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Almudena Horcajo Sanz 

Cuando le llegó la fama no supo caminar con ella y acabó dando tumbos. Deslumbrado por el lujo, se entregó a una vida frenética llena de excesos. Dinero que ganaba, dinero que gastaba en un abrir y cerrar de ojos.
Pronto acumuló numerosas causas con la Justicia. Para su defensa, contrató a un joven abogado de brillante expediente académico, al que pagaba tarde, mal y nunca. Al letrado le tentaron en numerosas ocasiones poniendo sobre la mesa cifras astronómicas, a cambio de desvelar secretos de la intimidad de su afamado cliente. Siempre se negó. No podía… No debía… No quería. Vender una traición no era una forma ni legal ni elegante de cobrar los honorarios.

 

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