender a su amado, ella sólo se parecía a la Dietrich en la melena rubia, pero ¡qué interpretación! ¡Soberbia! Si me contrataban para defender a su marido en el caso Noos lo conseguiría: emularía al mismísimo Charles Laughton, como en mi adorada "Testigo de cargo".

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  • Una historia más

    Carlos Villanueva Fernández Bravo · Villarrubia de los Ojos. Ciudad Real 

    Aquí estoy de nuevo ante la hoja en blanco con la ilusión de un chiquillo dispuesto a comparecer ante este jurado sin otro menester que ganarme su beneplácito. Eso sería suficiente para recuperar la alianza de bodas que deposité la semana pasada en una tienda de compra venta de oro como fianza. Era lo último que me quedaba de ella. Pero no intento sensibilizar a nadie y aún menos coaccionarle. Solo soy uno más de entre tantos. Uno más de esos idiotas que no saben cuidar del amor de su vida, que un día se hartó y se marchó. Sin mediar palabra, sin notas, sin llamadas. Solo silencio. Cuando le pedí opinión a mi mejor amiga, su respuesta fue contundente:¡€™llevas más de cinco años en el turno de oficio y todo lo que sabes sobre abogados es escribir historias sobre ellos. Ya es hora de escribir la tuya?.

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  • Ilustrísimo togado

    Carlos Brage Tuñón · Madrid 

    ?Y no es más cierto ilustrísimo togado, que en esta apartada corte he de comparecer ante su soberana presencia, para tratar de eludir la fianza a mi persona impuesta, a tenor de los desdichados acontecimientos devenidos. Así como el cervatillo ansía las fuentes torrenciales, mi alma está sedienta de justicia en su misericorde laudo. Es menester por tanto que, postrado a sus pies, le ruegue se apiade de mi inusitada torpeza, y reconsidere su sacrosanta opinión, ya que sin duda la rectitud de su conciencia no estará reñida con la grandeza de su corazón??.¡€™Mira chiquillo, a mí no me cuentes historias. Tu coche lleva estacionado más de dos horas en zona de carga y descarga, con lo que la multa son 3oo eureles. Si quieres recurrir, ángel de amor, espera que te llegue la notificación a casa, dónde más pura la luna brilla y se respira mejor??.

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